Ingente cantidad de bosques templados, prados verdes en detalles, rocas, un cielo plomizo. Silencios interrumpidos por vida silvestre. Ríos cristalinos. Naturaleza. Norteamérica sin ciudades. No es un documental, tampoco es Leonardo DiCaprio sobreviviendo la agreste vida de cazador en 1823. Es un siglo antes, la protagonista es Naru del pueblo Comanche y su desafío, literalmente, no es de este mundo.
Estamos ante la quinta cinta canónica de la saga «Depredador»: PREY o «Depredador: La presa» en Hispanoamérica, de Dan Trachtenberg. No hay rastros de selva y tampoco de nuestra modernidad, entonces… ¿Qué sucede? simple: si tienes un concepto agotado en su fórmula, tienes dos opciones: exacerbar lo que ya tienes o reinventarte. El nombre que se le ha dado en inglés debe darte una pista del camino tomado. ¿No lo pillas aún? Te daré más indicios:
Esta precuela es intertextual dentro de la franquicia. La cuarta entrega, The Predator (2018), es irónica, políticamente incorrecta y eleva la fórmula habitual a la enésima potencia. Se nutre bastante de la experiencia de Shane Black como actor y guionista, no acreditado, de la primera película de la saga, pero también de otras películas como «Arma Mortal». Con ello, mantiene un formato de grupo de comandos inadaptados, carismáticos y que generan una amistad frente a un desafío que los supera. PREY, en cambio, es una cinta más íntima, seria, no estereotipada, que busca reflejar la esencia de la saga en términos de recuperar la tensión, la amenaza y la noción de indefensión.
Es metatextual dentro del concepto del Depredador. Con el paso de las películas se nos presenta como un ser que pertenece a una civilización compleja: los Yautjas. Viajan por planetas para realizar cacería deportiva con el único propósito de reafirmarse dentro de su tribu. Aquello, en los Yautjas constituye todo un sistema de vida vinculado a la cacería. Por ejemplo, entre otros códigos de honor, está el respeto por las formas que considera inferiores. En la anterior película, una de las incorrecciones constantes era mofarse del papel que interpretaba Olivia Munn, precisamente porque las mujeres han sido tratadas como seres débiles e indefensos en la saga. En PREY la protagonista absoluta es una mujer.
Existe una preocupación por ofrecer una historia coherente y consistente alrededor del papel interpretado por Amber Midthunder. Se presenta una reivindicación frente a un ambiente socialmente hostil. De hecho, es inevitable hacer un paralelismo con la falta de oportunidades de la mujer en nuestra época. Es una intención que se muestra bien justificada en la historia. Ese mismo respeto se extiende al pueblo originario en su representación visual y sonoro. Dato: existe una versión con diálogos en comanche. Son elementos bien llevados que explican que la aparición del Yautja, en toda su extensión, sea postergada dentro de la película.
PREY se muestra interesada en ofrecer un relato cargado de atmósfera y contraste. La cinética, los colores vivos, los claroscuros. La fotografía tiene protagonismo para recrearnos en las posibilidades de un mundo en que la humanidad aún se siente en competencia para lograr su supervivencia.
Un mundo natural también cifrado en constantes alegorías a la cadena trófica y con ello, permitir una lectura ecológica. Puedes interpretar al Yautja como un símil de la humanidad contemporánea frente a un sistema que demolerá por querer erigirse como un súper depredador. Un eco de aquello también surge en los colonizadores franceses, tanto por su destrucción de especies para comercializar pieles, como el incendio de bosques. La alta tecnología del Yautja también en ese sentido constituye una transgresión. Frente a ello, la forma de vida comanche constituye la integración armónica con el medioambiente.
Entonces, si creías que esta nueva película era el siguiente nivel de locura en la saga, como cada iteración de cierta franquicia automovilística, caíste en la trampa: eres la presa. PREY como precuela, estrenada a principios de agosto, brilla por sí misma y se posiciona como la segunda mejor película de la franquicia, solo superada por la original. Por tanto, sí, es un perfecto anzuelo para que te suscribas a Disney+.