Por Javiera Catalán S.
El invierno del 2018 se estrenó en Netflix A todos los chicos de los que me enamoré, una comedia romántica adolescente basada en un libro. Muy novedoso todo. Pero, a diferencia de muchas de las películas para el público más joven que la plataforma de streaming a hecho, que carecen de profundidad, de buenos guiones e incluso de buenas actuaciones, está película, inspirada en la obra homónima de Jenny Han, logró cambiar las reglas del juego, y de pasó, lanzó al estrellato al Golden boy de las películas adolescentes, Noah Centineo.
La premisa de esa cinta era simple, pero novedosa. Lara Jean (Lana Condor, X-Men: Apocalipsis), la hija del medio de un padre viudo era tan tímida que, para expresar sus sentimientos, escribía cartas de amor que nunca enviaba. Eran cinco cartas, cinco amores, según ella, imposibles. Hasta que, por cosas del destino, o más bien, de una muy vivaz hermana menor, las cartas llegan a sus respectivos receptores. Uno de ellos, Peter Kavinsky (Centineo, Los ángeles de Charlie), el más popular del colegio, el platónico novio de la chica mala – sí, es verdad, un poco cliché -. Para el final de la película se da cuenta que su verdadero amor es redoble de tambores sí, Lara Jean.
Y justo a tiempo para el día de San Valentín llegó a Netflix la segunda entrega, también basada en los escritos de Jenny Han, A todos los chicos: P.D. Todavía te quiero. En esta oportunidad, el amor casi perfecto de dos amantes totalmente opuestos se ve amenazado por otros de los destinatarios de las cartas de amor secretas.
John Ambrose, el quinto poseedor de una de las cartas es un joven que parece tener más en común con Lara Jean, sobre todo cuando las inseguridades del pasado atacan, y ponen en peligro el cumplimiento de promesas de amor. Esta es una película que sube un poco el tono en las problemáticas que presenta. En ese sentido, madura en relación con la primera parte, que parecía más una historia Disney.
Aquí se habla, aunque muy eufemísticamente, de sexo y de las inseguridades típicas de los adolescentes, como la baja autoestima o sentirse insuficientes frente a situaciones o personas. Incluso de la ausencia de los padres en las vidas y cómo eso puede afectar la vida de los más jóvenes. En cierto sentido romántico, esta es una coming of age más inclinada al viaje exterior, es decir, a cómo somos percibidos, más que a quiénes somos.
Si bien esta secuela no logra enganchar al nivel que su predecesora lo hizo, y no cuenta con una historia tan encantadora cómo las de las cartas enviadas por accidente, si es una buena continuación a la historia de amor de Lara Jean y Peter Kavinsky. Les anticipo, si buscan profundidad y existencialismo aquí no lo van a encontrar. Es una película para adolescentes, que cumple se objetivo, pero logra atrapar incluso a los más adultos.
Ambas películas de A todos los chicos son la perfecta compañía para este 14 de febrero. Para dejarse llevar y disfrutar de la simplicidad y ternura de algunas historias. Mejor aún si se acompaña con helado.