El escritor norteamericano, Don Delillo, en su novela Fascinación escribió que la historia resulta reconfortante. ¿No es ese acaso el motivo por el que la gente colecciona? Para poseer fragmentos de un pasado tangible. La vida es algo fugaz y buscamos consuelo en los objetos perdurables.
En ese contexto, el ser humano, por lo general, guarda recuerdos de su niñez; objetos como fotografías, videos e incluso bagatelas que, en su momento, tuvieron algún significado importante en sus vidas. Pero ¿qué pasa cuando todas esas reliquias del pasado se pierden? Como consecuencia de un feroz incendio que consumió por completo su casa, Karin Cuyul, realizadora audiovisual y directora del documental Historia de mi Nombre, comenzó a replantearse una inquietud que la perseguía desde los ocho años: el origen de su nombre.
Sin ningún remanente físico de su infancia, Cuyul comenzó a pensar en Karin Eitel, tristemente conocida en el país como La mujer metralleta, por su activismo político en dictadura: La dueña de su nombre, y quizás, la única poseedora de una foto de su niñez ya que durante un paseo familiar a Agoní, los Cuyul se tomaron una fotografía con el padre de Karin Eitel. Ese fue el mismo día en que Karin Cuyul, se enteró de que Eitel fue la verdadera inspiración de sus padres para nombrarla así.
Pasados los años, y ad-portas de entrar a la universidad, a la directora nacional le volvió a rondar la idea en la cabeza. ¿Existirá esa foto aún? ¿Será posible que Karin Eitel la tenga? Fue así como se embarcó en un viaje para dar con ambas, y de paso resolver algunas dudas sobre la historia de su familia y de Chile.
En el camino se presentaron una serie de problemáticas que llevaron a Historia de mi Nombre, a ser una película emotiva y muy personal, donde, alejándose un poco de la figura de Karin Eitel, Karin Cuyul descubre un poco más sobre la vida familiar y las creencias políticas de sus padres, que hoy, tan cerca de un nuevo proceso democrático, como es el plebiscito por una nueva constitución, se vuelve más contingente que nunca.
En esta entrevista, Karin Cuyul, habla sobre su primer largometraje, Historia de mi Nombre disponible en Red de Salas de Cine y Ondamedia, además del proceso de rodaje y recopilación de archivos, de la actualidad política nacional y de sus futuros proyectos.
La inquietud de la historia de tu nombre comenzó cuando te enteraste, siendo niña, de dónde venía, pero ¿en qué momento decides narrar esta historia en un documental?
Creo que tiene tres momentos personales en los que la historia de mi nombre vuelve y me hace eco. Uno es este encuentro que cuento en la película, cuando era niña. La segunda vez fue después del incendio; que ahí justo coincide es el incendio de mi casa, y yo me tenía que ir a la universidad a estudiar cine. Y ahí volvió a resurgir esta inquietud, sobre todo porque yo me quedé con la idea media implantada de que existía la foto. Y que coincidencia que la única persona que quizás pueda tener una foto mía podría ser ella, Karin (Eitel). Y luego, cuando salí de la universidad, empecé a pensar en esta idea, más como un proyecto. Y ahí partí, empecé a escribir, y fue creciendo. Obtuvimos los fondos que nos permitieron hacer la película, de a poco, en diferentes etapas, en escritura, luego el fondo de producción, luego otro de coproducción.
Creo que los dos momentos claves son esos. Uno, este encuentro en ese paseo, y la segunda vez, luego del incendió empecé a pensar mucho más en Karin Eitel, en querer buscarla.
¿Y en algún momento sentiste que no eras dueña de tu nombre, que le pertenecía a alguien más?
