Home AVATAR EL CAMINO DEL AGUA “Avatar: El camino del agua”: El asombro perpetuo de James Cameron

“Avatar: El camino del agua”: El asombro perpetuo de James Cameron

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Por Ernesto Garratt

Esta secuela de “Avatar” es impresionantemente superior en técnica y efectos especiales respecto de su predecesora. Hay tantas capas por dónde examinar el enorme espectáculo audiovisual al que uno se enfrenta en la sala de cine.

 ¿James Cameron se supera a sí mismo? Así es el director de clásicos contemporáneos del cine como “Terminator”, “Titanic” y la misma “Avatar” lo vuelve hacer de nuevo: nos deja con la boca abierta merced una puesta en escena que simplemente marca un nuevo hito en lo que se supone va a ser el futuro consumo de cine de ahora en adelante.

Al igual que Georges Méliès en los inicios del cine, James Cameron está redefiniendo la estética y la ética de este medio audiovisual en pleno siglo XXI usando el poder de los trucos visuales.

El director de cine que debutó con la increíble “Terminator” en los años 80 empezó su carrera previa en el departamento de efectos especiales películas como “Escape de Nueva York” de John Carpenter. No es menor este detalle. James Cameron sabe, al igual que George Lucas, que hacer cine significa en realidad “hacer efectos especiales”.

¿Qué quiere decir esto? Que el cine como secuencia visual armonizada y definida por el montaje y el prodigio visual que contenga la visión del director de turno, nos puede entregar ilusiones y trucos mágicos como un literal viaje a otro mundo, un ticket expreso a una realidad que en verdad no existe y que puede parecer hecha de sueños… O pesadillas.

De hecho, esta experiencia que parece por momentos un sueño vívido resulta un entretenido carrusel onírico que, les ruego, vean en el IMAX 3D de su mejor elección. En ese formato y en esa tridimensionalidad, se lo ruego, ya que la película logra su mayor grandeza justamente en esas condiciones y lo que resulta es una simulación increíble de la realidad con look de video juego hiper avanzado y sincronizado perfecto con el devenir del tiempo real cuando se juntan humanos y Na’vis en una mismo cuadro.

A diferencia de la primera “Avatar”, aquí casi no hay presencia de humanos haciendo de humanos. Lo que abunda por el contrario, son personajes e historias protagonizadas por seres de animación digital azul. Pero estos personajes no parecen falsos o fakes: el impresionante upgrade de efectos especiales logrados por el equipo de James Cameron en la captura de movimiento y los detalles de gestos, poros, nado submarino y, en general, el espejismo de la vida misma en los paisajes conocidos y por conocer de Pandora, es sobresaliente. Impresionante. Un logro fuera de este mundo.

Desde el punto de vista narrativo la película funciona como lo que siempre  se propuso hacer: una oferta de matiné tipo “Princesa de Marte”. Esto es un una fantasía espacial digna de Edgar Rice Burroughs y no pretender ser “2001: Odisea en el Espacio” ni “La llegada” ni “Interstellar”. Esto es ciencia ficción para las masas y se trata en ese sentido de un melodrama muy bien llevado acerca del amor filial y familiar del protagonista, un Jake Sully convertido en un Na’vi hecho y derecho, y lo que debe sacrificar para lograr mantener a su familia unida frente al peligro que nuevamente acecha sobre su cabeza.

Reitero: esta película hay que verla en pantalla grande ojalá en el IMAX 3D de su elección porque la inmersión que provoca esta nueva puesta en escena del mago James Cameron es, simplemente,  asombrosa.

 Lejos el mejor estreno de cine comercial en muchos años y basado en el mismo fenómeno anclado en el corazón del cine industrial: El asombro perpetuo frente a la mejor simulación de la vida que podemos ver en la pantalla.

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