Hace unos días pedí un UBER y cuando me subí al auto, este no dejó de emitir un pito molesto hasta que el conductor me pidió que por favor me pusiera el cinturón o no se iba a callar. Después me explicó que no usaba llave, sino una tarjeta y que si se alejaba más de 10 metros se paraba automáticamente, que el vehículo tenía muchos sensores que avisaban casi todo, y que prácticamente solo le faltaba elevarse algunos metros del suelo, y volar. No soy una fanática de la tecnología, y sé re poco de gadgets y muchas cosas se me escapan, pero encontré que ese auto era del futuro, y yo lo estaba viviendo sentada ahí.
Lo más cerca que me he sentido de ese futuro hipertecnologizado es a través del cine de ciencia ficción, viajando a dimensiones desconocidas en futuros distópicos que, irónicamente, o tal vez no tanto, se parecen cada vez más al presente. Aún no nos transportemos en autos voladores, pero la falta de agua sí se parece bastante a ‘Mad Max’; quizás no estemos viajando a otras galaxias en busca de nuevos hábitats para la raza humana como en ‘Interstellar‘, pero la sequía que azota a la tierra es por lo bajo similar a lo que nos sucede. Y por supuesto que los androides no caminan por las calles y tampoco vivimos en un caos constante como en ‘Blade Runner’ y ‘Akira‘, ¿o sí?.
‘Blade Runner’, la original, basada en la novela de Philip K. Dick, Sueñan los androides con ovejas eléctricas, y adaptada al cine por Ridley Scott, se estrenó hace 37 años, en 1982 y estaba ambientada en el 2019. En un 2019 que para el espectador de hoy puede ser irrisorio y extremista, para muchos muy diferente a nuestro presente. La gran amenaza para la humanidad, en ese futuro visto desde los 80, eran los replicantes, robots humanoides, iguales a los humanos en apariencia y con la evolución de la tecnología, incluso en inteligencia y emociones. Eran perseguidos por la policía, por los Blade Runners, en este caso, nuestro querido protagonista Rick Deckard, interpretado por un joven Harrison Ford. Los replicantes son reprimidos y retirados, sin permitirles alcanzar su único objetivo, la libertad.
He visto cosas que ustedes nunca hubieran podido imaginar. Naves de combate en llamas en el hombro de Orión. He visto relámpagos resplandeciendo en la oscuridad cerca de la entrada de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, igual que lágrimas en la lluvia. Llegó la hora de morir; dice Roy Batty (Rutger Hauer) el humanoide modelo Nexus 6, líder de los replicantes fugitivos que se han permitido ver cosas prohibidas para ellos, en un monólogo que se mantiene en la memoria de los fanáticos.
Esta es una de las escenas más icónicas de la cinta ya que es el villano, o quizás la víctima más grande de la historia, el encargado de darle vida a un personaje tan complejo como incomprendido. Y así se despide de la vida y motiva al Blade Runner a arriesgarse a probar un poco de esa libertad, romper las cadenas que lo atan al status quo, viviendo su propia revolución contra lo establecido.
‘Akira’, por otro lado, es una película de anime japonesa dirigida por Katsuhiro Otomo, quien además es el creador del manga homónimo, es decir, el mangaka. Fue estrenada en 1988 y al igual que Blade Runner se ambienta cronológicamente en el 2019, un año en el que en Neo-Tokio, el Tokio del futuro distópico de Otomo, se viven grandes revueltas, debido a la devastación de la ciudad, que 31 años antes fue destruida gracias al poder incontrolable de Akira, un niño/conejillo de indias del gobierno, un proyecto que fracasó y desembocó en la Tercera Guerra Mundial. En ese presente Kaneda y Tetsuo, dos amigos huérfanos, víctimas del sistema, que viven su vida de pelea en pelea, invirtiendo la mayoría de su tiempo en mantener su estatus de dueños de las calles sobre sus motocicletas, y siendo parte de la banda The Capsules. Pero por sobre sus facetas rudas, Kaneda Y Tetsuo son niños, niños estudiantes, al igual que la gran mayoría de disidentes que se levantan contra el gobierno Japonés – ¿les suena familiar?-, y son reprimidos cruelmente por las fuerzas de orden. Hasta que Tetsuo se enfrenta a su nueva realidad de telepata mega poderoso, y la revolución se vive desde otra vereda. Es la encarnación del poder y la fuerza, y el pueblo lo aclama, lo pide y lo vitorea, esperando que sea él quien pueda sacarlos de la miseria en la que están sumidos.
