La profesión de los escritores suele influir en la literatura que crean, pues hay una máxima que abrazan varios autores que consiste en hablar, sobre todo, de aquello que conocen de cerca y con detalle. En el caso de José Miguel Martínez, creador de Ceres, la arquitectura es determinante, ya que en su primera incursión en el género de la ciencia ficción es una herramienta precisa para conformar un libro que se quedan en la memoria del lector gracias a los conocimientos técnicos de su formación académica. Cómo ejemplo puede describirse la manera en que las construcciones afectan directamente el desarrollo de los personajes, su historia y arco narrativo.
Este dato de la biografía de Martínez es destacable, porque es curioso cómo logra crear alrededor de un asteroide deshabitado y cruel, una mitología que se extiende a través de las más de trescientas páginas que componen esta antología estelar.
Y en esta entrevista con NerdNews, el autor compartió su visión sobre la arquitectura de Ceres, tanto dentro como fuera de la ficción. Además del proceso creativo de esta obra que se caracteriza por contar con una banda sonora, hecha exclusivamente para este proyecto por el músico Tomás Arriagada; y sus grandes influencias en el género que hoy lo tienen publicando junto a la editorial Planeta.
Sobre esa inspiración externa de la que todo creador se nutre, este autor señala a la creadora de la serie ‘Terramar‘ y ocho veces ganadora del Premio Hugo, Ursula K. Le Guin, como su más grande influencia en el género. La ciencia ficción tiene excelentes escritoras, de hecho, en mi caso particular, mis [autores] favoritos son mujeres. Ursula K. Leguin es mi ídolo, comenta.
Pero cuando se trata de la estructura que su obra propone, se habla de un formato novedoso para el medio nacional, que le otorga al lector la posibilidad de elegir en qué orden leer. La influencia viene del clásico Crónicas Marcianas (1950), que al igual que Ceres medio siglo después, se compone de una serie de cuentos que convergen en puntos comunes, en las inhóspitas laderas de un planeta ajeno.
En la historia de Ray Bradbury, el escenario es Marte. En la original de Martínez, es el asteroide enano, Ceres. Un satélite de hielo que orbita entre Júpiter y Marte. [Ceres] lo trabajé como un libro de cuentos. Desarrollé cada relato de forma individual, y a la vez en este gran esquema, haciendo conexiones entre unos y otros. Desde personajes que se repetían, hasta circunstancias vistas desde distintas perspectivas, explica el autor.
Lo interesante de Ceres, además, es que la voz narrativa cambia de relato en relato. Una característica innovadora que permite a la obra mutar página tras página, y que además de modificar el formato, utiliza diferentes tonos, sin descuidar lo que podría ser la esencia de la obra en general: una odisea espacial.
Hay harta intuición en esto, uno no sabe por qué arma como arma ciertas cosas; o la disposición que uno le pone. A mí me encantan los relatos no lineales, es algo que siempre he trabajado, desde mi primer libro [‘El diablo en Punitaqui’, 2013]. Lo ordené por una cosa de tono, si yo ponía primero La garganta de occator, que es muy intensa en su ritmo, entonces si era así, el siguiente tenía que ser muy distinto, una cosa más existencial, un golpe de tono, explica Martínez.
Si bien es cierto que las crónicas de Ceres son relatos independientes, a su vez, están todos conectados por la geografía y las circunstancias que acontecen a la gran diversidad de personajes que habitan el planeta enano. Y esa pluralidad de actores narrativos tiene en la punta de la pirámide a los humanos. Seres orgánicos, conquistadores de planetas, nativos de un mundo sin salvación conocido como Tierra.
Los siguen los orgánicos intervenidos; humanos que por razones de salud o puramente prácticas, han alterado sus cuerpos con partes mecánicas. Por último, en la jerarquía social de Ceres, están los androides, aparatos con la mente y apariencia de la raza dominante, pero que por causas, llámense racistas o técnicas, son desplazados al fondo de la cadena social.
Con esa estructura en mente, José Miguel Martínez construyó historias que narran sus desventuras en este futuro que más que distópico y lejano, se percibe como muy real y actual. Ya que la idea de tener un puesto en el orden social, que abre o cierra puertas, está bastante vigente.
La arquitectura y geografía de Ceres
Dentro de los nuevo relatos que componen esta obra, dos de ellos están evidentemente influenciados por la profesión de arquitecto del autor. Ambos textos narran los infortunios de los personajes a partir de su relación con las construcciones de Ceres, destacando incluso, a la mente artífice de tales edificaciones.
