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    “Duna Parte Dos”: El divino cine de Denis Villeneuve

    “Duna Parte Dos” no es solo un blockbuster palomero más. Secuela de la cinta de 2021 de Denis Villeneuve basada en la novela de Frank Herbert, esta exitosa superproducción de sci-fi es la demostración de cómo el cineasta canadiense ha forjado una filmografía literalmente “divina”: un cuerpo de trabajo fuera de este mundo que juega entre líneas con referencias bíblicas, estructuras narrativas donde se cuenta el milagro, pero no el santo. Y lo hace usando la figura del Mesías en “Dune”, la alusión a la virgen María en “Blade Runner 2049” e incluso con la idea del Ángel Exterminador en “Sicario”. Y no. No estoy alucinando. ¿Quiere pruebas de fe? A continuación, las razones de por qué la obra de Villeneuve no es una bella sin alma. Todo lo contrario. Amén.

    Por Ernesto Garratt

    ANTIGUO TESTAMENTO

    Cuando me expuse a “Incendies” (“La mujer que canta”)  de 2010 descubrí la voz y talento de Denis Villeneuve, director canadiense que me dejó con la boca abierta. Recordemos: “Incendies” es el viaje de dos hermanos a Medio Oriente para descubrir el pasado de su recién fallecida madre: un inmigrante en Canadá cuyo país de origen no se menciona pero que se intuye. “Incendies” es de esta manera un viaje al Antiguo Testamento, con un motor narrativo donde se expresa con fuerza un Deux Machina igual al Dios castigador e iracundo que vemos y leemos en los primeros capítulos de la Biblia. 

    Con “Incendies”, nominada al Oscar a Mejor Película Extranjera de ese año, Denis Villeneuve demostró su superioridad artística y aunque no se trata de su ópera prima, bien deja claro en su ADN la semilla de lo que después germinaría con fuerza en su cuerpo de trabajo y que, hoy por hoy, tiene la forma de un blockbuster de Hollywood: “Duna: Parte Dos”, basada en la novela de ciencia ficción más exitosa de todos los tiempos y escrita por el periodista Frank Herbert. 

    Sí, sí, sé qué estás pensando. ¿Qué tiene que ver la fuerza del cine indie, honesto, puro y “artístico” de “Incendies” con un producto palomero como la secuela de “Duna” (que también dirigió Villeneuve en 2021)?. Te lo digo ahoritas pero ¿tienes un minuto para escuchar la palabra de Nuestro Señor El Poderoso Cine y sus Sinuosos Caminos?

    Empecemos: Denis Villeneuve me resulta quizás el director de cine actual más relevante, incluso más talentoso que el recién ganador del Oscar Christopher Nolan por “Oppenheimer”. Aclaro: Nolan y su reflexión del tiempo a través de sus películas me parece increíble. De hecho, cuando me expuse a “Memento”, de 2000, me voló la cabeza la idea del encierro en el eterno presente y la jaula del tiempo en el acá y el ahora que proponía la trama de un anti-héroe sin memoria. Sin pasado. Sin futuro. Prisionero del presente.

    Pero en el transcurso de estos últimos años, creo que el cine de Denis Villeneuve ha crecido por un sinuoso camino que el cine de Nolan no ha querido o podido explorar con la profundidad y efectos del canadiense. 

    A través de una primera etapa de cine realista y brutal, con filmes canadienses de Villeneuve como “Incendies” y la notable “Politecnique” (filmada en blanco y negro y sobre el real ataque de un pistolero a una institución educacional), se forja para mí una narrativa de notable pericia audiovisual y que transmite la idea de un mundo inhóspito donde el pequeño dios en que se está transformando Villeneuve -desde su silla de director joven- ejerce un castigo y la función de Ángel Exterminador sobre sus mundanos y atormentados personajes. 

    En su debut en Hollywood con “Prisioners”, Hugh Jackman es una especie de Job bíblico: un hombre de bien que comienza a perder todo lo bueno de su vida. Secuestran a su prole, se empieza a desmoronar y a perder su fe -en el sistema, en la humanidad, en la vida, en Dios- y termina encerrado en la fauces del olvido como un Jonás dentro de la ballena. 

    De hecho, en su impresionante segunda incursión en Hollywood, “Sicario”, de 2015, Benicio del Toro literalmente toma la forma de un Ángel Exterminador que hará justicia “divina” (porque por medio de la la humana no se puede) sobre la Sodoma y Gomorra en que está convertida Ciudad Juárez. Con un soberbio nervio narrativo (la secuencia de la caravana en la frontera México-gringa es una lección de cine), Denis Villeneuve (armado con la cámara del director de fotografía de Roger Deakins y la excepcional música del difunto Jóhann Jóhannsson) usa planos cenitales a destajo, es decir, mirando desde las alturas hacia el suelo, desde lo divino hacia lo terrenal, en una sutil propuesta que entre líneas irá sumando piezas al puzzle general para comprender parte del motor creativo del canadiense, quien  ha forjado una filmografía literalmente “divina”: un cuerpo de trabajo fuera de este mundo que juega entre líneas con referencias bíblicas, estructuras narrativas donde se cuenta el milagro, pero no el santo.

