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Sebastián Muñoz, director de ‘El Príncipe’: “Hacer esta película fue un camino largo”

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La ópera prima de Sebastián Muñoz esta recién estrenada de manera online. Es un notable debut del cine chileno que ya fue reconocido el año pasado en el Festival de Venecia, cuando ganó el mayor reconocimiento para una cinta con temática LGTB (Queer Lion Award). Pero ‘El Príncipe’, menos que una cinta gay, es más una intensa historia de amor a lo ‘The Midnight Cowboy’, o el ‘Secreto en la Montaña’, pero con códigos y realidad chilena.

Un notable Juan Carlos Maldonado es Jaime, un joven que en pleno 1970 termina preso por un crimen que sí cometió. Dentro de la celda está Alfredo Castro, soberbio como un preso ya veterano y macho alfa, quien recibe a este pajarito nuevo y lo apadrina tanto en los caminos del laberinto carcelario como en los recovecos del amor y deseo entre dos hombres.

—¿Cuánto tiempo estuviste tratando de filmar? Creo que fueron ocho años que estuviste preparando esta película.

—Nueve años.

—Fallé por uno, disculpa.

—Jajaja, pero entre ocho y nueve fue bastante tiempo. Desde que encontramos la novela de Mario Cruz, porque fue un amigo el que encontró la novela ‘El Príncipe’, la en La Vega, en el suelo. En estos típicos puestos donde venden cachureos, este amigo ve la imagen de la portada, y es un hombre semi desnudo, entre rejas, y obviamente a mi amigo le llamó mucho la atención. Y llegó a un almuerzo con este libro y me dijo: “Mira lo que encontré”. Y nada, yo leí las primeras dos páginas y la forma de escribir de Mario Cruz me cautivó inmediatamente y ahí fue la decisión de “esto es lo que quiero contar”. Porque yo estaba buscando una historia entre dos hombres, una historia de amor, y finalmente es lo que contiene ‘El Príncipe’, pero esta forma de contar, esta forma de demostrar los afectos a través de un encierro, eso me llamó la atención y me provocó querer contarlo.

Y sí, fue un camino largo, pero ahora mirándolos desde atrás, yo creo que era el tiempo necesario. Uno a veces dice estas frases, no sé si son cliché o no, pero, la filmé en el minuto que tenía que hacerla. Yo creo que mi madurez artística estaba en el minuto para poder tomar esta historia tan potente y ponerla en la pantalla.

—Es una historia muy potente dentro de una cárcel y que toma un tema súper tabú, que incluso es tabú hoy en día, que es la relación y el amor entre dos hombres. ¿Por qué te llamó la atención esa temática?, porque digámoslo, hace ocho años igual era contra la corriente hacer una película así. 

—Sí, en primer lugar, yo soy homosexual y dentro de mi fuero interno quiero contar algo, no sé si desde mi propia vereda, pero hablar de las relaciones entre hombres desde mi propia experiencia. Creo que los directores deberíamos siempre tomar o hacernos parte de historias ya vividas por uno mismo. A mí me llamó la atención esto de hombres encerrados, buscar el afecto más allá del género. Porque finalmente, un poco lo que hicimos trabajando fue que el personaje de Alfredo Castro tuviera una mujer. Que estos hombres no fueran… no era el sector de los gais, o como a veces en las cárceles, están separados del resto, aquí no. Yo quería hablar de cómo los hombres sin poder tener acceso a otros cuerpos o a otras relaciones, terminan, finalmente, entregándose o buscando el afecto con el que tiene al lado, con el que tiene en la cama, con el que roza la piel en la noche. Y eso despierta el deseo que, de alguna manera, es lo que habita o lo que atraviesa la historia. 

—En ese sentido, te quería preguntar acerca de cómo fue el trabajo con los actores. Porque hay escenas que son intensas, son osadas y de alto riesgo artístico para quien las realiza, los actores y el equipo, me imagino. ¿Cómo fue el trabajo con ellos? Imagino que fue un compromiso completo a la hora de entregarse a esta historia. 

—Algunos leyeron al principio la novela, bueno, en general todos. De hecho, a Alfredo (Castro) lo conozco desde la universidad, y yo cuando recién encontré la novela, se la mandé para que la leyera. Y al principio, de alguna forma, era como un especie de gurú, que me iba ayudando y comentando, sin yo ni él pensando que íbamos a terminar trabajando juntos en la película.

—Antes de seguir avanzando, quiero  hacer un paréntesis sobre tu trabajo previo en la dirección de arte de varias películas qué fundamentales dentro de lo que es el cine chileno reciente. Has trabajado con Alicia Scherson en ‘Play’ ¿no? En el diseño de producción 

—Trabajé con ella en ‘Play’, trabajé en ‘Turistas’, y trabajé en ‘El futuro’. Trabajé en sus tres películas. De hecho, Alicia, Andrés Waissbluth y Cristián Jiménez son, de alguna forma, mis mentores o mis referentes artísticos. Con ellos nos iniciamos en este mundo cinematográfico. Yo con la Alicia, fue como mi primera libertad estética, porque ‘Play’ se destaca por la visualidad que tiene, por atreverse a usar el color, a diferencias de otras películas, donde la ausencia de color era lo más recurrente. Y aquí hubo un trabajo de color que es fundamental para esta innovación cinematográfica que hizo Alicia.

