Para la historia del cosmos, quizá cincuenta y nueve años no son nada, pero para la vida de un libro puede significar dos puntos contrarios: la intrascendencia o la conversión en un título canónico en la mente de los lectores.
Este misterio del porqué sólo algunas obras continúan rondándonos después de varias décadas de la fecha de su publicación, se acentúa con un libro como “Dune” de Frank Herbert, obra que no sólo sigue siendo popular entre los fanáticos del género de ciencia ficción, sino que se ha anticipado a muchas de las inquietudes contemporáneas: la fragilidad medioambiental, la escasez de combustibles fósiles y la amenaza del fanatismo religioso, entre ellas.
Una conversación social que cobra más vida con las dos películas de Denis Villeneuve: Dune (2021) y Dune Parte Dos (2024), que además de estar arrasando en la taquilla mundial, le está haciendo una acertada justicia a la novela, publicada en 1965.
“Dune” es una aventura épica cuya laberíntica trama se desarrolla en Arrakis, un desértico mundo poseedor de los únicos yacimientos de Melange, una especia que es clave para el comercio y control del imperio, y que además otorga a los navegantes (humanos mutantes) poderes psíquicos que son usados para vaticinar los trayectos de los viajes intergalácticos.
Arrakis o “Dune“, se convierte entonces en un planeta sobreexplotado por el imperio gobernado por Padishah Shaddam IV, quien controla los feudos o Casas imperiales, junto a una misteriosa entidad conocida como la Cofradía Espacial que tiene un interés personal en el control de la especia.
También, mezclándose con sus intentos de ejercer el control político, está la orden secreta de las Bene Gesserit, compuesta en su totalidad por mujeres que se entrenan toda la vida para realizar las tareas que se les asignen, y de paso ayudar en la preservación y progreso de la raza. Una versión galáctica de los científicos de Hitler encargados de la higiene racial a través de la eugenesia.
Cuando el emperador Padishah transfiere la administración de Arrakis (de la Casa Harkonnen a la Casa del duque Leto Atreides), comienza una lucha donde los Harkonnen usarán todos los medios, como el sabotaje y la traición, para exterminar del universo el linaje Atreides. Cuando el Barón Harkonnen logra asesinar a Leto Atreides, empuja a su cónyuge Jessica e hijo (Paul) a escapar por las hostiles arenas de “Dune“.
En esta travesía por la supervivencia, la Dama Jessica y Paul se encuentran con los Fremen, hombres con tradiciones de larga data y creencias que entran en juego cuando se determina que Paul podría ser el kwisatz haderach. O sea, el producto final de un experimento genético, diseñado y profetizado por las Bene Gesserit para que a largo plazo se transforme en el salvador.
Cuando Paul se integra a la tribu, es bautizado por el nombre de Muad’Dib y los eventos tienen lugar durante un período de varios años que, a la larga, permitirá que Paul-MuadDib tome venganza por su propia casa y por extensión, libere a su nuevo pueblo.
A grandes rasgos, y muy en general, los párrafos anteriores son sólo un esbozo de la compleja historia de “Dune“, y revelar más en una síntesis resulta un despropósito no sólo por el espacio y tiempo que supone, sino también porque restaría delicia a la degustación de una novela en la que Herbert es extremadamente detallista, logrando un mundo singular muy parecido al de la Tierra Media de Tolkien, pero recubierto de misticismo, filosofía y política.
Una obra con ricas lecturas e interpretaciones que todavía hoy, 59 años después de su publicación, sigue siendo actual.
Cazando dunas
Hace más de medio siglo, el en ese entonces periodista, Frank Herbert, llegó a su oficina para continuar trabajando en un artículo sobre el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos. Debía juntar material y antecedentes que avalaran la venta del artículo a su editor, ya que éste no tenía mucha confianza en el tema que, precisamente, trataba de las dunas.
Cuando consiguió financiar la mitad del viaje, el periodista partió en un pequeño avión hacia Florence, Oregón, donde descubrió que las dunas al igual que los seres vivientes se movían y con el tiempo podían tragar ríos, obstruir lagos y sepultar bosques. “Estas ondas pueden ser aún más devastadoras que las olas“, escribió Frank a su editor; “incluso han causado muertes“, concluyó a partir del artículo que nunca fue publicado.