    NUEVO TESTAMENTO

    En “Duna” y “Duna Parte Dos”, adaptaciones de la primera novela de Frank Herbert sobre esta saga y publicada en 1965, Denis Villeneuve nos invita a un making of bastante verosímil de cómo se ejerce el poder, aunque se trate de una sociedad y castas espaciales imaginadas en el terreno de la ciencia ficción.

    Recordemos que el chileno Alejandro Jodorowsky intentó realizar la primera adaptación de la novela de Herbert y, lo digo con sinceridad, agradezco que no pudiera hacerla. Su versión no tenía nada que ver con la novela original, de hecho, el mismo director admite en el documental sobre este fracaso, “Jodorowsky’s Dune”, que no leyó esta pieza fundamental de la sci-fi.  

    Luego hubo que esperar hasta que David Lynch ofreció una versión fílmica más cercana a la fuente original. Pero sin duda que estas dos últimas cintas de Villeneuve combinan mejor que nadie, incluso que las miniseries de SyFy, la búsqueda lisérgica de la conciencia universal (a través de la llamada “Especia”), la defensa de la ecología y el sentido de comunidad ancestral como defensa ante un enemigo depredatorio, extractivista y colonizador. 

    Y en este sentido, una de las aristas vitales dentro de la adaptación de Villeneuve tiene que ver con el poder de la religión como herramienta de control social. 

    En sus cintas de “Duna” se subraya con fuerza la importancia de las Bene Gesserit, una congregación de reverendas madres a cargo de mantener el orden espiritual y genético en el imperio galáctico donde transcurre la acción. 

    Las Bene Gesserit son algo así como los jesuitas en la historia de nuestra América colonizada por los españoles, una fuerte influencia que en los pasillos del Versalles del poder, influyen y moldean la historia y difunden la “palabra de la fe” con fines geopolíticos y económicos. Por supuesto, en “Dune Parte Dos”, por lo demás una tremenda película, se desarrolla con aún más detalles y pericia esta idea de la manufactura del Mesías como una herramienta de propaganda social, una forma artificial y humana de manejar lo terrenal desde el ilusorio prisma de lo espiritual. 

    Es curioso que en la inmersión completa de Denis Villeneuve en la ciencia ficción desde la película bisagra que resulta “Enemy”, y pasando por “La llegada”, “Blade Runner 2049” hasta las dos partes de “Duna”, el renovado pacto religioso de Dios con los fieles del Nuevo Testamento de alguna manera se traduce en un nuevo pacto con el director y su público. 

    Dejando en pausa el “cine realista” y “castigador” de sus orígenes como “Incendies”, Denis Villeneuve abraza la ciencia ficción más dura y ambiciosa para dar rienda suelta a su creatividad y mirada de “autor” ya en las ligas mayores del cine de altísimo presupuesto, con cientos de millones de dólares a su disposición por título. 

    Es decir, no creo que para nada se haya diluido su rúbrica y autoría y calidad de artista desde la “indie” “Incendies” hasta las dos partes de “Duna”. De hecho, Villeneuve es un fanático de “Lawrence de Arabia”, de David Lean (como Spielberg, como varios cineastas-cinéfilos). El filme con Peter O’Toole es una película que ha inspirado su carrera y de hecho buscó rodar en los mismos escenarios de su clásico amado, Jordania. 

    Y así lo hizo tanto para la fundacional “Incendies” como para “Duna” 1 y 2. Se trata de una conexión con la cinefilia pura, claro, pero también con la idea de lo sagrado que albergan tales locaciones: Jordania es tierra bíblica. El bautismo de Cristo o el Éxodo de Moisés forman parte de la extensa lista de acontecimientos que tuvieron lugar en las milenarias tierras jordanas. A lo largo de la geografía jordana se pueden descubrir más de cien lugares mencionados en el Antiguo y Nuevo Testamento.

    VER PARA CREER

    Los cineastas que de alguna manera dejan que su marca se vincule a la religión en Hollywood son varios. Martin Scorsese, quien quiso ser cura, lo ha hecho desde su colaboración con el guionista Paul Scharder, quien creció en una secta calvinista, en el clásico “Taxi Driver”, por ejemplo, usando la idea del Ángel Exterminador. Y para qué decir “La última tentación de Cristo”. También Robert Zemeckis ha coqueteado con el buenismo de las segundas oportunidades cristianas (“El Náufrago”) y reflexionar sobre el libre albedrío (“Volver al futuro”) y la redención final promovida por Alcohólicos Anónimos en “El vuelo”. 