—También has trabajado con directores del cine chileno como Cristián Jiménez, y estuviste en su corto debut, ‘El tesoro los caracoles’, que es precioso. Lo vimos en Valdivia el año 2004, y quedamos todos asombrados con el talento involucrado en esa producción.

—Claro y en ‘Ilusiones ópticas’, que fue su primer largometraje. También es un trabajo estético bastante cuidado, que de alguna forma yo traduzco, o la gente en realidad me preguntaba “¿por qué tomaste una película carcelaria? Tu como director de arte, pudiste haber elegido otra historia”, donde yo, quizás, pude haberme lucido mucho más. Pero, siento que a lo que llegamos con Claudia Gallardo, que es la directora de arte de ‘El Príncipe’, ella ha sido la ambientadora durante casi diez años, y fue como este cambio de mando. Y lo que te decía al principio, todo el mundo se preguntaba por qué yo había tomado una historia carcelaria, en vez de haber tomado otra historia, donde quizás mi oficio de director de arte me habría hecho lucir mucho más. De alguna forma llegamos, yo siento, a una atmósfera trabajada, obviamente con Enrique Stind, el director de fotografía, en una paleta de color súper acotada. Y, obviamente, con reseñas a Caravaggio, por el tema de los cuerpos, de luz y la sombra. Donde quise hacer un trabajo de un cuidado estético, o sea, una historia que es súper cruda. Si yo la trabajaba más documental o hiperrealista, sentía que iba a ser una película casi inveíble. Que la primera escena, iba a ser todo tan heavy que el espectador, más que acercarlo se iba a alejar. Entonces, nada, hicimos este trabajo estético bien cuidado, además de la música, que para mí es el cómo el contraste de la historia tan cruda, que está en este relato, con esta atmósfera realista, pero con un cuidado de la paleta de color, que es lo que lo que finalmente se transforma casi como en cuadros pictóricos para cada plano.

—Y se ve impresionante en pantalla…

—Llevo 20 años trabajando como director de arte en muchas películas, en series de televisión. Bueno, yo he trabajado con Pablo Larraín, con Ricardo Larraín, con Alicia Scherson, con Jorge Olguín; ahí yo partí, en ‘Ángel negro’. Ese fue mi primer trabajo como director de arte en una película.

—Jorge Olguín es un director de cine de terror chileno, y ‘Ángel negro’ es la primera película  slasher, de asesinos en serie, hecha en Chile.

—Claro. Ese fue mi primer proyecto cinematográfico importante, y desde ahí, mi mirada artística siempre ha sido particular. Si uno ve todas las películas que yo he hecho, mi dirección artística siempre va un poco más allá de la realidad. Siempre trato de buscar un lenguaje que no solamente armonice la imagen, sino que también tenga un discurso político. Para mí es súper importante que las cosas signifiquen, que tengan una segunda lectura o que apoyen dramáticamente el espacio o la escena. Y desde ese “yo querer hablar” nace también mi necesidad de decir “bueno, ya he hablado para otros, ahora quiero hablar para mí”. 

Y desde ahí nacen estas ganas de dirigir, y, obviamente, lo que decía, hablar del amor entre dos hombres era el camino que yo quería seguir o quería tomar.

—Sebastián, para ir terminando, tu película va a tener un estreno digital ¿no? O sea, no va a ser un estreno tradicional en este tiempo de pandemia. Me imagino que igualmente feliz, pero ¿qué se siente cambiar un poco el hábito en este sentido?

—Sí, tuvimos la suerte de haber estrenado el año pasado en Venecia. Y yo tuve la suerte de viajar mucho con la película, antes del estreno acá. También tuve la posibilidad de hacer el estreno en Valdivia. Que ahí fue increíble, dos veces la sala llena con gente afuera, lleno de jóvenes, increíble. Entonces, de alguna forma, lo que más uno pierde, y esto lo hablo por el equipo técnico, es que uno para los estrenos comparte con todo el equipo de la película. Todos juntos, los actores, el equipo, no sé qué, vemos todos en conjunto la película. 

Ese como ritual, que por ahora no lo vamos a hacer, pero sí esta es la idea de que, cuando ya podamos entrar en una sala de cine, o generar alguna función al aire libre, ese momento lo vamos a vivir. Obviamente las películas uno las hace para que la gente las vea a pantalla grande, porque ver esta película en pantalla grande no tiene la misma potencia que verlo en un computador o en la tele. Pero también uno tiene que entregarse a los momentos que se están viviendo, y en ese sentido, como yo no me apego a nada, que la vea la gente ahora y que la disfruten, y eso. 

Además, la gente está viendo mucho más cine chileno en sus casas, que yendo al cine. Ojalá que eso cambie, y que la gente vaya más al cine. 

Pero eso, las personas están viendo mucho cine, y la película, finalmente, es para que la vean, y sobre todo para los jóvenes, para que los jóvenes puedan vivir su sexualidad de manera libre, sin represión.

Las entradas y sitios web donde se puede ver ‘El Príncipe’ son  Cinepolisklic (Valor: $2.900 por 24 horas), M100 (Valor: $2.000.- Por Ticket Plus. 2 funciones diarias) y Centro Arte Alameda (Valor: $3.890 al mes).

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