A pesar de la indiferencia de su editor, Herbert estaba fascinado por el proyecto de detener las dunas, por lo que superpuso la historia en una novela de aventuras originalmente llamada Planeta de las especias. Sin siquiera notarlo, Herbert comenzó a escribir casi setenta páginas a la semana en un momento de la historia en que la ciencia ficción estaba en decadencia.
Por lo tanto, Herbert y su gigantesco manuscrito de más de 500 páginas (entre mapas, glosarios, apéndices y otros materiales) fue rechazado por decenas de editoriales, pero en el año 1965 finalmente fue aceptada por Chilton una pequeña imprenta conocida por sus catálogos de autos.
Los escritores de esa época habían imaginado viajes galácticos por mundos extraterrestres, y habían escrito sobre catástrofes ambientales, pero la escala de “Dune“ no tuvo precedentes y sólo fue comparable “como dijo Arthur C. Clarke en su momento”, a “El Señor de los Anillos“.
“Soy un animal político“, dijo Herbert en una entrevista el año 1983. “Nunca dejé el periodismo, todo lo que escribí trata sobre la escena actual. Las metáforas están ahí“, explicó el escritor sobre “Dune“.
“El planeta era algo que realmente se podía sentir“, dice el novelista Kim Stanley Robinson. “Herbert pasó mucho tiempo al aire libre, se puede ver en la escritura que ha visto cosas que sólo pueden ser descritas si has estado allí, físicamente“, concluye.
La Duna de Jodorowsky: La droga sin tomar la droga
Debido al gran número de seguidores, la trama de “Dune“, ha intrigado a muchos artistas de diversos géneros, convirtiéndola en fuente de inspiración para muchas formas de arte y de oportunidades comerciales como, videojuegos, juegos de mesa, numerosas secuelas y la infaltable adaptación al cine.
En 1974, el escritor y cineasta chileno Alejandro Jodorowsky fue llamado por una conciencia superior, un espíritu consumidor de LSD para adaptar al cine la novela “Dune“. El mismo guerrero espiritual que lo incitó a volver loca a la audiencia mexicana con su primera película “Fando y Lis” y posteriormente, con “La Montaña Sagrada“.
Esta última recibió buenas críticas de los expertos y numerosos fanáticos alrededor del mundo, por lo que su productor Michel Seydoux dio luz verde para que Jodorowsky iniciara su nueva travesía mesiánica, quien sólo acertó a decir: “‘Dune‘”, sin vacilar”.
Alejandro admite que ni siquiera había leído el libro. Por lo tanto, con frecuencia alude al destino cuando se habla de la producción. El chileno da a entender que la impulsiva decisión de adaptar “Dune“, era parte de un plan cósmico que quiso ponerlo junto con la novela de Herbert. Sin embargo, es una premisa dudosa teniendo en cuenta que la película nunca consiguió ver la luz.
Más tarde, Seydoux alquiló un castillo en Francia como centro de operaciones para escribir la adaptación fílmica de”Dune“. El trabajo del autor Frank Herbert era la Santa Biblia de los devotos de la ciencia ficción, pero aun así, los derechos de autor se obtuvieron por prácticamente nada, como si Hollywood hubiese previsto que no se podría dar forma en una película comercial.
“Yo quería hacer una película que diera a la gente que en esa época consumía LSD las alucinaciones que la droga daba sin tomar la droga“, explica Jodorowsky en el documental “Jodorowsky’s Dune”, realizado por Frank Pavich.
Para hacer frente a esta imprudente y noble aspiración, buscó a los “Guerreros espirituales”, que van desde el técnico en efectos especiales Douglas Trumbull, conocido por su trabajo en “2001: odisea en el espacio” “Alejandro lo descartó porque su aura no coincidía con el espíritu de su ejército. Un hombre lleno de sí mismo, vanidoso, en su proyecto era el enemigo”, el famoso ilustrador Jean “Moebius” Giraud (director artístico encargado de esbozar más de tres mil paneles del storyboard), Dan O’Bannon; el actor de “Kung Fu”, David Carradine; la banda sonora de Pink Floyd; su hijo Brontis para el personaje principal (Paul); Chris Foss, como diseñador de las naves espaciales; el genio Salvador Dalí y su musa Amanda Lear; el icónico surrealista suizo HR Giger, Mick Jagger, Orson Welles, sólo por nombrar algunos de los talentosos artistas que serían parte de la travesía de Jodorowsky.
