A tomarse en serio los videojuegos hechos en Chile. Muy en serio. Hace rato que dejaron de ser un juego de niños.
Aunque estamos en el 2020 y las empresas dedicadas a este rubro facturan en total en el mundo cifras enormes, siderales, cada vez que uno menciona la palabra videojuegos percibo estas reacciones: La gente mayor, la gente seria, la gente adulta frunce el ceño, arruga la nariz y ladea la cabeza
Videojuegos.
Puedo leer sus mentes. Piensan de seguro que es algo de cabros chicos. Nerds inmaduros. Seres desadaptados. Seguro que sí. Así somos.
Nada qué alegar.
Pero cuando piensan que los videojuegos es algo asociado a la carestía, a un vicio que no deja nada rentable entre quienes osan dedicarse a producirlos y crearlos, pues ahí, el error es garrafal.
Todo qué alegar.
Sepan señores, esta industria a nivel internacional facturó en el año 2019, la gigantesca cifra de US$120 mil millones, un 4% más que el 2018.
Y sepan que, de acuerdo a Newzoo (grandes analistas del mercado de videojuegos en el mundo) se espera que en este 2020 la facturación supere los US$159.3 mil millones. Y saben cómo vendría la mano para 2023: pues ganancias US$200 mil millones.
La industria de los videojuegos es la más lucrativa dentro de las industrias culturales de ocio y entretención. Más que el cine, más que el fútbol.
Y en Chile el proceso, a nuestra escala, también va en ascenso. Si en los años 90 existían cinco empresas dedicadas a la creación de videojuegos en nuestro país, en el 2010 se pudo constituir el primer gremio con ocho empresas bajo el alero de VG Chile (Video Games Chile): asociación que hoy en día congrega 41 empresas. En total, las ganancias de todo el conjunto ascienden a los $US6 millones anuales. Aunque, claro, no todos generan lo mismo.
Están las empresas grandes como Gamaga, que en 2017 logró facturar un millón de dólares al año. Y las más indies como Niebla Games, con sede en Valparaíso y que ya ostenta su primer juego, la gran apuesta Causa: Voice of the dusk.
La industria local es un ejemplo de distintos tamaños y esferas de acción. De compañías que ya están en el mainstream y de otras que son parte de una movida más indie pero no por ello menos atractiva.
Es verdad que este sector ha recibido atención de parte de organismos estatales, como Corfo, ProChile. Y esa ayuda ha sido vital. Pero lo esencial es comprender que estamos en presencia de un sector creativo que todavía puede agarrar más vuelo y llegar más alto. Talento artístico existe de sobra, creatividad de producción y gestión, también. Si quizá Chile dejara ese obsoleto modelo capitalista extractivo y pusiera prioridad a las industrias creativas como los videojuegos, quizá, quizás otro gallo cantaría para nuestra economía.
¿Me dicen fantasioso? ¿Me dicen delirante? Puede ser. Pero sé reconocer una industria exitosa cuando la veo. Y que de juego de niños tiene poco y nada.