Sí, eso también fue la primera idea cuando era chica, que me quedó resonando, que no me llamaba así por casualidad, o de la nada. Cuando entendí la historia de ella, tenía estas inquietudes propias, generacionales, de querer saber más sobre la historia de lo que nos pasó, creo que ahí se vinculaban ambas cosas. Creo que, si no hubiese tenido ese nombre, hubiese permanecido un poco más alejada, incluso, de mi propia historia personal, no lo hubiese indagado. Y quizás nunca hubiésemos sabido la historia de mis papás.
Tus papás siempre fueron muy reacios a hablar de esa parte de su historia, y también de la historia de Chile. Entonces, ¿dónde aprendiste, o dónde te contaron qué fue el Golpe militar, la dictadura, y quién fue Karin Eitel?
Lo de Karin Eitel lo fui sabiendo a medida que iba preguntando por ella, mientras crecía. Mis papás, no es que no nos hablaran sobre lo que había pasado, creo que nos hablaron mucho sobre eso, para entenderlo. Pero siempre desde un lugar en el que a nosotros nunca nos pasó nada, a nosotros como familia. Como que ellos no fueron torturados, ellos no fueron exiliados, estaban en un margen que, ahora, entendiéndolo de grande, es súper difícil. Porque a la gente o le pasó algo, o estuvo a favor de la dictadura. No había términos medios. Nosotros crecimos con esta idea de no lugar, o sea, a nosotros no nos pasó nada, una familia normal, qué se yo. Pero siempre se habló en la casa, pero nunca se habló de que ellos habían participado, de alguna manera, tan en contra.
Tan activamente
Claro, a eso nunca hubo referencia cuando éramos pequeños.
Pasando hacia la parte técnica o más práctica de tu documental, cuentas que desde ese incendio quedó nada, ¿por qué, igualmente, decides hacerlo desde el archivo, por qué no partir todo de nuevo?, ¿por qué no rodar las entrevistas desde cero, por qué someterte a la búsqueda de esos archivos que estaba tan ocultos?
Porque lo que yo siempre supe es que iba a ser una película que hablara de los primeros años del retorno a la democracia, que esa iba a ser la primera capa, o una capa muy importante. Y, sabía, además, que ese viaje que iba a hacer tenía que estar relacionado constantemente a los recuerdos de infancia. Y yo no tenía como trabajar esos recuerdos de infancia sin recurrir al archivo. Me pareció siempre una idea muy bonita hacer esta búsqueda de archivos, de gente que yo no conocía, y poder reflejarme en esos archivos. Era un ejercicio de memoria que le ocurre a mucha gente, cuando empieza uno a desempolvar fotos viejas, uno se va acordado de su propia historia, o de sus propios recuerdos, y me gustaba mucho ese ejercicio.
¿Cómo fue ese proceso de recopilar todo ese material?, ¿fue muy duro?
No, fue por Facebook. Cuando ya sabíamos la fecha de rodaje, coincidía con que ya teníamos el financiamiento para hacer la película, empezamos a escribir por Facebook. Que necesitamos recopilar archivos de los ’90, ojalá archivos caseros. Y gente respondió a esa llamada, de hecho, el archivo más importante, que es ese que cuento que su familia había grabado desde el ’89 al 2000, alguien que nos escribió en la noche por Facebook, fui a buscar una caja llena de videos que tenían, y así, muy desinteresadamente de parte de ellos. Y de ahí, el resto fue los viajes que hice a los colegios. Justo los dos colegios más importantes en los que había estado habían grabado, tenían un departamento audiovisual, no sé por qué, coincidencia.
Tú dices que no había otra forma de unir este relato, este rodaje propio, y también los archivos, que no fuera tu voz, ¿por qué decides que sea tu voz en off la que narra, y no tú en cámara, o que la cámara te siguiera a ti?
No tengo bien clara la razón, pero siempre supe que yo no quería aparecer. Eso era una dirección clara, cuando grabamos la película. Porque nosotros tuvimos una parte larga de rodaje, con todos estos viajes, también hicimos muchas entrevistas, pero entrevistas que me iban a servir más a mi para construir el relato, que para que fuesen vistas en cámara, o sea, en la película misma. Pero, yo quería mucho recrear esta idea de viaje, y cómo uno se va abstrayendo del viaje, y empieza a rememorar distintas cosas, o a pensar en voz alta. Yo quería lograr esa voz, por eso habló desde la voz en off.
