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    Las memorias y fantasmas de un allegado

    Para diversos influencers de nuestras letras, entre ellos Francisco Ortega, la novela ‘Allegados’ (Hueders) de Ernesto Garratt es el mejor debut literario chileno de 2017. Las opiniones positivas de la prensa especializada se acumulan, pues esta historia de un allegado y su madre, ambientada en los oscuros años ochentas, no ha pasado desapercibida.
    En números, esta primera incursión del crítico de cine y columnista de El Mercurio en el terreno de la ficción, ha sido lo suficientemente exitosa para que en estos días ya viera aparecer su segunda edición. La obra, en principio, será una trilogía que en noviembre espera la salida de la segunda entrega.
    Jubilada
    La celebrada irrupción literaria de Garratt plasma en el papel los avatares de un adolescente de 16 años de edad que aguarda junto a su madre María Teresa la entrega de una casa propia que habría de entregarles el gobierno de facto del general Augusto Pinochet.
    Pero esa espera, justamente, es la esencia de la trama de esta novela. Se trata de un tiempo oscuro, de privaciones y humillaciones que madre e hijo deben soportan con estoicismo, sin remedio, avecinados en el departamento en la Villa Frei del hermano de aquella mujer.
    Así es como el muchacho se visualiza con su progenitora, en la casa de su tío: “Ahora tengo 16 años y con mi vieja hemos sido allegados casi toda mi vida”, relata el personaje del que el lector no tiene su nombre.
    También describe a su madre, una señora de sesenta años, con dentadura incompleta, que sufre crisis de pánico por su agorafobia y que mantiene a su hijo gracias a una jubilación cercana a lo miserable que el gobierno le otorga por su invalidez. 
    El ambiente casero de los allegados es lúgubre y no admite lujo por ninguna parte. La prosa de Garratt funciona y conmueve. Permite adentrarse en ese mundo de marginación con el detalle fiel de un recuerdo personal utilizado en la construcción de la historia: “La estufa no la tenemos, pero poco importa en esta época del año. El anafre sí nos llegó; es pequeño, de color azul metálico, y funciona a corriente. Sobre él, mi vieja cocina arroz y tallarines para los dos. Tallarines y arroz. Posta cuando hay suerte o cuando recibe su jubilación de invalidez de 30 mil pesos”, describe el adolescente.
    Sin ruido ni olores
    Algunos de los pasajes que mayor empatía despiertan son los que describen una silenciosa humillación, ante la necesidad de no causar molestia. María Teresa y su hijo aprenden a convertirse, casi, en fantasmas, porque bien dice el viejo y conocido refrán que “el muerto y el allegado a los tres días apestan”.
    Y ellos no quieren apestar.
    Si de recién llegados son recibidos con cierta hospitalidad y el muchacho es inquirido en sus gustos y preferencias con la curiosidad típica que despierta un forastero, no tardan en percibir su real condición en una casa, en un ambiente, que no les pertenece, del que no son parte, si no es a través de la incomodidad.
    Conscientes de su carácter de visitas indeseables, madre e hijo emplean técnicas para ser una mínima molestia. De hecho, la novela comienza con el muchacho con ganas de ir al baño, pero prefiere aguantarse para no hacer ruido y molestar al tío, a sus hijastras y a la esposa. Ambos ven la televisión sin volumen, él caga sin ruido ni olores y entre ellos se hablan entre susurros.
    “El aceite Belmont que mi vieja le puso a las bisagras evita el chirrido”, dice el chico. Por momentos, la relación es tan estrecha y llena de complicidad que hace recordar la película ‘Room’, que protagonizan Brie Larson y Jacob Tremblay.
    Y algo de esa fantasía con la que el niño conoce al mundo en la cinta de Lenny Abrahamson, también fecundará la imaginación del joven allegado.
