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    Crítica de cine: “Licorice Pizza” es la nueva película que sentirás que conoces de toda la vida

    Nominada al Oscar como Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guion Original, se estrena la última pieza maestra de Paul Thomas Anderson, una historia acerca del primer amor y sobre el carisma y magnetismo de los residentes de las películas de este notable director. El autor de “Magnolia”, “Petróleo Sangriento”, “The Master”, “Boogie Nights”, “El hilo invisible” y quien llevó a Philip Seymour Hoffman a estadios irrepetibles, dirige al hijo del fallecido actor, el joven Cooper Hoffman y a la desconocida Alana Haim. Ambos se roban la película como una pareja que se atrae en un gallito de amor y ego en Encino en 1973. 

    Por: Ernesto Garratt

    “Licorice Pizza” es la última película de Paul Thomas Anderson, un director excepcional y quizá uno de los más iluminados de su generación. En su carrera siempre ha dibujado el crecimiento de personajes vinculados a la ciudad de California, o lo que es lo mismo, vinculados a  la cultura del carisma y el ego y el narcisismo. 

    “Licorice Pizza” está protagonizada por el hijo de Philip Seymour Hoffman en un estupendo debut: Cooper Hoffman, quien interpreta a un carismático adolescente llamado Gary Valentine, quien a sus 16 años ya no es más el niño actor con un tremendo futuro que parecía prometer, y  cuyo presente, en Encino en 1973, se mueve entre la autonomía o soledad más absoluta y la búsqueda de diferentes emprendimientos (muchos de ellos absurdos) como la venta ¡de camas de agua!

    Gary Valentine, cuyo nombre es asumido por él y los demás como el nombre de un personaje de ficción y por eso quizás el chico vive cada minuto como si su vida fuera una película, es puro carisma. Tiene una personalidad arrolladora y su carácter deja huella a cada paso que da. 

    Pero su enorme y disperso magnetismo cobra un nuevo sentido y dirección cuando apunta y se dispara hacia una joven llamada Alana Kane (Alana Haim), a quien conoce en la fila para sacarse la foto de promoción. Alana Kane es una veinteañera lánguida que le ofrece un espejo donde admirarse y verse a sí mismo antes de tomarse la foto que inmortalizará su juventud en el anuario promedio de unas vidas promedios.

    Muchos de los personajes del universo de Paul Thomas Anderson necesitan un complemento para verse a sí mismos y trascender de la manera en que lo hacen en el cine de este gran artista.  

    Claro, a veces la imagen de vuelta no es tan agradable, como en “Petróleo Sangriento”, con un Daniel Day-Lewis impresionante en su retrato de la codicia. O, de nuevo el perfeccionista Day-Lewis en “El hilo invisible”. 

    Pero el efecto espejo puede servir, si somos optimistas, para que el protagonista o la idea central crezcan y florezcan como pasa en “Boogie Nights”, una expansión hacia el absurdo de la industria del porno de la mano del poco sagaz pero bien dotado Dirk Diggler (Mark Wahlberg). 

    “Boogie Nights”.

    También la imagen que se devuelve en “Magnolia” crece hacia el sinsentido, pero esta vez un sinsentido más triste y apocalíptico que “Boogie Nights” y en esta ocasión acerca de la gente del showbiz, un personal y fauna humana que trabaja con sus propias imágenes, con lo que aparentan ser versus lo que son en verdad.

     ¿Cómo olvidar ese monólogo fabuloso de auto-ayuda de Tom Cruise en uno de los mejores roles de su vida antes de que corriera y corriera en la saga “Misión imposible”?

    “Magnolia”.

    El protagonista de “Licorice Pizza”, la persona con nombre de personaje, Gary Valentine, sabe perfecto lo que quiere hacer con su vida, o lo que quiere proyectar en su vida versus su interés amoroso, la entrañable Alana, una chica que da la pelea porque sabe que nunca será un personaje central, solo sabe que lo suyo es ser una persona nomás, una “extra” en el fondo sin un rol protagónico que se vislumbre en el horizonte. 

    Entonces, lo hermoso y poético en esta peliculaza de Paul Thomas Anderson es que toca esa fibra de “Embriagado de amor”, con quizás el mejor papel de Adam Sandler en su vida, para convertir a “Licoreci Pizza”, sí, en una comedia romántica con sus santos y señas claritas, pero también en una película superior y lejísimo del montón merced la mirada de largo alcance del director. 

    Si Joaquin Phoenix estaba obnubilado por el carisma del fundador de la Cienciología en “The Master”, fundador llamado Lancaster Dodd e interpretado por el fallecido Philip Seymour Hoffman, su hijo Cooper Hoffman también provoca esa devoción pero no de fe, sino que amorosa, casi melosa y adolescente en “Licoreci Pizza”.

    Philip Seymour Hoffman en “The Master”.
    Cooper Hoffman en “Licorice Pizza”.

     ¿Pero acaso no es la fe sino un amor a ciegas?

    “Licorice Pizza” tiene tres nominaciones al Oscar: Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guion Original y podríamos decir que es la condensación perfecta y con más fibra de la perfecta filmografía de Paul Thomas Anderson: respira la libertad y humor de “Puro Vicio”, esa maravilla con Joaquin Phoenix sobre un detective hippie y siempre en estado alterado tratando de resolver lo inexplicable en Los Angeles de los años 70. Como ya dijimos, tiene el corazón aún palpitando de la arrebatadoramente romántica “Embriagado de amor” y posee la mirada global para entender y amar a esta multitud de personajes que habitan desde “Magnolia”, pasando por “Boogie Nights” hasta “Licorice Pizza”: todos, sin excepción, hijos físicos o en espíritu del Hollywood profundo, habitantes que se cruzan con actores (Sean Penn delirante como William Holden), productores musicales (Bradley Cooper, lo mejor como el pololo de Barbra Streisand) y con egos carismáticos y narcisos. Quiéranlo o no, Gary y Alana saben o aprenden que la única manera de sobrellevar la vida en esas condiciones es existiendo en ella como si fuera una película. 

    “Embriagado de amor”. 

    Clásico instantáneo, “Licorice Pizza” es de esas películas que uno cree que conoce desde hace mucho, pero en verdad se trata de una cinta recién nacida con la que conectados de forma automática. 

    Larga vida entonces a Gary Valentine y Alana Kane, el mejor arrebato del cine de 2022. Un primer y carismático amor

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