@ernestogarratt escribe en @nerdnewscl sobre la relevancia del clásico de ciencia ficción a 40 años de su estreno en Estados Unidos. Es una columna personal, desde su íntimo punto de vista.
“Sentado en una butaca del Teatro UC, en Plaza Ñuñoa, pude ver por primera vez @bladerunnermovie en una tarde de verano de los años 80. Era, recuerdo, un resumen con lo mejor del año y “Blade Runner” se exhibía en celuloide por un único día. Fui porque siempre me gustó la ciencia ficción y porque me atraía que Han Solo (Harrison Ford desdoblándose de su rol en “Star Wars”) fuera el protagonista de otra pieza de ciencia ficción”.
“A los pocos minutos simplemente no podía creer lo que estaba viendo. El proceso de inmersión en las imágenes patentadas por el injustamente subvalorado director de fotografía Jordan Cronenweth, quien a base de colores fríos y un precioso juegos de claroscuros, esculpió la luz de “Blade Runner” en irrepetibles planos”.
“Las perfectas facciones de Sean Young como la replicante Rachael, que no sabe que es una replicante o humana artificial. El primer primerísimo plano a un ojo reflejando las llamaradas del paisaje futurista. Las calles lluviosas y oscuras con el neón cortando el difuso horizonte de fondo. Rick Deckard lavándose la sangre de la boca tras casi perder la vida. El replicante Roy Batty diciendo la mejor verdad dicha en el cine: ‘estos recuerdos se perderán como lágrimas en la lluvia'”.
“‘Blade Runner’ me cautivó de inmediato, en especial bajo el hechizo de la música sensual de Vangelis, porque su punto de vista era el de los perdedores, los dejados de lado, estos humanos artificiales de segunda clase que solo querían vivir y ser tratados con dignidad. Era casi una sensación difusa de identificar en ese futuro distópico y lejanísimo a Chile, pero en el fondo tan próximo y dialogante con la realidad chilena de los años 80s, bajo una dictadura que segregaba brutalmente a chilenos en personas de primera categoría y personas de segunda, los que pateábamos piedras mientras los empresarios y políticos de la dictadura cívico militar saqueaban las empresas públicas”.
“Me hizo tanto sentido en su momento pero me hizo mucho más sentido en noviembre de 2019. Recordemos: ese año y mes es el cuando se ambienta Blade Runner, cuya trama acontece en esta imaginaria ciudad de Los Angeles, California: oscura, lluviosa, terminal y donde solo viven los que se quedaron abajo: los enfermos como el aviejado Sebastian, como los replicantes y como un puñado de personas que viven en una precaria condición, mientras los ricachones se escaparon con todo pagado a los Off-Worlds o los mundos fuera de la Tierra”.
“En noviembre de 2019 tenía el iluso sueño de visitar Los Angeles y recorrer los sets reales donde se filmaron algunas de las mejores secuencias, como el Bradbury Building en Downtown. Pero la realidad torció mis burgueses planes. El estallido social de octubre de 2019 en Chile fue una mejor película para apreciar donde los replicantes chilenos, los ciudadanos de segunda clase, se rebelaron contra tanto abuso y aprovechamiento. No viajé, entre otras razones, a la ensoñación hollywoodense porque en el fondo la realidad chilena superaba la ficción de noviembre de 2019 de Blade Runner con un país que pedía a gritos en el real noviembre de 2019 una ausente justicia social”.
“‘Blade Runner’ me tocó y me sigue tocando así de hondo. No la leo como una pieza lejana y capitalista. Todo lo contrario. La admiro y comprendo como una pieza universal que habla de la deshumanización del capitalismo en un futuro que ya es una realidad. De hecho, y para ser exactos, en un futuro que ya es pasado. Ya no estamos en 2019 sino que en un esperanzador e inquietante junio de 2022, un donde y cuando los autos no vuelan pero los sueños e ilusiones de un país más justo, sí”.