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    Margaret Atwood y su trilogía ‘Maddaddam’: Nuestra casa de espejos

    “¿Qué tiene nuestra propia Especie que nos deja tan vulnerables al impulso de la violencia? ¿Por qué razón somos tan adictos al derramamiento de sangre? Siempre que nos veamos tentados de enorgullecernos y de sentirnos superiores a los otros Animales, deberíamos reflexionar sobre nuestra propia historia brutal.” Adam Uno, Día de la Santa Dian (Dian Fossey, protectora de los gorilas de las montañas).

    1. ‘Oryx y Crake’

    Aunque original del año 2003, la nueva saga que acaba de llegar a Chile a través de la editorial Salamandra, es la descripción gráfica y poderosa de una pesadilla tan distópica, como post-apocalíptica. En cada una de sus entregas, Margaret Atwood —la autora canadiense conocida mundialmente por su novela ‘El cuento de la criada’ y ‘El asesino ciego’— examina las deficiencias de la sociedad contemporánea a través de la lente de un futuro muy poco esperanzador, que podría estar sucediendo ya.

    El primer título, ‘Oryx y Crake’, comienza con el relato del Hombre de las Nieves. Un tipo flaco y desaliñado que viste una sábana asquerosa y habla solo sobre un árbol mientras recuerda su vida como Jimmy, su identidad anterior al apocalipsis, así como de las cosas que hizo, pero sobre todo las que no.

    De esa manera trata de darle sentido a la decisión de su mejor amigo Glenn —Crake—, consistente en usar su genialidad para destruir el mundo, y quizá, de esa forma, perdonarlo.

    ¿Demasiado lejos?

    Jimmy y Crake se conocieron antes de que todo se viniera abajo, en el Instituto del complejo habitacional de la empresa VitaMorfosis. Sus padres, ambos científicos, trabajaban para la superpoderosa compañía en el área de ingeniería genética, creando nuevas especies, como los cerdones: puercos inmensos gestados con fibra cerebral humana y predisposición a madurar con órganos duplicados.

    Glenn, en ese entonces, un chico taciturno, muy inteligente y pedante, seduce de alguna manera a Jimmy, quien termina convirtiéndose en su mejor amigo. Glenn, o Crake, se percibe ausente, y no le importa lo que piensan los demás sobre él, porque nada de eso es relevante cuando se tiene la certeza de que la humanidad está condenada.

    “(…) La naturaleza es a los zoos lo que Dios es a las iglesias.

    —¿Y eso qué significa? —preguntó Jimmy, que no estaba prestando mucha atención; tenía la mente en los ChikenDeli y los loberros (perros modificados, de apariencia tierna pero letales y feroces) ¿Por qué tiene la sensación de que se ha traspasado una línea, de que se ha transgredido una frontera? ¿Cuánto es demasiado? ¿Cuándo se ha ido demasiado lejos?

    —Estos barrotes y estas paredes están aquí para algo —insistió Crake—. No es para que nosotros no entremos, sino para que ellos no salgan. A la humanidad le hacen falta barreras en las dos direcciones. 

    —¿Ellos?

    “La naturaleza y Dios”, sentencia Crake, de forma concluyente, mientras le muestra a Jimmy las instalaciones de la Universidad Watson-Crick, instituto que recluta a los matemáticos, biólogos y genetistas: los científicos más inteligentes de los campos corporativos.       

    Por otra parte, Jimmy es un chiquillo que lleva en sus hombros el fracaso de sus padres, científicos que transaron sus ideales más nobles de mejorar el mundo a cambio de riquezas y privilegios; entregados en su arte a conglomerados biotecnológicos para nada éticos.

    Jimmy siente y sabe que es una decepción perpetua para su padre porque no es un tipo brillante en matemáticas o ciencias, únicas ramas con valor en su mundo. Su madre, por otra parte, sufre un ataque de conciencia y huye del complejo de lujo patrocinado por las corporaciones donde vive la familia para unirse a un movimiento de resistencia anti-corporativo y antigubernamental, y al mismo tiempo sistematiza las expectativas sociales que las causaron.

    Jimmy crece con una opinión negativa de su padre y de todo lo que representa, pero paradójicamente es la sociedad a la que pertenece —una sociedad de privilegios— y es todo lo que conoce; es el mundo que su padre, el de Crake y muchos otros hombres y mujeres, han creado para él.