    Literatura, música y porno 
    El adolescente sin nombre, en un principio, podría ser cualquier hijo de vecino. Recrea un ambiente sombrío que quizás no sea del todo único, pero lo que hace particular su narración, su vivencia, es que no oculta sus procedencias.
    Por el contrario, eso es justo lo que le da una mezcla de brillo imaginativo y fantástico propio, lo que sin duda se traslada en directo desde el carnet profesional del autor: el mundo de la ficción y la libertad creativa capaz de plasmar lo imposible; y la detallada observancia del testimonio periodístico que mira el acontecer humano para reproducirlo casi con el rigor de un dato duro.
    Con el tiempo, los intereses del joven se revelan. Todos ellos están marcados por referencias pop de los años ochentas, lo cual también brinda coordenadas de identificación a los lectores.
    En las páginas de ‘Allegados’ salta una serie de gustos en la música, el porno, la literatura y de ella, también, una serie de habilidades especiales que se entrelazan con una novela dentro de la novela, en un recurso metaliterario.
    Dos en una
    Esa novela que se encuentra al interior de ‘Allegados’ es la que el joven protagonista está escribiendo, tal vez, para evadir la realidad que vive con su madre: La historia del vampiro Mihai, que redacta en un cuaderno junto a un grupo de dibujos de ese personaje eterno afecto a la sangre que le muestra a su madre cuando ella está con crisis o triste, con la idea de sacarla también de esa dura realidad que enfrentan.
    A pesar de que ‘Allegados’ son dos novelas en una, es clara la manera en que se entretejen los personajes, la complejidad de sus tramas y la forma en que se genera una sensación siempre presente del drama de una familia avecindada en un lugar donde no solo ya no son bienvenidos, sino que también son maltratados.
    En esa segunda novela —la que escribe el adolescente—, se logra elaborar un contexto fantástico, imaginativo, casi épico, de tal suerte que el lector busca en vano cualquier elemento que le haga creer que todo lo que está sucediendo en la vida es una gran ilusión.
    De nuevo, como en ‘Room’, en donde las imágenes que el niño ve en el televisor, en cautiverio y alejado del mundo, están confundidas entre la realidad y los dibujos animados. O bien, como en ‘El laberinto del fauno’, cinta del mexicano Guillermo del Toro, en la que la protagonista vive una serie de aventuras maravillosas tan reales y verosímiles que el espectador nunca termina de saber si son puntualmente reales o producto de la imaginación de la niña; misma que le permite continuar con su existencia, pese a los horrores que enfrenta en la España de Francisco Franco.
    Fragmentado
    Como en una novela de Stephen King —del tipo de ‘Carrie’, ‘El resplandor’, ‘Ojos de fuego’, ‘La milla verde’ o ‘La zona muerta’— el protagonista posee ciertos poderes que lo hacen especial y que le permiten sobrellevar sus circunstancias. El chico, por ejemplo, puede levitar y se comunica con su madre de forma telepática.
    En ocasiones, el muchacho es capaz de transformar las emociones, sobre todo las negativas, en otras como la tranquilidad o alegría. Ese poder, que se vuelve una gran virtud, es el que generalmente ocupa con su madre.
    Otras de las habilidades del muchacho es la videncia: es capaz de narrar todo lo que le pasará a sus compañeros del liceo, poder que mantiene en silencio ya que está consciente de que “un gran poder trae consigo una gran responsabilidad”.
    Es entonces cuando salta la impresión de observar el desarrollo de personajes con personalidades de superhéroes, pero no al estilo de Marvel o DC Comics, sino más bien como los seres fragmentados del director M. Night Shyamalan, que deben sobreponerse a las condiciones que los rodean para no perder su alma con lo que han sufrido y así salir adelante como cualquier ser humano estaría obligado a hacerlo.
    Maldición y fe
    La narración del autor proporciona un hilo que desarrolla la trama. Pero ésta se construye de una serie de acontecimientos crudos, que se cruzan y chocan una y otra vez.
