No hay mejor comentario político en la actualidad que “The Boys”, la serie de superhéroes etiquetada de “sátira”, “parodia”, pero a la vista y paciencia de cualquier testigo medianamente informado de la contingencia, se trata de un fiel reflejo del objetivo auge del fascismo al nivel global.
En lo que va de la cuarta temporada de esta impresionante serie de superhéroes, basada en los cómics homónimos escritos por Garth Ennis y Darick Robertson, hemos profundizado durante todo este tiempo en el despiadado making of del poder.
Homelander, el Superman de este universo realista y cruel, es un paladín en las antípodas de la moralina del Hombre de Acero. Como lo hemos comprobado durante tres temporadas previas, Homlander es un criminal. Un sicópata. Un genocida. Un abusador que aprovecha todo el aparato de propaganda de la empresa privada Vought, que lo creó -a él y a una generación de personas con superpoderes- para falsear una y otra vez la verdad. Para borrar sus crímenes, para instalar narrativas ventajosas para el negocio que él lidera y sus jefes: el negocio de la salvación y el heroísmo.
Crítica directa al neo-fascismo impulsado por Donald Trump en EE.UU. y por otros líderes neo-nazis en el globo, “The Boys” es una serie sobre cómo es casi imposible derrotar este lamentable escenario actual. Da lo mismo el esfuerzo porque Homelander y “Los 7” (su Liga de la Justicia o una crítica al G-7) tienen toda la maquinaria del poder funcionando para ellos: prensa oficial falseando la realidad a conveniencia, películas de Hollywood con narrativas a favor del falso patriotismo, una iglesia de creyentes sin dedos de frente dispuestos a comprar las palabras vacías de Homelander: “For America”.
Los Boys de “The Boys” son un comando de la CIA que insiste en derrotar y desenmascarar el reinado de Homelander a punta de pequeñas y erráticas acciones, no exentas de frecuentes baños de sangre, en extremo brutales y casi siempre bajo el amparo del uso y abuso de los superpoderes de héroes y villanos, que para esta serie es prácticamente lo mismo.
Desarrollada para televisión por el escritor y productor Eric Kripke, la serie “The Boys” es de una incorrección apabullante y no porque haya violencia, sangre, sexo bizarro y /o personajes amorales y muchas veces verdaderos hijos de p***. Es políticamente incorrecta porque lee y muestra correctamente lo incorrecto de la actual política global: los fariseos fascistas, el populismo, la manipulación de los medios y los grandes grupos de poder alineados para el control y vaciamiento de la idea de democracia frente a nuestros ojos.
Esta cuarta temporada ha ido más allá que los previos ciclos. Hay más descaro, maldad, negrura y conciencia de clase. ¿Una serie comunista?. La actual temporada de “The Boys” es de una honestidad brutal. Es una serie de ficción. Pero en su corazón narrativo late el mismo pulso de denuncia ante el horror del imperialismo cuando vemos en las noticias del mundo real a la administración de Joe Biden abrazando las palabras “libertad”, “justicia”, “igualdad”, mientras su aliado, el ejército israelí, decapita y destroza a vista y paciencia de la manipulación mediática los cuerpos de decenas de miles de niños, mujeres y civiles en Gaza.
“The Boys” está siendo atacada por los libertarios y fascistas del siglo XXI. Y eso, más sus altísimos méritos artísticos y narrativos, hace que a quienes nos gusta estemos del lado correcto de la historia. ¿Alguien habla de la decadencia o desgaste de los superhéroes en el cine y TV? Se equivocan. Al mostrar cómo estos personajes en verdad serían en el mundo real, unos hijos de p***, “The Boys” está logrando lo que parecía imposible:
“MAKE SUPERHEROES GREAT AGAIN”.