Pero al mismo tiempo, el autor se encarga de dejar en claro que incluso la configuración urbana de las ciudades también fuera de la ficción, es clave a la hora de determinar cómo se desarrolla la historia y cómo esto afecta directamente en los relatos. Este hecho resulta refrescante en una obra de ciencia ficción, en la que muchas veces se dan por sentado ciertos oficios.
Sobre eso, y la posibilidad de que en un futuro no muy lejano ciertas habilidades sean reemplazadas por la inteligencia artificial, Martínez se declara un humanista en el sentido más antiguo de la palabra: Yo creo mucho en el valor del humano, creo que hay cosas en las que el ser humano no puede ser reemplazado. Por ejemplo el arte, porque, el arte qué hace sino transmitir una experiencia. Una máquina lo que hace es acumular información y en base a eso reproduce algo; pero eso me parece una transmisión de experiencia muy burda, porque lo que está haciendo es copiar algo en base a un análisis, dice.
La elección del asteroide más grande del sistema solar como telón de fondo para desarrollar los hechos de este libro no fue una localidad que el autor tuviera pensada desde un comienzo, al contrario. No fue hasta 2019 cuando luego de leer artículos que informaban sobre los datos enviados por la sonda espacial Dawn se encontró por primera vez con Ceres.
Me enamoré, me encantó esta idea de que en el cinturón de asteroides hubiera un planeta enano, que es considerado a la vez el asteroide más grande del sistema solar. Yo leía las noticias de la sonda Dawn, que bajo su corteza había hielo, y que ese iba a ser importante para la exploración espacial, porque el ser humano va a poder sacar agua de ahí. Y yo dije, acá hay un relato, algo respecto de la extracción minera del hielo. También que uno tiene un polo al que nunca le llega la luz, y ahí hay otro relato; ¿qué pasa en la zona oscura de Ceres?, comenta Martínez sobre cómo la formación geográfica del planeta enano, lo guiaron en la tarea de escribir.
Los sonidos del espacio
Por el mismo tiempo en que José Miguel Martínez descubrió Ceres, Tomás Arriagada, músico y su amigo de la infancia le propuso un proyecto en el que ambos pudieran aportar desde sus habilidades. Arriagada quería experimentar con sonidos futuristas, y Martínez tenía algunos relatos de ciencia ficción que podían servir como base para esas pistas.
Yo venía escribiendo este libro, sin que fuera este libro, hace más de diez años. Tomás me presentó un proyecto con sonidos futuristas y fue evolucionando, porque en un principio no sabíamos qué hacer; pensábamos que podía ser un audiolibro con música, o que las canciones tuvieran extractos de alguien leyendo, no teníamos muy claro. Y eventualmente, después de iterar la idea, decidimos que fuera un libro y un disco de música que está basado en ese libro, rememora el autor.
Y así nació Ceres, como disco musical y como antología literaria. Una banda sonora para un libro de crónicas épicas en un planeta/asteroide lejano, que en ese futuro más cercano a la realidad de lo que queremos aceptar, los humanos construyen una nueva base para la civilización expulsada de su planeta natal.
Nueve canciones que acompañan muy bien a la misma cantidad de relatos que incluyen: la narración del primer asentamiento humano en suelo asteroidal (La garganta de Occator), el triste destino de las construcciones diseñadas por el arquitecto Sago Emjen (Los actos de la arquitectura), la creación de una avanzada tecnología para viajar en el tiempo (La máquina de Henlein), la exploración de la oscuridad absoluta (Estudio de las sombras), entre otros relatos que escarban los secretos ocultos de Ceres.
Sobre la inevitable evolución que llevaría a la raza humana a escenarios como los expuestos en este libro, el autor dice no sentir miedo, ya que somos nosotros mismos los responsables de construir la realidad que habitamos. No me atemoriza la evolución porque trato de no pensar mucho en ella. Pero siento que no va a ser tan distinto a la forma en que nos relacionamos, con los mismos conflictos que tenemos hoy. Tendemos a pensar que nosotros no formamos parte de los problemas de nuestra sociedad, y si lo hacemos. Todos alimentamos la sociedad, todos la construimos y muchas veces podemos tener ideales que vociferamos; pero no sirve de nada cuando en el día a día no los transmiten a través de acciones cotidianas, concluye.
Pueden seguir la comunidad Ceres en goodreads.