    Así, el lector encuentra la historia del tío del joven allegado, quien alguna vez se casó con una mujer peruana que —según el tío—, lo maldijo y le provocó años de miserias; en rigor, el adolescente llega a creer que el hecho de vivir en esa casa ajena es parte de la maldición de la exesposa del hermano de su madre. ¿Quién podría afirmarlo o decir que no es así?
    Otro punto importante en ‘Allegados’ es la fe, que para los personajes principales es un producto de consumo. Una forma de canje. De hecho, el niño cuenta que su madre ha recorrido todas las iglesias, todas las religiones, solo con el fin de lograr algo que permita solventar sus carencias.
    Se podría decir que la señora María Teresa contaba con la habilidad mágica del camuflaje, pues sabía moverse entre diferentes creencias e ideologías políticas, con la intención de obtener ayuda.
    Fragilidad
    En la bien armada narrativa de ‘Allegados’, hay relaciones fallidas y traumas familiares; crisis, sueños rotos y una serie de diversos problemas relacionados con la adolescencia y la década ochentera en la que está ambientada: la de la dictadura de Pinochet.
    También se rescata en la historia el juego que el autor hace con los multiversos, esas láminas multidimensionales que, en física, van unidas por las cuerdas, o como describe su compañero de colegio Marinao: “planos”.
    Es en ese punto en que vuelve a la acción el vampiro Mihai, quien comienza a materializarse en la vida del joven allegado. Cuando esto sucede, podemos encontrar largas diatribas, confusas y abrumadoras, que no dejan de ser importantes para entender la personalidad obsesiva del chico, lo que hace que la novela parezca un paso bajo túnel bastante traumático del que no se puede escapar, o una pesadilla inducida por drogas duras (un pequeño guiño a Hunter Thompson).
    Sin embargo, en el centro de este viaje a través del infierno está la fragilidad en la que viven los tres personajes: Madre-Mihai-Niño —Trinidad—, estrechamente ligada a la muerte, a ser desaparecidos ya sea por el olvido o por los milicos.
    La historia está contada de tal manera que es fácil de seguir, aunque en ocasiones dan ganas de cerrar el libro por la crudeza, la angustia, la ansiedad que provoca lo que ahí está relatado. Es así como Ernesto Garratt refleja la vida misma, donde todos los caminos finalmente conducen al vampiro Mihai, un cuerpo en descomposición que, tal vez, es la metáfora de la fragilidad de su madre.
    Asomado
    Es justo esa naturaleza dual, de ficción y realidad, la que diferencia ‘Allegados’ de todas las novelas de fantasía o de no ficción que se han publicado en Chile hasta hoy. En última instancia, depende del lector cómo descifrar este debut literario, porque a pesar de que todo haga parecer que es verosímil, la ficción se quiebra para meter una realidad comprobable, la del autor, la de Ernesto  Garratt, quien se asoma en la historia en un par de ocasiones —“es primera vez que recuerdo que me llame por mi apellido”—.
    Garratt no logra sustraerse de la narración y como personaje rompe la ficción porque deja entrever que los hechos, a la vez que una épica chilena genérica, también es una historia íntima, que testimonió.
    Se trata de un riesgo que corrió como narrador, pues ese hilo puede enrarecer la imaginativa aventura del libro: con el aterrizaje a una realidad concreta, algo que quizá no es ni lo deseable, ni lo más logrado de esta gran novela chilena contemporánea.
    En todo caso, ‘Allegados’ es una novela real y fantástica a un tiempo. Que separa la mente, el cuerpo y el alma, a través de tres personajes importantes y queribles: el adolescente, su madre y el vampiro Mihai.
    Las especulaciones del lector atento tal vez logren saciarse en la segunda o tercera parte de esta trilogía. Ahí, de seguro, podrá dilucidar qué tan reales o imaginarias eran las memorias fantasmales de este allegado.

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