Akira no envejece. A pesar de que celebramos 32 años desde su estreno, de una u otra manera cada vez que miramos la adaptación que el propio Katsuhiro Ôtomo hiciese de su manga parece que estamos frente a una propuesta actual. Tanto por su técnica como su historia (ambientada coincidentemente en un Tokio anfitrión de unos Juegos Olímpicos como iba a suceder este año), Akira no sólo es esa película a la cual el paso de los años sienta bien sino que es una que perfectamente nos podrían vender como la propuesta japonesa en la categoría animada del año.
Uno de los elementos que le da siempre aire fresco es la banda sonora de Shoji Yamashiro. Como comentaremos hoy, se trata de un trabajo que suena siempre contemporáneo. A estas alturas cuestas definir si es porque Yamashiro fue un visionario con propuestas neo que pocas veces se han oído hasta entonces, o fue más bien un conservador que apela a la técnica con el fin de que todos entendieran lo planteado aún sin conocerlo.
Por esto último, a la hora de hablar de la banda sonora de Akira prefiero prescindir del concepto contemporáneo para quedarme con la noción de atemporal, esto porque su mensaje y técnica van más allá de lo que se entendía por música incidental a finales de los años 80s y perdura hasta el día de hoy.
La pregunta entonces es la siguiente. ¿Qué hace tan bien Yamashiro para que su propuesta musical se vuelva un pilar fundamental en la adaptación de un manga que ya era aclamado en 1988? Como les decía, no sólo hablamos de una buena banda sonora, sino y acá dejo dialogar al propio Ôtomo, estamos hablando de uno de los pilares sobre los cuales se construye la arquitectura de Akira.
Y la respuesta, como insinué, parece ser más simple. Pese a ser muy visionario, Yamahiro nos regala una banda sonora que a todos hace sentido. No sólo al público de occidente y oriente (un gran desafío para la época de estreno), sino al público de 1988 y al del 2020. Esto se los quiero demostrar con 3 temas musicales a lo largo de la película y la banda sonora, donde parece que Yamashiro está componiendo hoy.
El primero de ellos es el dedicado a Kaneda, y para disfrutarlo necesitamos un poco de contexto. Corre el año 2019 y Neo-Tokio es dominada por pandillas y violencia. El gobierno enfrenta una crisis de legitimidad y por las calles manifestantes se enfrentan a las fuerzas militares en algo que parece tan vigente hoy.
La música de Kaneda y compañía, por lo mismo, es una invitación a escuchar nuestros orígenes, a entender la violencia como muestra de expresión, quizá la única para una generación que vive de historias de violencia ajenas cuyos efectos repercuten hasta el día de hoy. Traté de buscar una mejor palabra, pero tribal es una que lo define bastante bien.
Todas las personas se congregan en pequeños grupos que buscan simplemente imponerse al otro, y en Kaneda Yamashiro demuestra que esta es una idea que todos podemos entender si dentro del Noh japonés, ponemos todavía más énfasis en las voces y percusión.
Battle Against Clown forma parte de este mismo tema que denominamos como el de la violencia, y el efecto es el mismo, sólo que ahora incorpora un sentido de urgencia y vuelta al estado natural que potencia el elemento distópico de Akira.
Un segundo tema fundamental en la banda sonora de Akira es el psicológico, en particular en el proceso que vive Tatsuo desde su accidente con Takashi el niño telequinético denominado como número 26. La música acá vive un cambio radical en especial a medida que nos adentramos a la mente de Tetsuo y como empiezan a manifestarse sus primeros poderes generándose un total colapso.
Por esto, Dolls Polyphony es de hecho mi favorita en todo el trabajo de Yamashiro, pues escucharla me permite cerrar los ojos y pensar qué sucede en este mismo instante en la inestable mente de Tatsuo. Tanto hoy como en 1998, sus voces son una excelente invitación aunque suene curioso directamente a no entender, o a entender que es imposible comprender lo que Tatsuo está viviendo.
No existen patrones comunes que permitan interpretar el proceso de Tatsuo, como tampoco los existen en la música de Yamashiro en estos momentos, la cual parece no respetar los cánones impuestos para potenciar la actual situación del adolescente. Si antes la banda sonora creo un ambiente en general de colapso, en la mitad del disco ese colapso se vuelve a mostrar pero dentro de la mente de un muchacho. Una versatilidad increíble.
Por eso, quiero terminar con el tema de salida, pues luego de crear un ambiente de violencia, destrucción e inestabilidad musical, Yamashiro nos hace un regalo con Illusion, tema que nos invita a contemplar una nueva existencia. El autor, nuevamente apela a lo instrumental japonés, y supera toda barrera cultural. De hecho, hace que el público entienda que estamos hablando de una música que nos quiere acerca a lo divino, o algo que la vida la que todos hemos vivido incluso en el lejano Chile nos permite identificar musicalmente como la creación.
Esa deidad instrumental, es una pausa repleta de intensidad y una invitación a la contemplación. Paso a paso, usando la jerga actual, molécula a molécula, podemos entender el poder de Akira, Tatsuo, Kiyoko, Takashi y Masuro como uno muy cercano a lo omnipotente, por lo mismo las voces en Illusion son verdaderamente una plegaria.
En esta misma línea, Réquiem es un hermoso renacer tras tanta violencia y abuso. Una nueva vida, donde el órgano de Yamashiro nos hace creer que estamos incluso escuchando koyaanisqatsi de Philip Glass. La misma lógica de atreverse, un mismo relato trascendental.
Para escribir esta columna, obviamente, tuve que volver a ver Akira. Y como siempre, me preguntó cómo se atrevieron a tanto en 1988 (coincidentemente, el año que nací). Generalmente salgo con más dudas que respuestas, pero siempre con el corazón y mente llenas porque la música de Yamashiro me demuestra que hay tanto que entender, hay tanto que volver a observar y oír, que el paso del tiempo (32 años, nada menos) no sólo me permite observar la maduración de su trabajo (como sucede en tanta película que se volvió de culto) sino también lo prodigioso que pudo ser, entonces y hoy.