Sin duda, era necesario un toque de locura de todos los involucrados para intentar tal empresa.
“Jodorowsky capitaliza el cachet de exclusividad. Daba la maravillosa sensación de ser parte de una elite creativa, y en el tratamiento como una fuente de sabiduría esotérica, Duna de Jodorowsky hace que el proyecto parezca como un evangelio gnóstico perdido. El hecho de que la película no exista para justificar todo esto sólo refuerza su poder”, dice Pavich.
Mi Duna
Jodorowsky pretendía incluir en la película una larga escena, que emula un viaje que atraviesa toda la galaxia para terminar en cero con los piratas de especias, lo mismo que confrontaciones de los gusanos de arena, una fortaleza con la forma de la cabeza del Barón Harkonnen equipado con barreras de enorme cuchillos, y el mesiánico fallecimiento de Paul. Un final fascinante, alterado drásticamente a partir del material de origen.
El héroe, Paul Atreides, el único hijo del duque asesinado y mesías psíquico del planeta Arrakis, es apuñalado a muerte por Feyd, sobrino del Barón Harkonnen, pero su espíritu inmediatamente posee el cuerpo de otro. Luego otro, y otro, y otro, y varias personas a la vez. Luego una multitud comienza a cantar al unísono “Yo soy Paul,” y Arrakis, un mundo desierto casi sin vida, florece de repente con el agua y la vida. Los bosques, los ríos y los animales aparecen de la nada, y todos los humanos en Arrakis inmediatamente se unen a una sola mente con espíritu colectivo. El planeta se dispara a través de la galaxia para difundir sus vibras iluminadoras para el resto del cosmos.
“‘Dune‘“‘ es el mesías de los planetas, porque es un planeta con conciencia”, cuenta Jodorowsky.
Quien esté familiarizado con la novela original de Frank Herbert sabe lo que es un cambio radical del trágico y ambiguo final del libro. Y cualquiera está en buena posición para experimentar la versión de Jodorowsky, que no depende ni del libro de Herbert ni de la capacidad de la audiencia, o el deseo de entender lo que está pasando.
“Cambié el final, evidentemente” lo hice. Fue mi “Duna”. Cuando se hace una adaptación no se debe respetar la novela. Es como cuando te casas, ¿no? Vas con la esposa de blanco, la mujer es pura, pero para poder tener hijos tienes que faltarle el respeto. Es necesario arrancarle el traje y violar a la novia. Y así, sólo entonces, tendrás tu película. Yo estaba violando a Frank Herbert, violando, violándolo, pero con amor, con amor”, expresa el cineasta en el documental.
Y estén de acuerdo o no con los cambios de Jodorwsky, todos los entrevistados en el documental que no formaron parte del propio proyecto (incluyendo a los cineastas Nicolas Winding Refn y Richard Stanley y a los críticos de Drew McWeeny de Hit Fix y Devin Faraci de Badass Digest), son de la opinión de que “Duna” de Jodorowsky habría sido una película épica, alucinante, impresionante que podría haber cambiado el cine para siempre. Más de una vez, sugieren que pudo haber reemplazado “Star Wars” en la cultura popular.
Cuello cortado
Sin embargo las ideas visionarias de Jodorowsky eran tan impresionantes como caras, por lo que el presupuesto final de la película fue de $15 millones de dólares. Valor que automáticamente hizo temblar los bolsillos de los productores de Hollywood, más cuando se enteraban que en la cabeza del proyecto estaba el poco convencional Jodorowsky; en consecuencia, “Dune“ de Alejandro Jodorowsky fue rechazada. Despedido de su propio proyecto porque sus notables ideas eran muy adelantadas para ese tiempo.
Para Jodorowsky la cancelación de la película, no fue un fracaso, sólo fue un cambio de sentido. Una puerta a una nueva creación. Así todo lo que había trabajado en “Dune”, (labor que había plasmado en un libro) lo convirtió en otros universos, como el famoso comic “El Incal” y la idea de la concepción de Paul Atreides, a través de una gota de sangre, la usó en su cómic “La casta de los metabarones“.
