Por Matías Bertucci
La producción de Sony Pictures y Amazon Studios a cargo de Eric Kripke, basada en el cómic homónimo de Garth Ennis y Darick Robertson, es una magistral sátira que debería interpelarnos cómo sociedad.
Yendo a aspectos generales de esta serie de tres temporadas producida en Toronto, estrenada a mediados de 2019, y cuya última entrega se acaba de lanzar a través de la plataforma Prime Video, debemos precisar que estamos ante una trama interesante, bien llevada, que, aunque parezca burda en la resolución de algunas escenas, tiene un trasfondo que evidencia el carácter inteligente de la misma.
Las interpretaciones son predominantemente buenas, desde los protagonistas en dónde destaca el neozelandés Karl Urban como Billy Butcher, el líder de The Boys, Jack Quaid humanizando el personaje de Hughie, o la gran Erin Moriarty como Starlight. Es menester nombrar la excelente performance de Karen Fukuhara como Kimiko. Por último, también resulta necesario otorgar un especial énfasis a Antony Starr como Homelander.
Los efectos especiales y la puesta en escena complementan un muy buen producto. Pero además de todo esto, y como corolario a esta invitación a disfrutarla, debemos decir que es la serie mainstream con la crítica mejor esbozada al capitalismo, a la sociedad estadounidense y a su hegemónica dispersión cultural.
Para entender las razones por las cuales su argumento funciona como una irreverente denuncia social, hay que precisar la importancia del género al que finalmente se parodia el desarrollo de la serie: los superhéroes.
La era de los superhéroes trajo al cine, desde los comics, parte de la idiosincrasia burguesa: el o los individuos, mejores, más capaces, o destacados por alguna cualidad particular, salvando al mundo.
La actual batalla DC vs Marvel, con el desarrollo de ambas productoras marcando el resurgimiento de los superhéroes en la cultura pop, pone a disposición todo su material para ser abordado en una crítica introspectiva hacia el culto al individualismo y la carencia de raciocinio que estas producciones suelen proyectar.
Si bien en los comics originales sobre los que se inspira la serie conocemos más en profundidad la historia de cada personaje, con una trama individualizada en cada uno de ellos, en este caso el argumento de la serie tiene otro foco: el carácter negativo resultante de esta realidad, basando el relato en los personajes de Butcher y Homelander como los villanos/superhéroes y su álter ego.
Casi siempre, las historias nos presentan personajes heroicos producto de los controlados mass media y todo su marketing. Algo que claramente contrasta con un oscuro presente y pasado, y una suerte de mezcla entre meritocracia y elección divina que los pone en una posición de privilegio. Que Dios sea la causa “natural” de estos superhéroes es usado en la historia como un arma de justificación de un sistema socio económico cada vez más cuestionado, y en dónde, al igual que se evidencia en la serie, vemos los problemas que se generan asociados a la poca capacidad de dominio del ego en los elegidos.
Justamente The Boys , de forma disruptiva, toma todos estos elementos para poner en pantalla una nueva crítica a los propios cánones morales sobre los que esta erguida nuestra sociedad, y no solo a un nivel abstracto.
La serie parodia nuestro comportamiento cotidiano, cuestiona nuestros estándares contemporáneos para idolatrar figuras, dándole un giro filosófico a la típica trama de epopeya, tiñendo de humor negro y mucho sarcasmo la exageración voluntaria en el desarrollo de algunas escenas.
Los superhéroes irresponsables, abusivos, engreídos, poco preparados, cínicos, sin real valor agregado y terriblemente nocivos en The Boys , pueden ser muchos de los influencers que inundan nuestro día a día y nos llevan consciente e inconscientemente a tomar las decisiones que ellos deben inducirnos según quien los maneja. Ese tenebroso entretejido que se desarrolla en las redes sociales ante nuestra pasividad, comodidad y nulo cuestionamiento esta fielmente representado por la trama de esta excelente producción.
Y así, cada capítulo no pierde oportunidad de sugerirnos escenarios alternativos en dónde posiblemente estemos comportándonos como tontos útiles alienados, sin exigir un real justificativo, entregándonos a los portadores de banalidades e imperativos externos: discursos subliminales en eventos religiosos, líderes de coaching que acaban elaborando estafas piramidales, estrellas, celebridades y farándula, las autoridades y los propios políticos con sus poco transparentes negociaciones, las empresas farmacéuticas, las armamentísticas, los medios de comunicación, hasta al nacionalismo y patriarcado, englobando a los defensores de cualquier tipo de verdades absolutas transformadas en dogmas para una sociedad adormecida.
Pero quedarnos solamente con esta perspectiva inconclusa sería un error y una subestimación a la trama. Si bien se explicita la existencia de quienes validándose como los elegidos, llegando a compararse con dioses bajo la justificación de su capacidad superior para hacer el bien, terminan perturbados por la lujuria, la fama y la extravagancia, o simplemente se aprovechan de la vulnerabilidad espiritual de sus seguidores; la serie no funciona como una queja ante este grupo de privilegiados, sino que nos hace reflejarnos justamente en esa masa social idiotizada y encandilada, incapaz de detectar la naturaleza real de lo que idolatran, esa misma masa que sustenta, y sin la cual, los abusivos anteriormente nombrados directamente no existirían.
También, claro está, nos evidencia ese imparable funcionamiento de la maquinaria corrupta y comercial, haciendo presa y volviendo funcional incluso a quienes osan desafiar desde dentro a la propia tiranía disfrazada de heroísmo.
Las situaciones, como sucede en los filmes de superhéroes, suelen acaban resolviéndose bajo la espectacularidad y lo absurdo, algo que termina siendo utilizado para centrar todos los elementos interpretativos en la parodia como tal, mientras transcurre un guion que no deja de ser entretenido una vez aceptamos los parámetros del mismo.
The Boys entonces muestra cómo sería el mundo, realmente, si los superhéroes existieran. Pero también nos muestra cómo es el mundo hoy, con sus lobos disfrazados de corderos, y con una sociedad que vende el rico patrimonio de su atención al bajo precio del confort y el placer vacío.