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“Keeper”, la nueva joya de Double Fine que llegó a Xbox Game Pass

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Personalmente, me gusta que de vez en cuando lleguen a Xbox Game Pass juegos que uno sabe o presiente que, con el tiempo, se volverán joyas, especialmente narrativas. 

Incluso cuando no sean experiencias extensas y que algunos podrían tildar de aburridas, pero que ante todo terminan siendo entrañables.

Uno de estos es “Keeper”,videojuego desarrollado por Double Fine Productions, estudio que siempre ha destacado por su estilo inconfundible y su inclinación por lo inusual. 

A lo largo de su historia, estos creativos han construido una identidad basada en la mezcla de humor, melancolía y creatividad, dando vida a mundos tan extraños como entrañables. 

Desde las mentes psíquicas de Psychonauts hasta las guitarras infernales de Brütal Legend, la compañía ha demostrado una y otra vez que su verdadera fortaleza está en transformar ideas extravagantes en experiencias memorables. 

Por eso, saber que “Keeper” venía dirigido por Lee Petty, Director creativo del estudio, generó de inmediato una gran expectativa.

Y con razón, porque este nuevo proyecto es, probablemente, una de las obras más singulares del estudio y del 2025, donde el jugador encarna a un faro viviente, una estructura metálica con patas que recorre paisajes melancólicos acompañado por un pequeño pájaro llamado Twig. 

La premisa, que podría parecer absurda en manos de otro equipo, se convierte aquí en una experiencia emocional y contemplativa, una de esas aventuras que no buscan deslumbrar con acción o dificultad, sino invitar a la introspección.

El mismo Petty  indicó en su lanzamiento, que: “es un juego que trata precisamente sobre lo inesperado, y hemos hecho un gran esfuerzo para preservar los misterios y las sorpresas que contiene”. 

“Estoy muy emocionado de que todos puedan descubrirlos por sí mismos mientras juegan, y me gustaría pedirles que, al hablar sobre estos elementos sorprendentes, intenten preservar parte de ese misterio para los demás siempre que sea posible”, adelantó.

Algo que se siente y se vive jugando “Keeper”, el cual he podido disfrutar gracias a Xbox, ya que según creo, en una industria dominada por el ruido, la velocidad y la competencia, este juego llega como un recordatorio de que los videojuegos también pueden ser poesía interactiva.

Título que ya está disponible en Xbox Series X|S, Xbox en PC y Steam, siendo además posible jugarlo desde el primer día con Xbox Game Pass y aprovechar las funciones de Xbox Play Anywhere.

Una historia que se cuenta sin decir nada, pero llena de significado

En un mundo donde la humanidad ya es solo un eco del pasado, “Keeper” nos invita a contemplar lo que queda cuando la civilización se apaga y la naturaleza retoma su lugar. 

No hay discursos ni explicaciones, solo paisajes que hablan por sí mismos, llenos de ruinas cubiertas de musgo, automóviles fosilizados y torres corroídas por el tiempo. 

Es un escenario melancólico pero lleno de vida, un planeta que respira entre heridas y brotes de esperanza.

La historia comienza con una bandada de aves que huye de una nube oscura y una de ellas, Twig, queda atrás y cae sobre un faro olvidado tras ser alcanzada por la sombra. Ese impacto despierta a su antiguo guardián, una figura luminosa, sin rostro, que parece más espíritu que máquina. 

Juntos emprenden un viaje para purificar la tierra de una misteriosa infección que se propaga como una herida abierta en el paisaje, siendo una meta que se intuye lejana, en la cima de una montaña que domina la isla, donde quizá aguarde la respuesta a su existencia.

A partir de ese punto, “Keeper” se construye sin palabras, siendo una de esas obras donde no hay diálogos, textos ni idiomas inventados. La narrativa se apoya enteramente en gestos, animaciones, sonidos y música, invitando al jugador a interpretar lo que ocurre más allá de lo explícito. 

En este aspecto, la relación entre el faro y el ave se desarrolla mediante pequeños actos de cooperación, haciendo que uno ofrezca luz y protección, mientras la otra parte es una especie de guía y esperanza. 

Esto hace que de manera mágica e integral, la de “Keeper” sea una historia que no se cuenta, se siente, haciéndonos vivir un relato de unión y renacimiento contado con la sutileza de un poema visual.

La ambientación postapocalíptica no busca provocar tristeza ni nostalgia y de hecho, cada entorno es parte del relato, ya que las ruinas, los sonidos del viento, la luz que se filtra entre las hojas, todo parece tener un propósito narrativo. Incluso los logros del juego y las estatuas ocultas sirven como piezas de un rompecabezas mayor, ofreciendo pistas sobre el pasado de este mundo moribundo. Pero más allá de esos detalles, lo que sostiene la experiencia es la conexión emocional entre los protagonistas. 

Una narrativa que al final, sin recurrir a palabras, permite que “Keeper” transmita ternura, pérdida y esperanza con una delicadeza poco común en el medio, permitiendo que su fuerza no sea la acción ni en la explicación, sino en el silencio compartido entre dos seres que, sin entenderse con palabras, logran devolverle luz a un mundo olvidado.

Jugabilidad: luz, movimiento y descubrimiento

Alineándose completamente con la narrativa, “Keeper” construye su propuesta jugable sobre dos pilares esenciales, los rompecabezas ambientales y las secciones de plataformas. Desde el inicio, el juego establece un ritmo pausado, casi meditativo, donde cada movimiento invita a la observación y la calma. 

Controlar al faro puede parecer algo torpe al principio, pero pronto sus movimientos se vuelven naturales. Con un joystick diriges sus pasos y con el otro proyectas un rayo de luz que actúa como herramienta central, la cual sirve para activar mecanismos, revelar secretos o incluso transformar el entorno.