“‘Dune’ es como Paul. Su cuello fue cortado. El film no se hizo, al film lo mataron. Pero como Paul, a ‘Dune’ de Jodorowsky lo puedes ver en otras películas gritando ‘Soy Dune’, ‘Soy Dune’“, cuenta Bronti Jodorowsky.
En películas como “Flash Gordon”, “Prometeus”, “Aliens”, “Star Wars”, se pueden ver parte de las ideas del equipo de Jodorowsky: “‘Dune’ es como un gran asteroide que casi choca con la tierra, pero aún la logra inseminar con todas estas esporas maravillosas”, dice el cineasta Richard Stanley y concluye. “En un mundo donde ‘Dune’ de Jodorowsky no existe, tal vez tampoco exista ‘Aliens’, ‘Blade Runner’, no hay William Gibson, no hay ‘Matrix’ y todas las cosas que vienen de esta línea”.
El crítico de cine, Drew McWeeny concuerda exponiendo que “Star Wars” tiene un montón de referencias a “Dune” de Jodorowsky; las peleas de espada es una gran referencia. “Existe una escena donde Paul pelea con un robot de entrenamiento, la que concuerda mucho con la escena donde Luke Skywalker pelea con una bola“, dice.
Aunque no se filmó y el resultado del filme siempre será un misterio, “Dune” de Jodorowsky es un horizonte cinematográfico del que puede hablarse y con muchas más expectativas de las que alcanzan obras concretadas en el caso de autores de menor envergadura.
La Duna de David Lynch
A principio de los años 80, la hija del productor italiano Dino De Laurentiis convenció a Universal Studios para terminar la tarea antes comenzada por Jodorowsky. El director y guionista escogido para esto fue David Lynch, lo que dio como resultado una película extraña y, para muchos, mala. Todos saben que la novela de Herbert en sí es complicada, pero pareciera que David Lynch se hubiese esforzado para hacerla aún más intragable.
Considerado como uno de los cineastas más creativos e inusuales de su generación, Lynch ha ganado una reputación para enfrentar al público con su distintiva visión personal, mostrando deformidades físicas y psicológicas de forma inquietante. Sus obras a menudo se centran en personas alienadas y obsesivas que reflejan bien su propia personalidad o las de personajes extraídos de la cultura popular estadounidense y el cine.
Hace hincapié, de igual forma, en situaciones siniestras que están fuera de su control; Lynch explora las realidades desagradables y grotescas ocultas bajo la plácida superficie de la existencia cotidiana. Se adopta un enfoque intuitivo, surrealista, para invadir a los espectadores con imágenes sugestivas de prácticamente todo.
En resumen, se caracteriza por querer dejar su sello en cada película que hace. Sin embargo, si una de sus cintas se basa en material preexistente, lo más probable es que cruce la delgada línea entre adaptación y profanación.
En el caso de “Dune“, estrenada en diciembre del año 1984, se puede ver una obra profundamente defectuosa, una empresa que ha fallado comercialmente, pero que se las arregló para extraer partes esenciales de una de las obras más densas de la ciencia ficción.
El escritor David Foster Wallace, en su libro, “Algo supuestamente divertido que jamás volveré a hacer“, publica un ensayo sobre Lynch y dice: “‘Dune’, estrenada en 1984, es, sin lugar a duda, la peor película en la carrera de Lynch, y es muy mala, la verdad sea dicha. De alguna manera parece que Lynch no la hubiese dirigido; ‘Eraserhed’, en cambio, ha sido esa que tienes que vender tu plasma para comprar la obra maestra, con un diminuto cast y equipo a quienes nunca le han pagado. ‘Dune’, en el otro extremo, tuvo uno de los más grandes presupuestos en la historia de Hollywood, y el grupo de personas que trabajó en su producción fue del tamaño de una nación caribeña, y la película contó con costosos y novedosos efectos especiales”.
“Además”, continúa Foster Wallace, “la novela de Herbert es increíblemente larga y compleja, a parte de todos los dolores de cabeza que trae una gran producción comercial financiada por un hombre que lleva unos Ray-Ban, Lynch tuvo problemas haciendo la adaptación de la historia, la cual, hasta en la novela es complicada hasta el límite del dolor. En resumen, la dirección de ‘Dune’ requería la combinación de un técnico y un administrador, y Lynch, aunque sea tan bueno técnicamente como cualquier otro, es más el tipo de niño brillante que a veces es ingenioso estructurando fantasías y se sumerge totalmente en ellas, y deja que otros niños participen, únicamente, si él mantiene el completo control imaginativo”.