    Es decir, Villeneuve no está solo en esto de los subtextos sobre la fe y la religión en los contenidos de sus obras. Pero tal vez su cine está más cercano a la búsqueda metafísica y profundamente espiritual del ruso Andréi Tarkovski (“Solaris”, “Stalker” por mencionar dos piezas de sci-fi del artista) que de la mera propaganda reduccionista hollywoodense. 

    Para el estreno de “Duna” en 2021 entrevisté a la productora de la película Tanya Lapointe, también autora de los libros de making of “The Art and Soul of Dune”, “The Art and Soul of Arrival”, “The Art and Soul of Blade Runner 2049” y del reciente “The Art and Soul of Dune Part Two”. 

    Colaboradora cercana de Villeneuve (además es su esposa), le pregunté sobre esta conexión de las películas del cineasta con lo religioso y bíblico, especialmente en la actual fase sci-fi del canadiense. Le consulté primero sobre la película “La llegada” (“Arrival”), el infilmable relato “Story of Your Life” del escritor Ted Chiang convertido con maestría por el cineasta en el inesperado viaje de una experta en lenguaje, Amy Adams, pieza clave en la comprensión del idioma alien en el primer contacto con seres fuera de este mundo. 

    Del modo en que está planteado el filme, y siguiendo la lógica de los filmes de Villeneuve, el entrelineado para mí de “La llegada” tiene que ver con el fenómeno bíblico de “hablar en lenguas”: la capacidad milagrosa que supuestamente tenían algunos cristianos del siglo primero de hablar un idioma que no fuera el propio sin haberlo estudiado, un don otorgado por el Espíritu Santo. Es decir, desde arriba, el Cielo, lo divino: el mismo mecanismo que la protagonista adquiere el don de comprender por completo el idioma alien de parte de los heptápodos (que han llegado en doce naves, ¡doce!) en un contacto místico y filmado como si fuera en un ambiente celestial: un fondo blanco radiante donde Amy Adams flota como si estuviera en medio de nubes. ¿Y en qué consiste el idioma alien? En asir y entender el tiempo no de manera lineal, sino que de forma simultánea: con pasado, presente y futuro ocurriendo al mismo tiempo. 

    Luego le comenté a Tanya Lapointe que en “Blade Runner 2049”, la secuela del clásico de 1982 “Blade Runner”, para mí el tema es el milagro tipo Virgen María, de un “nacimiento que resulta imposible de creer”. En la película escuchamos la palabra “milagro” durante los primeros minutos de parte de uno de los replicantes o humanos sintéticos que se esconden de la razzia humana. Y el milagro se refiere a que Rachael, la replicante de la cinta de 1982, fue capaz (pese a ser un robot orgánico) de parir una hija, la vástago que engendró junto a Deckard.

    Lo imposible fue posible. Como cuando el Espíritu Santo fecundó a la Virgen María. Un milagro. 

    Y claro, “Duna” (y por añadidura “Duna Parte Dos”), el camino del Mesías. Los pasos del elegido por la divinidad para salvar el mundo (en este caso Arrakis), anticipados por una profecía y, en el caso del libro y las películas de Villeneuve, subrayados como una estrategia de propaganda política para controlar y mantener el poder. 

    Frente a esta serie de consultas, Tanya Lapointe me dijo esto: 

    -Esas son preguntas que Denis podría responder, porque obviamente está eligiendo estas historias porque resuenan profundamente en él para invertir tantos años de su vida. 

    Y luego agregó: 

    -Pero ya sabes, puedo decir esto porque le he oído decir a menudo que la religión siempre ha sido, ya sabes, ¿cómo se dice el telón de fondo de su infancia? Y por eso se ha hecho muchas preguntas al respecto. Y dijo que está explorando la espiritualidad y la religión a través de estas diferentes películas y más específicamente en “Dune” debido a la Bene Gesserit y el casi control religioso. Así que definitivamente estás en algo. Pero la próxima vez que hables con Denis, puedes preguntarle y él le dará una respuesta más detallada.

    Ver para creer. 

    Amén.

    *Este texto fue publicado originalmente en Revista Anfibia

    Ernesto Garratt
    Ernesto Garratthttp://www.nerdnews.cl
    Guionista, escritor, periodista y crítico de cine. Ganó el Premio Marta Brunet a la Mejor Novela para Jóvenes del Ministerio de Cultura con Allegados (Editorial Hueders, 2017). Es autor del libro Tardes de cine (Ediciones B, 2012) y de Casa Propia (Hueders, 2019), esta última novela ganadora de los Premios Literarios de la Municipalidad de Santiago. En el año 2011 recibió el premio del Santiago Festival Internacional de Cine por su apoyo a la difusión periodística y crítica del cine chileno. Fue Editor del Área de Documentales de La Red. En la actualidad es Director de Nerdnews.cl y ejerce la crítica de cine en medios como radio ADN y NerdNews.cl. Sus últimas novelas son Error de Continuidad (Áurea Ediciones, 2020) y Educación Universitaria (Hueders, 2023).

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