La primera temporada de True Detective me sedujo por las mismas razones que la cuarta temporada de la franquicia, cuarta temporada llamada Night Country y que acaba de terminar merced la creación dirección y escritura de la talentosa Issa López.
¿Qué cosas veo en común entre las dos temporadas?
Misterio, terror cósmico, la imposibilidad de asir el mal y policías desbordados por sus casos imposibles de resolver.
El creador de la franquicia, Nic Pizzolatto, no ha dejado de hablar mal de esta temporada con Jodie Foster y la extraordinaria Kali Reis. Nic Pizzolatto, que se quiere llevar los créditos de una primera temporada que sin duda no sería lo que es sin la dirección y visión de Cary Joji Fukunaga, es un mal perdedor.
No participó creativamente en nada de este último ciclo y aun así, pese a las excelentes críticas recibidas para la cuarta temporada, pese a el enormes aumento de rating, no escatima ofensas contra el insuperable trabajo de una colega mujer.
¿Celoso? ¿Enojado? ¿Machista?
El talento y visión de Issa López nos ha brindado una temporada brillante, un policial que se mueve entre el mundo de los vivos y los muertos sin fronteras lógicas explicables ni racionales. Si la atadura del cabo final puede ser explicada en el mundo de los vivos y las leyes racionales que nos rigen, hay muchos otros cabos que quizás se aten al otro lado de la irracionalidad, como esa lengua congelada y algunos espectros que penan a los personajes.
True Detective: Night Country es una lección de dramaturgia por donde se la mire: una película de larga duración que aprovecha cada gramo de talento de su elenco: Jodie Foster, asumiendo el peso y la posta de Clarice de El silencio de los inocentes décadas después sin problemas, y la fuerza indómita de Kali Reis, hacen crecer esta des-construcción del buddy movie hacia zonas adictivas, imposibles de soltar y que llaman nuestra atención en cada fotograma.
Claro, hay sarcasmo y humor contenido si hablamos de Buddy Movie, pero Issa López lleva las cosas hacia un registro mestizo que cubre el terror cósmico de “The Thing”, de John Carpenter (y por ende de Lovecraft); el noir y el expresionismo alemán nunca más envolvente como en esta ocasión (la maldita noche eterna llena de oscuridad cada rincón) y un sino trágico que comienza con guaguas recién nacidas condenadas a morir por la contaminación galopante del lugar: un pueblo chico, nevado, oscuro, frío, pero convertido en un infierno gigante y absoluto.
No comprendo las razones del ninguneo de Nic Pizzolatto para un producto tan elevado, ambicioso y perfectamente ejecutado. Muy superior además a las tibias segunda y tercera temporada de True Detective productos de su mano y obra.
¿Misogina? ¿Racismo? Vaya uno a saber.
Mejor preocuparse de lo que queda: True Detective: Night Country es sublime. Una experiencia tan original y elegantemente filmada que solo merece ovación para la genia Issa López.