El libro de Herbert ofrece una historia meticulosamente detallada de un futuro oscuro, donde las casas reales comienzan una guerra por el control de la especia y los beneficios que ello acarrea, por lo que el metraje que pretendía Jodorowsky para su película fue imposible. La película de Lynch sufrió numerosos cortes en la edición final, cuyo resultado sólo fue una cinta de dos horas 17 minutos, aun larga para las salas de cine (impensable vender una película de Peter Jackson). Así, “Dune” de Lynch en lugar de contar una historia, se conforma con mostrarla.
La película se basa en una serie de ráfagas de voz en off y exposiciones entrecortadas.Pensamientos y muecas de los actores, que suelen recordar los gags de Saturday Night Live. Realmente son cosas que, quizás por el año en que fue realizada, ahora se ven hilarantes. En los libros, los personajes pueden decir exactamente qué piensan, se supone que en las películas se deben mostrar de forma diferente, a través de las acciones, el lenguaje corporal, las expresiones faciales, junto con por supuesto, los diálogos. Estas cosas deben servir perfectamente para informar al público del estado mental de un personaje.
Foster Wallace concuerda y escribe: “Se puede ver que algunos de sus defectos son, claramente, responsabilidad de Lynch: escoger al joven nerd, cara de papa, Kyle MacLachlan como un héroe épico y a un tipo que no es actor, Sting, como villano sicótico, por ejemplo. O, peor, tratando de explicar la trama, haciendo los pensamientos de los personajes audibles en la banda sonora mientras la cámara se acerca ponchando a los personajes con gestos pensativos”.
“El resultado es una película graciosa mientras trata de ser mortalmente seria. Donde necesites una buena definición de fracaso, aquí la tienes, porque eso fue Dune: un inmenso, pretencioso e incoherente fracaso. Pero buena parte de la incoherencia es responsabilidad de los productores de De Laurentiis, quienes cortaron miles de pies de la película que Lynch había entregado, justo antes del estreno. Hasta en vídeo, no es difícil ver dónde se hicieron esos cortes; la película luce eviscerada, y sin querer, surreal”.
Si el objetivo de la película era crear, al igual que el libro, un mundo que se sintiera totalmente extraño, entonces Lynch y su estilo surrealista, fueron la elección correcta. Con sus secuencias de sueños extraños, plagadas de imágenes de fetos y energías brillantes, y un paisaje inquietante como el infierno industrial del planeta natal de los Harkonnen, pretende poner al espectador en algún lugar desconocido, mientras hace alusión a una historia oculta que no logra reflejar en la pantalla.
Tal vez, “Dune“ de Lynch no suena como algo que se apetece mirar. Pero no, no es así. Sin duda es una ciencia ficción diferente a la de “Star Wars“, que fue imaginada y desarrollada para entretener. “Dune“, en cambio, quería desafiar y aunque sus intentos para pontificar sobre la religión y la ecología pueden haber sido su perdición, esos intentos también produjeron algunos de los momentos más resonantes de la película.
Además, siempre es fascinante ver la obra de Lynch, y si se conoce la trama de “Dune” a partir de la lectura del libro, o de la miniserie del año 2000, la película de 1984 vale la pena de ver. Hay algunas actuaciones que incitan el morbo, como las de Sting (que se ve igual que hoy), otras interesantes como las de Patrick Stewart (maestro de Paul Atreides) y Dean Stockwell (el doctor Doctor Wellington Yueh, también agente secreto del Barón Harkonnen).
Lynch es un autor que fue capaz de resurgir del desastroso movimiento de las dunas, donde fue tragado. Desde entonces, él se ha pegado sobre todo a los pequeños proyectos, películas de bajo presupuesto, que es probablemente donde su peculiar talento calza mejor (qué ahí se quede).
Pero sin duda, su obra no es apreciada a la primera. Y un buen cinéfilo, falto de egocentrismo intelectual, sabe y reconoce que valorar las obras de Lynch, se trata de un gusto adquirido.