China se ha convertido en el primer país en recoger muestras de la cara oculta de la Luna, con la esperanza de proporcionar a los científicos nuevos conocimientos sobre la historia y la formación de nuestro satélite natural.
El 1 de junio, la misión Chang’e-6 aterrizó en el cráter Apolo, situado en la cuenca Polo Sur-Aitken, el mayor impacto de meteorito del sistema solar.
Durante su estancia de dos días, Chang’e-6 utilizó una pala y un taladro para recoger hasta 2 kilogramos de material lunar, que luego cargó en un vehículo de ascenso que se puso en órbita lunar el 3 de junio. Las muestras a bordo de Chang’e-6 se transferirán a un vehículo de retorno que se lanzará de vuelta a nuestro planeta. Se espera que aterricen en la Tierra, en Mongolia Interior, el 25 de junio. Se trata del segundo aterrizaje exitoso de China en el lado lejano, tras la misión Chang’e-4 en 2019.
Esas muestras podrían ayudar a los investigadores a averiguar por qué las dos caras de la Luna son tan marcadamente diferentes. La cara que mira hacia nuestro planeta contiene abundantes indicios de vulcanismo, como las vastas marías lunares, enormes llanuras oscuras visibles siempre que la Luna está en el cielo. Se trata de lavas solidificadas que fluyeron hace unos 4.000 millones de años. En cambio, las observaciones espaciales del lado lejano muestran muy poca actividad volcánica.
Algunos científicos sospechan que esto se debe a que la corteza del lado cercano es mucho más delgada, lo que habría permitido que subiera más magma desde debajo de la superficie. Existen pruebas de que se produjo cierto vulcanismo en la cuenca del Polo Sur-Aitken y en el cráter Apolo, aunque parece que esta actividad tuvo lugar hace unos 3.500 millones de años.
Es posible que el impacto que originó tanto Aiken como Apolo debilitara la corteza lunar, formando fracturas y permitiendo el flujo de magma. Las muestras a bordo de Chang’e-6 podrían contener pistas sobre si esto ocurrió o no.
