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    Lecciones de ‘Neon Genesis Evangelion’ para enfrentar al mundo

    El icónico anime noventero y su película de cierre llegaron a Netflix en una versión remasterizada (y criticada por sus censuras y malas traducciones). Aquí, un análisis de las enseñanzas cruciales que podemos sacar de esta gran producción, y de cómo podemos llevarlas al mundo real.

    Por Michelle Martinez Collipal

    Re-mirar ‘Neon Genesis Evangelion’ (o simplemente ‘Evangelion‘) por Netflix es una gran excusa para reflexionar sobre sus temas principales: las conexiones humanas y el papel que como individuos o individuas jugamos en ellas. Este concepto es tan atemporal, que, si vamos más allá de las peleas con robots y los escenarios apocalípticos, le encontraríamos sentido en cualquier momento de nuestra vida.

    Durante los primeros capítulos, uno de los temas centrales de la serie queda claro a través del dilema del erizo. Estos animales están constantemente calculando la distancia justa para acercarse entre ellos, sin lastimarse ni lastimar al otro.

    La idea remite a los altos niveles de ansiedad que experimentan aquellas personas que no saben cómo relacionarse con los demás, y en ‘Evangelion‘, la ansiedad es un tema que cruza toda la historia. Todo esto encaja bastante bien en la figura de un adolescente, el personaje principal: Shinji Ikari, de 14 años, encarna todas esas fisuras que tenemos durante las etapas más inestables de nuestra vida, y las cuales, se supone, vamos reparando a medida que maduramos y entendemos más sobre nosotros mismos.

    Pero ¿qué pasa en esos momentos donde sentimos que no estamos preparados para enfrentar al mundo? Desde la óptica de un adolescente, o de una persona que se encuentra en un momento inestable de su vida; el mundo, y todos quienes forman parte de él, se ven amenazantes y aterradores, tal como los “ángeles” que aparecen en la serie y van destruyendo todo a su paso.

    En la serie, solo Shinji, Asuka y Rei, los niños elegidos, pueden subirse a los EVA, los robots mecha que fueron construidos para proteger lo que queda de humanidad.  Sin embargo, estos “héroes” son niños que no están preparados para enfrentarse a una tarea tan titánica. De esta forma, ‘Evangelion‘ rompe con algunas reglas del “shonen” tradicional (entiéndase: ‘Dragon Ball’ o ‘Pokemon’) para conectar directo con nuestros miedos, nuestra vulnerabilidad y nuestras carencias.

    Seres humanos incompletos

    Antes de los eventos que se desarrollan en ‘Evangelion‘, ocurre el “primer impacto”, donde una raza ancestral reparte semillas por el universo. En cada planeta se dejaba la semilla de Adán o la semilla de Lilith. Donde caía la semilla de Lilith nacía vida “normal”: humanos, animales y plantas, mientras que la semilla de Adán daba origen a los llamados “ángeles”, bestias con ADN humano, pero sin ningún tipo de conciencia.

    En el planeta Tierra aterrizaron las dos semillas. Aquí llegó Adán, pero antes de que pudiese desarrollarse, llegó Lilith y lo inmovilizó. Así, en la tierra predomina la vida normal, pero cuando Adán es liberado, los ángeles comienzan a aparecer.

    La organización NERV, creada en secreto para pelear contra los ángeles, intentó fabricar mecanismos de defensa haciendo una conexión humana con restos de Adán. Esto produce el llamado “segundo impacto”, que redujo la población a la mitad. Así, a lo largo de la serie, se explica que, si Adán o Lilith tienen alguna conexión con los humanos o con los ángeles, se produciría el “tercer impacto”, acabando con la otra mitad de vida que queda en la tierra. Los ángeles no pueden conectarse con los humanos, o entre ellos, porque perderían el control y destruirían todo.

    En otro nivel de este dilema del erizo, los personajes principales de ‘Evangelion‘: los niños elegidos y el equipo que trabaja en NERV, también huyen de las conexiones, y viven buscando ese equilibrio justo a la hora de relacionarse con los demás. En la serie nos damos cuenta de que nadie ha encontrado ese punto, ni los niños ni los adultos. Y ante una amenaza tan grande como ángeles que aparecen para destruir la tierra, no hay tiempo para descubrirlo, hay que actuar, y todos hacen sus mayores esfuerzos, aunque sufran y cometan errores en el proceso.

    A lo largo de la serie, todos los personajes se van sintiendo validados al pilotear los Eva y al hacer cosas para proteger a la humanidad. Como si cumplir con esta tarea tan importante les permitiese evadirse a sí mismos, y no pensar en sus propias carencias. Shinji Ikari y Asuka Langley encarnan esa tendencia evitativa, quizás de una forma más exagerada que los demás. Ambos tienen la certeza de que pilotear al Eva 01 y al Eva 02 los define, al punto de permitirles “ser quienes son”.

    Un punto importante es que los Eva están hechos a partir de ADN humano. Podríamos decir que eso potencia aún más la idea de estos seres humanos incompletos, que necesitan conectar con otro cuerpo, otro corazón y otra alma para poder llegar a sentirse plenos.

    Un mundo indiscriminado

    El último capítulo de ‘Evangelion‘ habla sobre “La bestia que pedía amor a gritos desde el centro del mundo”. Ahí se condensa el dilema del erizo: la profunda necesidad de conexión, limitada por un miedo paralizante, ante esa misma conexión.

    Los personajes buscan afecto, se protegen a sí mismos constantemente, pero lo desean desde lo más profundo de su corazón. Todos quieren validación, todos quieren conectar, pero ese miedo a salir lastimados en el proceso, a sufrir, a ser abandonados, los bloquea.

    ¿Cuál es la solución entones? En ‘Evangelion‘, a través del llamado “Proyecto de Instrumentalización” se busca que toda la humanidad se una a Lilith, y forme un solo ser. En ese sentido, hay un deseo de un mundo indiscriminado, un mundo sin personas que nos puedan lastimar, un mundo donde todos seamos uno. La idea de la ansiedad que produce el dilema del erizo llevada a su nivel máximo, porque si no existe nadie ni nada, nadie ni nada nos puede lastimar.

    Pero justo cuando esa parece ser una solución, la serie nos golpea con la realidad, y a través de brutales secuencias nos explica algo que, en la adolescencia, no somos capaces de entender, y que es bueno recordar de vez en cuando: es inútil buscar validación o entendimiento completo en un “otro”, porque las únicas personas que pueden hacernos sentir plenos somos nosotros mismos.

    La autovalidación, y la diferenciación con el otro, son las herramientas con las que podemos enfrentarnos a un mundo que a veces nos parece aterrador, pero para eso es necesario estar completamente conscientes de quiénes somos, y lograr sentimos cómodos en nuestra propia piel. La serie nos enseña que depender de la validación externa puede llevarnos a dos extremos: protegernos al punto de cerrarnos por miedo a ser lastimados, o dejarnos consumir por completo por aquello que nos “complementa”.

    Y quizá la lección más importante de ‘Evangelion‘ es que en ambos casos se sufre.

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