Por Ernesto Garratt
Tom Cruise acaba de ser ovacionado en Cannes, el festival de los autores, y ese sello de calidad parece al fin poner fin y cerrar con llave la siútica maldición de los arribistas del cine en torno a su figura y carrera. Así es: Tom Cruise no hace mal cine. Hace un cine comercial mejor que mucho cine arte que anda convocando a una o dos personas por función.
A ver. Esta secuela de la cinta de 1986 nos sitúa más o menos en las mismas coordenadas de la historia original: en vez de un joven cadete, esta vez vemos a un senior aviador, un Tom Cruise caminando cómodo en los zapatos de Pete ‘Maverick’ Mitchell, díscolo, rebelde y práctico héroe que vuelve a ser y hacerse el rebelde. ¿Funciona? Sí. Y mucho.
Dirigida con las mismas teclas que tocó en vida el gran y olvidado Tony Scott en la “Top Gun” original (Tony fue hermano de Ridley Scott y un artesano con una carrera formidable), esta secuela del eficiente Joseph Kosinski (“Oblivion”) incluso iguala o mejora el menú original.
La historia en esta ocasión va como sigue: Debido a una orden superior, Maverick es sacado de sus actuales funciones (qué básicamente es destruir aviones) y es reasignado a su antigua locación, la escuela Top Gun, donde deberá entrenar a un grupo de estudiantes para una misión secreta y probablemente suicida: ¿vieron Star Wars y al final cuando Luke le dispara a la Estrella de la Muerte? Bueno, es lo mismo, hay que dispararle a un blanco, un hoyito pequeño en territorio enemigo, esquivar el amplio fuego hostil y, ojalá, escapar con vida para que nadie lo pase mal en la escena de los créditos finales.
Esto no es premio a la originalidad, pero “Top Gun: Maverick” gana con creces el premio a la espectacularidad visual, eficiente, al grano, con una trepidante acción (qué secuencias de vuelo, OMG) que nos tienen siempre al borde del asiento. En este sentido, hay que quitarse el sombre frente al gran trabajo de verdadero artesano del director de fotografía a cargo de esta producción comercial, de acción y, pucha, qué se agradece.
Esta se trata de una secuela de Tom Cruise que crece con la fotografía del chileno Claudio Miranda. Así, el mismo que ganó el Oscar por la fotografía del filme “Life of Pi” de Ang Lee, el mismo que no habla nada español pero que orgulloso repite que es chileno y que nació Valparaíso hace 57 años. Su labor detrás de la cámara es funcional, intrépido y se adapta perfecto a este traje hecho a la medida de Tom Cruise. Es decir, seguir al héroe y fotografiar esta historia como si siguiera ocurriendo en los años 80, con un Maverick que se niega a envejecer, que mientras más tiempo pasa más joven se ve, tal como Claudio Miranda filmó a Brad Pitt como director de foto en “El caso de Benjamin Button” de David Fincher.
Merced el arte fotográfico de Miranda, más el arte y artesanía general de esta superproducción, tanto Cruise como su personaje Maverick resisten en paso del tiempo. Esta secuela ocurre 36 años después, pero no hay fatiga ni de espíritu ni material. Todo ocurre como antes, en un gran gesto de nostalgia reactualizada. Gran película, gran espectáculo visual, gran, gran fotografía del chileno Claudio Miranda. VAMOS CHILE!!!! jajajajaja.