¿Por qué, y en qué momento pasa a ser una película sobre Karin Cuyul y deja de ser sobre Karin Eitel?
Cuando partí, creo que era una película mucho más de Karin Eitel, de buscarla. Se centraba mucho más en eso, pero sin dejar de hablar de los temas que habla la película, que es el retorno a la democracia, qué fue lo que pasó, de construir un país sin memoria, etcétera. Pero, iba a estar mucho más anclado a ella y a la posibilidad de que existiera esa foto, cómo se unían estas dos generaciones, a través de esta cosa simbólica del nombre. Pero, cuando partimos el rodaje, la primera entrevista que hicimos fue a mis papás, que para mí era lo más fácil. Y ahí fue el momento en que sentimos que había algo, de lo que no hablaban, era una sensación muy extraña que quedó esa jornada de rodaje, y a mí, incluso, me costó mucho tiempo darme cuenta de que ellos lo dicen, pero no lo dicen. Y a mí me costó mucho escuchar eso, entenderlo.
Todo el mundo me decía, Karin, te están diciendo que fueron parte de esto, y tu no le estás tomando atención. Y ahí pasó un proceso largo, porque luego de que yo llego de esta entrevista, regreso a Santiago y me encuentro con Karin por primera vez. Y cuando la conocí, pasó algo muy extraño, porque era la primera vez que la veía, a una persona desconocida, aunque yo llevase el nombre de ella, no nos conocíamos, nunca habíamos hablado. Pero tuvimos una cercanía, muy extraña, que me recordaba mucho a mis papás. Y creo que eso tiene que ver con la formación política, tanto de ella, como la de ellos. De ahí en adelante se asentó más esa idea primaria, que era hablar de todas las historias que no se hablaban, pero hacerla mucho más participe en mi propia historia, ese fue el vuelco.
Cuentas que al principio Karin había aceptado participar del rodaje, y luego se retracta por lo que significaba exponerse de nuevo a salir en algo así. ¿Se derrumbó un poco tu perspectiva, o para donde iba la película, cuando ella toma esa decisión?
En ese momento no tanto, porque rápidamente entendí que ella, durante toda mi vida, me había acompañado como una imagen imaginaria, aunque suene redundante. Pero como una idea de persona que yo nunca había conocido. Entonces, trabajé traspasar esa idea a la película, y quedarme en un espacio que sólo era de lo que recibí de ella, sin conocerla, sin que la veamos. Que fue finalmente como yo crecí. Yo supe a los ocho años que me llamaba como ella, y siempre me imaginé quién podría ser, pero nunca tuve una imagen de ella hasta que la conocí. Y creo que traté de reflejar eso en la película, a propósito de que ella no estaba dispuesta a aparecer.
Me imagino que durante los años mantuvieron contacto, pero ¿ese encuentro virtual que tuvieron hace poco, fue, tal vez, un cierre para el desarrollo del documental?, ¿sientes que es un cierre para la historia poder hablar con ella públicamente?
Sí. Me ha pasado mucho en esta película que cada cosa ha aparecido en el momento preciso. Cada hito, y aquí lo que paso fue que Karin iba a ir en marzo… yo tenía una función en Matucana 100, la última función que tuve con público. Y ese día estaba la escoba en el centro, porque, creo que se conmemoraba el cambio de mando de Piñera, entonces estaba complejo el centro. Y hasta el último minuto, nos habíamos puesto de acuerdo, porque ella iba a acompañarme en ese conversatorio, pero, finalmente no pudo llegar.
Nosotras siempre nos comunicamos cada seis meses, que sé yo. No es algo periódico, pero de repente me habla, o yo le hablo. