Por Juan Marín
Durante los años 1945 y 1946 se llevaron a cabo en Alemania los juicios de Nuremberg. Fueron procesos donde se enjuició a los principales responsables del régimen nazi por crímenes de lesa humanidad. Ocurrió lo impensado: varios de los jerarcas del gobierno de Hitler terminaron encarcelados y muchos otros con condenas de muerte. Así se hizo justicia para las víctimas del horror.
En Argentina el 13 de diciembre del 1983 se repitió una historia similar. El presidente de la transición Raúl Alfonsín firmó un decreto para poder comenzar un proceso judicial llamado “el juicio a las juntas”. El objetivo era llevar a los tribunales civiles a los principales partícipes de las tres primeras juntas militares de la dictadura argentina por su responsabilidad en las violaciones sistemáticas a los derechos humanos. Fue un proceso largo y dificultoso que terminó el 9 de diciembre de 1985, cuando se dictó la sentencia.
“Un filme que habla de democracia, justicia, verdad, memoria, reparación e historia, es imprescindible para el escenario político actual”.
Se ocupó una fórmula similar a la de los juicios de Nuremberg, los militares fueron llevados al estrado en audiencias públicas y televisadas, cargadas de conmoción pública dado los testimonios llenos de aberraciones que entregaron las víctimas. La mayoría de los testimonios ya habían sido recogidos en el informe Nunca Más, que en septiembre de 1984 había entregado al presidente Alfonsín la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas presidida por el escritor Ernesto Sábato. Sin embargo, el impacto que produjo en los argentinos el ver a las propias víctimas contando el horror que había padecido fue muchísimo mayor.
Argentina dio clases de democracia y justicia al mundo. Desde Nuremberg que no ocurría un juicio de tanta envergadura. Los fiscales Julio Strassera y Luis Moreno Ocampo lucharon contra un enemigo poderoso, recibieron poca colaboración y múltiples amenazas de muerte en su contra ejercidas por la ultra derecha y fascismos trasandinos. Pero lograron lo que nadie podría haber imaginado: meter a la cárcel a casi todos los líderes del periodo dictatorial.
Consiguieron que los principales responsables de los momentos más duros en términos de violaciones a los derechos humanos, Jorge Rafael Videla y el Almirante Emilio Massera, terminaran con presidio perpetuo.
Los fiscales se convirtieron en los héroes de toda una nación.
La película “Argentina, 1985” retrata este episodio determinante. El caso real de cómo estos dos fiscales trabajaron para aportar las pruebas decisivas del juicio más importante en la historia de su país. Una de las imperdibles producciones del año y una cinta necesaria para los tiempos de polarización política que se están viviendo hoy, fundados muchas veces en el olvido de la historia.
La película es reflexiva y valiente y nos recuerda que la democracia requiere de la memoria y la justicia para legitimarse y consolidarse.
Este filme lo dirige Santiago Mitre, que tiene experiencias en el género del thriller político, por ejemplo, con la película “La Cordillera”. Los fiscales son interpretados por Ricardo Darín y Peter Lanzani, quienes juegan un rol fundamental en darle vida y credibilidad a sus personajes, a pesar de un guion que a veces puede caer en algunos estereotipos similares a los de un melodrama hollywoodense sobre juicios.
Sin embargo, es tal la fuerza emotiva de la historia que se relata que ello no afecta la empatía que genera en gran parte del público.
Se trata de una gran propuesta y con razón Argentina la seleccionó para que la represente en los Oscar. Creo que es una de las grandes candidatas a quedar en el listado final de los Oscars a película de habla no inglesa. Ya viene de triunfar en el Festival de Venecia donde logró el premio de la crítica y también en el de San Sebastián, donde se llevó el galardón del público a la mejor película. Dos de los festivales más importantes en la historia del cine. Todavía queda varios meses por delante y de seguro se llevará más premios.
“Los fiscales Julio Strassera y Luis Moreno Ocampo lograron lo que nadie podría haber imaginado: meter a la cárcel a casi todos los líderes del periodo dictatorial”.
Un filme que habla de democracia, justicia, verdad, memoria, reparación e historia, es imprescindible para el escenario político actual. El chino Darín, uno de los productores de la cinta e hijo del gran actor Ricardo Darín, cuando ganaron el premio del público en el Festival de San Sebastián, fue muy certero al señalar: “nos resulta particularmente bello y hasta poético, que una película que habla sobre la democracia resulte ganadora en una votación popular entre los espectadores”.
La película es muy emotiva. Logra tocar una fibra sensible en el espectador. Hay algunos testimonios de las víctimas muy fuertes, por ejemplo, el de una mujer embarazada, los hechos que relata ponen los pelos de punta y son inimaginables. Los militares la maltratan antes, durante y después del parto. Una bestialidad sin nombre.
Pero a pesar del horror hay una dosis minimalista de comedia que se entremezcla con el thriller. La comedia, difícil en este contexto, está puesta en momentos precisos. Es un film que está muy bien logrado.
Las escenas finales son de una capacidad de interpelación y emotividad extraordinarias. Se basan en el alegato final leído por el fiscal Strassera, donde lanza frases para quedar inscritas en el mármol de la Historia:
“Este proceso ha significado…una suerte de descenso a zonas tenebrosas del alma humana, donde la miseria, la abyección y el horror registran profundidades difíciles de imaginar antes y de comprender después”.
“Nadie puede admitir que el secuestro, la tortura o el asesinato constituyan ‘hechos políticos’ o ‘contingencias del combate’ ”.
El discurso termina con dos palabras que según Strassera pertenecían ya al pueblo argentino (y hoy, diríamos, son patrimonio de la humanidad):
“Nunca Más”.
Una película así es importante para la mayoría de los países sudamericanos, especialmente para Chile, que sufrió una dictadura tan feroz como la argentina, con similares formas de represión ilegal y crímenes atroces, como la desaparición, tortura y asesinatos de personas. Sin embargo, en Chile no hubo un juicio de este nivel y muchos de los involucrados, entre otros los líderes de la junta militar, quedaron impunes.
En septiembre del 2023 se cumplen 50 años del golpe militar chileno, momento propicio para reflexionar de verdad sobre este tenebroso y oscuro periodo de nuestra historia y sobre cómo la impunidad ha permeado cada fisura de nuestra existencia desde hace medio siglo.
El filme llega a la plataforma Amazon a finales de octubre, pero sin duda hay que aprovechar de disfrutarla en pantalla grande. Una de las mejores películas del 2022, hasta ahora.
Muy buena crítica para una gran película, muchas gracias por estas reflexiones tan necesarias.
muchas gracias