La progresión es fluida y orgánica, cada capítulo introduce una mecánica nueva sin necesidad de tutoriales ni explicaciones explícitas y el propio mundo enseña a través de la experimentación. Algunos desafíos exigen iluminar puntos específicos o activar sistemas antiguos; otros implican manipular el tiempo o descubrir pasadizos ocultos. 

A lo largo del viaje, el faro y Twig deben colaborar para superar obstáculos y devolver la vida a los paisajes marchitos, una dinámica que define el corazón del juego.

Lo más destacable de “Keeper” es cómo logra mantener la frescura sin recurrir a la complejidad y aunque su duración ronde las cinco o seis horas, cada escenario introduce un concepto distinto que mantiene la curiosidad viva. Las desviaciones del camino principal recompensan la exploración con estatuas de antiguas deidades y otros secretos que aportan misticismo al viaje, incentivando la observación sin convertirlo en una tarea abrumadora.

Pese a definirse como un puzzle-platformer, “Keeper” comparte más de un rasgo con los llamados walking simulators, llevando a que su ritmo es deliberadamente lento, y buena parte de la experiencia se centre en explorar ruinas melancólicas y paisajes evocadores. Sin embargo, el juego pronto revela su verdadero potencial al combinar exploración, acertijos y plataformas con una armonía poco común. 

Al final, aunque breve, la campaña logra reinventarse varias veces, introduciendo nuevas ideas justo cuando la fórmula podría agotarse. Su ritmo está medido con precisión, alternando momentos de calma contemplativa con desafíos ingeniosos y secuencias más dinámicas. 

Puede que algunos jugadores echen en falta un mayor nivel de desafío, pero para muchos será precisamente su serenidad lo que la haga especial ya que “Keeper” es, en definitiva, una experiencia de descubrimiento y contemplación.

La belleza de lo extraño en un mundo pintado con luz

Hablando sobre su apartado artístico, gráfico y técnico, “Keeper” deja claro que es, ante todo, una obra que entra por los ojos. 

Desde el primer momento, su dirección artística se impone como el eje que sostiene toda la experiencia y en ese aspecto, Double Fine vuelve a demostrar su talento para crear mundos que parecen extraídos de un lienzo en movimiento, llenos de textura, emoción y una identidad visual inconfundible. Cada escenario, cada sombra y cada destello de luz parecen cuidadosamente compuestos, como si cada fotograma hubiera sido pintado a mano con un propósito narrativo. 

Hay una belleza melancólica en su universo, una armonía entre lo luminoso y lo sombrío que invita tanto a la contemplación como al asombro.

Y es que en general, la ambientación visual alcanza momentos de una sensibilidad poco común en los videojuegos, donde las cuevas bioluminiscentes, los mares que parecen hechos de cristal líquido, los atardeceres que incendian el horizonte y las ruinas envueltas en bruma, construyen un mosaico visual de impresionante coherencia.

Se nota que hay un trabajo obsesivo detrás de cada textura, de cada color y de cada transición lumínica, donde el contraste entre lo bello y lo decadente no busca el espectáculo, sino la emoción, permitiendo que todo lo que vemos, se sienta como un mundo que duele y fascina al mismo tiempo.

A nivel técnico, “Keeper” es una muestra de lo que puede lograrse cuando la tecnología se pone al servicio del arte y el motor gráfico Unreal Engine 5 no se usa aquí como un escaparate de potencia bruta, sino como una herramienta para capturar atmósferas. 

Aunque el rendimiento para jugarlo en, por ejemplo, 4K y todo en máximo en PC, pueda exigir hardware potente, el resultado visual justifica cada recurso invertido, ya que “Keeper” es uno de esos títulos que parecen diseñados para ser contemplados tanto como jugados.

Acá les dejo dos clips, uno jugando en PC (AMD Ryzen 7 9700X 3.8GHz, una Nvidia GeForce RTX 5070 WINDFORCE OC y 32GB de RAM DDR5 5600Mhz) y el segundo en la Xbox Series X.

La música de David Earl complementa esta estética con una delicadeza magistral y lejos de ser un mero acompañamiento, la banda sonora se integra en el paisaje, respirando al ritmo del entorno. Las melodías suaves, los coros etéreos y los sutiles cambios tonales según el clima o la hora del día contribuyen a que cada escena tenga su propia alma sonora. 

En conjunto, imagen y sonido se funden para crear una atmósfera envolvente, que transmite emoción sin necesidad de palabras.

“Keeper” no busca deslumbrar con grandilocuencia, sino con sensibilidad y es un juego que invita a mirar más allá de la superficie, a detenerse y contemplar su belleza extraña pero alucinante. 

En un panorama donde lo visual suele asociarse con el exceso y el hiperrealismo, “Keeper” deja en claro que a veces, la verdadera fuerza estética está en la delicadeza, en la emoción que provoca una simple ráfaga de luz sobre un mundo que, por un instante, vuelve a respirar.

En conclusión, “Keeper” es una de esas experiencias que dejan una huella más profunda de lo que su brevedad podría sugerir. 

Double Fine, conocido por su talento para combinar creatividad, humor y sensibilidad, nos ofrece aquí un juego que no busca impresionar con números, estadísticas o sistemas complejos, sino con emociones, atmósfera y una narrativa silenciosa pero poderosa.

Y en su conjunto, “Keeper” se confirma como un recordatorio de que los videojuegos pueden ser poesía, sensibilidad y emoción pura. 

No necesita grandes artificios ni mecánicas complicadas, ya que al final, su fuerza radica en la capacidad de emocionar y sorprender sin alardes. 

Agradezco a Xbox Chile y compañía por la copia enviada para poder jugar este título y entregar mi experiencia en esta reseña.

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