Después de una larga pausa -desde noviembre es la espera- al fin se estrenó el quinto capítulo de la segunda temporada de “Invencible”: se trata de un regreso a lo grande y etiquetable como una noble excepción al agotamiento de los superhéroes en el cine y el streaming. Por Ernesto Garratt
Prime Video tiene en su catálogo dos nobles excepciones al llamado agotamiento de los superhéroes, en el cine y en el streaming. “The Boys”, serie live action de lúcida y oscura reflexión sobre los paladines vistos como parte de la propaganda de los medios; y el objeto de esta reseña: la cada vez mejor “Invencible”, basada en las historietas de Image Cómics creadas por Robert Kirkman; Cory Walker y Ryan Ottley, y que acaba de dejar la vara altísima en su quinto episodio de su segunda temporada.
Después de una larga espera, por fin este 14 de marzo regresó el joven héroe Mark y quien en esta ocasión tiene que encarar los cada vez más intensos plot twists en su agitada vida: desde cuidar a un inesperada hermano menor extraterrestre, enchufarse a su existencia rutinaria y humana y, cómo si fuera poco, salvar otra vez al mundo.
El efecto coral de “Invencible” funciona a la perfección y la calidad de la primera temporada en este sentido funciona mejor aún ya que nada sobra: ni el secundario más irrelevante como el asistente del maquiavélico mandamás Cecil (reconstruido tras su “muerte”) o la nueva pareja de Omni-Man o las múltiples facetas de los secundarios que suman, cada uno, migas necesarias y vitales para formar este combo alto en los azucares de intensos y sorpresivos momentos.
De hecho, eso es lo que importa en esta nueva fase de “Invencible”: ponerse al día en la Tierra tras la ausencia de Mark y eso quiere decir que esta es una operación bisagra necesaria después del “zorrazo” que nos dejó el cuarto episodio de la segunda temporada: Omni-Man derrotado por sus pares, los violentos y conquistadores Viltrumite.
Lo que sobresale en esta temporada son las paralelas líneas argumentales que parecen tema aparte del núcleo central, un hijo que trata de redimir a su padre o por lo menos no convertirse en lo que odia, o sea, este progenitor llamado Omni-Man (aunque está arrepentido de su pasado cruel y sádico): líneas argumentales que se van trenzando con talento y unidad orgánica en una historia trepidante donde la falibilidad humana (y sobre todo sobre humana), es la fuente de un adictivo placer en el mayor desgaste y agote de los superhéroes.