    Resistencia

    Se trata de un mundo rebosante de productos comercializados y diseñados de manera brillante para satisfacer cualquier demanda: tratamientos Rejuvenalia (ReJuv) para refrescar la piel envejecida, bolas de pechuga que se mueven como babosas desarrollados para las franquicias de comida rápida ChickenDeli, ejecuciones públicas en vivo y suicidios asistidos, pornografía infantil, esclavitud sexual, entre un largo etcétera que el lector siente demasiado cercano.

    No se puede escapar de este mundo, no sin renunciar a la seguridad, el orden y las comodidades materiales de las ciudades satélites corporativas. No hay otra alternativa que huir a las Plebillas donde viven las clases bajas, o unirse a la resistencia como lo hizo su madre.

    La desigualdad entre los campos residenciales y las Plebillas, sin mencionar el resto del mundo, es tan extrema que claudicar a su vida privilegiada ni siquiera es una opción. Entonces Jimmy hace lo que todos: se apega a lo que sabe y sigue adelante. Continúa por el camino de menor resistencia y, mientras crece, hace lo que hacen todos los niños de catorce años saben y quieren hacer: se droga y juega en línea.

    Mente elegante

    A estas alturas de la novela, queda claro que no se trata de un relato para corazones sensibles, ni mucho menos. Porque además de entregarnos a un protagonista autocompasivo y narcisista que abusa de las mujeres, Atwood nos presenta a Oryx, la mujer que obsesiona a los dos amigos y a la vez encarna una representación firme de la pornografía infantil y la esclavitud sexual, lo que agrega también varias obscenidades del consumismo y exterminio deliberados de humanos por parte de los científicos y su compañía de seguridad privada SegurMort.

    Ante la sátira aguda y despiadada de Margaret bajo el lente frío de una observadora científica, perturba. Bien podría preguntarse si es posible apelar al relativismo cultural en estos casos. Y es que incluso en esa ficción (por lo demás bastante real), la canadiense remece el punto de vista lector. ¿Cómo no conseguirlo, si la naturalidad con que Oryx se toma su pasado causa escalofríos?

    “Oryx calló unos segundos, levantó el pincel del esmalte de uñas y se miró la mano.

    —No, era un intercambio.

    —¿Un intercambio? ¿Y qué tenía que ofrecerte ese patético cabrón?

    —¿De dónde sacas que era malo? —dijo Oryx—. Nunca me hizo nada que tú no me hagas. Bueno, ¡tú me haces más cosas!

    —Pero yo no te las hago en contra de tu voluntad —señaló Jimmy—. Además, ahora ya eres mayor.

    Oryx se echó a reír.

    —¿Y cuál es mi voluntad? —preguntó. Debió de darse cuenta de la expresión dolida de Jimmy, porque dejó de reírse—. Me enseñó a leer —añadió en un susurro—. Hablar en inglés, a leer palabras inglesas (…)

    (…) —¿Qué le hacías? ¿Se la chupabas?

    —Crake tiene razón —replicó Oryx con frialdad—. No tienes una mente elegante.

    Buenas intenciones

    ‘Oryx y Crake’ es una advertencia contra un futuro donde la tecnología no tiene límites y menos aún si es fomentada por el capitalismo salvaje y la codicia empresarial. También es una acusación al hombre y especialmente a la encarnación occidental moderna, que continúa ejecutando y tolerando todo tipo de violencia, explotación y degradación, incluso mientras logra avances cada vez más asombrosos en todos los campos del estudio científico.

    La ciencia y la tecnología —especialmente la ingeniería genética— son desarrolladas puramente con fines de lucro. De hecho, corrompen y, en otros casos, revelan que las buenas intenciones de los científicos no armonizan con el bien común, ni de la humanidad ni de ninguna especie. Los recursos sin límites permiten que los cerebros olviden sus moldes éticos y las experimentaciones genéticas recrean y mezclan nuevas especies que, según los científicos, reemplazan eficientemente a las miles de especies ya extintas en la novela.

    En todos sus libros, y especialmente en ‘Oryx y Crake’, Margaret Atwood retrata las formas en que las personas son moldeadas por las circunstancias en las que se encuentran. La sociedad y la cultura son fuerzas poderosas. Esta dinámica de elección individual versus colectividad, se ve dramatizada a través de Jimmy mientras lo seguimos desde la infancia, hasta la edad adulta cuando se convierte en el cómplice involuntario de Crake y el único superviviente del apocalipsis.