Ambas realidades son desoladoras e inimaginables, o quizás no tanto, ya, en realidad si lo podemos imaginar. Policías reprimiendo, inteligencia artificial que se sale de control, grupos revolucionarios exigiendo dignidad, polución al extremo, ¿qué se nos queda fuera? Los autos voladores y los experimentos para crear niños telépatas. Hasta donde llega mi conocimiento, eso no ha sucedido todavía. Pero todo lo demás no está tan ajeno a la realidad.
Son dos películas de ciencia ficción que a muchos nos llevaron al futuro por poco más de dos horas, nos encandilaron con los colores y la estética Cyberpunk, y que fueron incomprendidas al momento de sus respectivos estrenos, con críticas divididas, más inclinadas a lo negativo, sobre todo en el caso de ‘Blade Runner’, pero que con los años se han convertido en clásicos de culto.
Y cuando la historia del ‘Blade Runner’, Rick Deckard, ahora retirado de sus labores, continúa en ‘Blade Runner 2049′, uno pensaría que la vida es más amigable con los replicantes, no, todo lo contrario. Han sido aún más sometidos, y aquellos que aún se atreven a escapar son asesinados por nuevos replicantes, esta vez a prueba de fallos y 100% obedientes. Uno de ellos es el nuevo Blade Runner protagonista, el Oficial K (Ryan Gosling), que caza a los de su clase – insisto ¿les suena familiar? – sin ningún cuestionamiento ético ni moral.
Como ‘Blade Runner’ es una película épica, su secuela no se puede quedar atrás, el replicante Sapper Morton (Dave Bautista) le remece el piso al Oficial K con la siguiente frase: Ustedes, nuevos modelos, son felices limpiando la mierda porque nunca han visto un milagro, antes de que el policía le saque uno de sus ojos como prueba de su retiro – UNA VEZ MÁS ¿les parece conocido?-.
Estas son dos historias que hablan de la deshumanización de la humanidad, dos ficciones que se han visto superadas por la realidad. Que sin querer, o tal vez sí, previeron el futuro más acertadamente de lo que cualquiera hubiera deseado. Y hoy lo estamos viviendo, y va más allá de la crisis medioambiental y la nula capacidad de la autoridades de actuar sobre el tema, o de las protestas a nivel mundial por reformas injustas o leyes que restringen derechos básicos. Más allá de la violencia contra las mujeres, más allá de la violencia policial, más allá de la violación a los derechos humanos, más allá de la sequía, de la migración, del terrorismo, hoy enfrentamos una crisis de humanidad, y la ciencia ficción lo anticipó, lo vaticinó hace más de 30 años.
Porque más allá de cualquier parecido técnico o estético, en el vestuario, e incluso en la motivación de sus personajes, ‘Akira’ y ‘Blade Runner’ comparten la génesis de sus historias, la esencia de una cuento que hoy se cuenta solo. La crisis de una sociedad perdida en el materialismo, caída en desgracia por la ambición de poder de algunos, en decadencia por culpa de los mandamases. Esos, como la jefa del Oficial K en ‘Blade Runner 2049′, que para evitar una guerra, ordena eliminar todo rastro de milagros/guaguasreplicantes. O el Coronel Taisa en ‘Akira’, que debido al caos toma el control de la ciudad -¿acaso estado de excepción?- y busca eliminar a Tetsuo bajo cualquier costo.
Estamos viviendo el futuro distópico que la ciencia ficción planteó hace décadas, y no hablo de ese futuro en el que me sentí en ese UBER, o cuando tomo mi smartphone, o cuando leo que la inteligencia artificial alcanzó un nivel de autoconciencia tal que tuvieron que desconectarla, o cuando se planean viajes a Marte de aquí a diez años. Sino cuando veo violencia policial extrema, cuando veo a personas ciegas por culpa de esa violencia, cuando los agricultores se suicidan por la falta de agua, cuando la contaminación supera niveles que ponen en peligro la salud de la población. Cuando los líderes no escuchan las demandas de su propio pueblo, e intentan esconder la verdad. Es ahí cuando vivimos el futuro más descarnado, ese que parece de ciencia ficción, pero que nos está pasando día a día.