    El único superviviente —humano, habría que acotar—, ahora convertido en pastor y la figura cuasi religiosa de una nueva especie llamada los Crakers. Una nueva raza de humanoides desarrollados por Crake y un grupo de científicos secuestrados desde la red por la corporación ReJuv para dar con la inmortalidad y rehacer el mundo bajo el costo —nada insignificante— del exterminio humano, también planeado por Crake.

    Margaret Atwood deja al lector en un claro del bosque, con una tribu de Crakers desconcertados, dos hombres, una mujer y Jimmy: el Hombre de las Nieves, que se pregunta si debería acabar con los últimos de los suyos y marcharse. Todo para dejar el mundo limpio de corruptores que impidan a los Crakers —estos seres hermosos físicamente y perfectos fisiológicamente; herbívoros no violentos, creados por su amigo y educados por el amor de su vida: Oryx—, multiplicarse y revindicar la raza.

    2. ‘El año del diluvio’

    “Según Adam Uno, la Caída del Hombre es multidimensional. Los antepasados primates cayeron de los árboles; luego cayeron del vegeterianismo a comer carne. Después cayeron del instinto a la razón, y por consiguiente a la tecnología; de las señales simples a la gramática compleja, y por lo tanto, a la humanidad; de la ausencia de fuego al fuego, y por consiguiente al armamento (…) Luego cayeron de una vida gozosa en el momento a la contemplación ansiosa de un pasado que se fue y un futuro distante.

    La caída continuaba, y la trayectoria era cada vez más cuesta abajo. Absorbido en el poso del conocimiento, sólo puedes caer en picado, aprendiendo cada vez más, pero sin ser más feliz”.

    Es Toby quien recuerda las palabras de Adam Uno —fundador de Los Jardineros de Dios—, una mujer cuyo padre fue embaucado por las corporaciones para obligarlo a vender su propiedad a un precio muy bajo; cuando el hombre se rehusó a rematar su predio, enfermaron a su mujer y lo endeudaron con gastos médicos hasta obligarlo a vender todo a un precio todavía más ridículo.  

    Toby estudiaba medicina natural en la desprestigiada universidad de humanidades, Martha Graham, pero tuvo que dejarla cuando su padre se suicidó; tenía miedo de que la policía privada SegurMort la persiguiera por las deudas que adquirió su padre mientras intentaba salvar a su mamá.

    Toby consiguió trabajó en las Plebillas, en un local de comida rápida llamado SecretBurger, donde fue esclavizada por El blanco, el administrador sociópata del restaurante del horror. De ahí, de esa pesadilla, justo fue rescatada por Adam Uno y los Jardineros de Dios. 

    ‘El año del diluvio’ es la continuación de ‘Oryx y Crake’, que en rigor no es una secuela; aparecen varios personajes del libro anterior, junto con la Corporaciones VitaMorfosis, ReJuvenalia, InnovaTe, Cafeliz e instituciones como Los Leones de Isaías y los Lobos de Isaías y los Jardineros de Dios.

    Monstruos inútiles

    Los Jardineros de Dios, la comunidad autosustentable, ecológica y religiosa cuyos santos fueron en nuestro presente, contribuyentes activos en la protección del medioambiente y la biodiversidad —entre ellos se encontraban Rachel Carson y Dian Fossey—, cultivan en los tejados para defenderse de las pandillas y merodeadores que infestan las calles, y tratan de seguir un camino de armonía con la naturaleza a través del colapso provocado por Jimmy, Crake y Oryx.

    Los Jardineros son una invención extraordinaria y de fácil adhesión valórica. Se les cree. En cuanto a las Corporaciones, estas no son las queridas empresas familiares que ahora controlan nuestros gobiernos de una manera más o menos encubierta. En la novela, ningún Gobierno parece estar funcionando. El escenario puede ser cualquier potencia, porque no hay geografía. Las empresas, y particularmente su brazo de seguridad SegurMort, tienen el control total.

    Como en el libro anterior, toda la ciencia y la tecnología es propiedad de la Corporación, al servicio del crecimiento capitalista y con la finalidad de mantener a la población controlada, mientras destruye los recursos y los equilibrios ecológicos del planeta a un ritmo cada vez mayor. La manipulación genética ha estado ocupada produciendo monstruos inútiles o nocivos como conejos verdes, mofaches, loberros, seres humanos de colores y cerdos racionales.

    Diluvio seco

    Gran parte de la novela tiene lugar en flashbacks —al igual que la primera parte—, desde el quinto año —cuando las cosas iban mal, pero aún no tanto—, hasta el año 25, cuando todo se fue a la mierda y la gente comenzó a desplomarse hechos coágulos de sangre por todo el planeta. Y aun así, la historia encuentra su vitalidad en los personajes, a través de cuyos ojos vemos estas escenas, eventos oscuros y horrorosos: las mujeres Toby y Ren.

    El lector puede comprobar que el mundo del año 25 descrito por Toby y Ren no es mejor con relación al escenario descrito por Jimmy en ‘Oryx y Crake’. Es, si es posible, aún más deprimente, pues la mayor parte de la humanidad está muerta y los pocos supervivientes escarban en una existencia evidentemente desesperada.

    Resulta intrigante que Margaret Atwood pueda recrear escenas tan sombrías y que aun así, sean soportables durante cientos de páginas.

    La personalidad y los sentimientos de los personajes en ‘Oryx y Crake’ no eran tan importantes, pues su interés narrativo pasaba a segundo plano porque eran figuras al servicio de una obra más moral, de ideas. ‘El año del diluvio’, en cambio, tiene un tono menos satírico, menos mordaz, pero mucho más doloroso. Se ve en gran medida a través de los ojos de las mujeres, cuyas individualidades, temperamentos y emociones, entregan pasajes vívidos e identificables.

    Gran parte del relato es violento y cruel. Tal vez por ello los capítulos de Ren son la letanía de un alma buena, que en ocasiones exaspera porque se confunde con estupidez. Pero en realidad es un personaje poseedor de un espíritu que soporta con paciencia infinita la degradación interminable en que la involucra su familia.

    La naturaleza de Toby es más dura, pero la prueban hasta el límite: es violada, amenazada, golpeada, y debe vivir con una sarta de abusos. Quizá su narración se lea como un sollozo, pero no es autocompasivo. Se ajusta más a un lamento por la humanidad, una especie que olvidó el respeto, perdió los afectos y trituró la lealtad y el coraje en favor de la estupidez y la arrogancia.

    Los sentimientos más hermosos, como el amor entre personajes, son increíbles y se afirman contra todo pronóstico, pero terminarán, desde luego; como todo lo que Toby, Ren y después Amanda, Zab, Shackie, Croze y  Oates; los adanes y evas, junto a los Jardineros de Dios, son y hacen. Reinará el fracaso, como en un diluvio seco.

    En ‘El año del diluvio’, Margaret Atwood vuelve a contar de manera brillante su propia historia. A través de otras bocas y enfocándose en diferentes detalles, que a pesar de ser imágenes y relatos de vida perturbadoras, escribe de forma divertida e inteligente.

    Es buena, sobre todo entendida como una pensadora con alto nivel de creatividad y que, a pesar de su ego, deja entrar el caos, porque así como nadie quiere un mundo perfecto, uno en que los seres humanos nazcan con los instintos programados, tampoco quiere leer una novela cuyo único atractivo sea su estética narrativa.

    El caos en ‘El año del diluvio’ es parte del placer de leer, porque es sobre nosotros mismos, sobre nuestro reflejo en una casa de espejos de esos que hay en el Espacio La Diana. De esos que muestran profundidades, deformidades, y todo tipo de distorsiones. Pero ahí estamos, con la incertidumbre de no saber cómo evolucionará la humanidad, o si evolucionará en absoluto.

    Es claro que ‘Oryx y Crake’, lo mismo que ‘El año del diluvio’ —y debe incluirse ‘Maddaddam’, la tercera y última entrega de esta trilogía que toma su nombre, y que se completará el próximo 14 de octubre—, no son una profecía. Pero desarrollan historias inquietantes y muy posibles. Y si algunos de sus detalles les parecen incómodos a los lectores, ¡perfecto! De eso se trata. Porque esta historia es nuestra historia.

    Ficha Técnica

    Nombre del título: ‘Oryx y Crake’.
    Autora: Margaret Atwood.
    Editorial: Salamandra 2021.
    Páginas: 448.
    Precio de referencia Buscalibre: $13.600.

    Nombre del título: El año del diluvio
    Autora: Margaret Atwood
    Editorial: Salamandra 2021
    Páginas: 512
    Precio de referencia Buscalibre: $12.750.

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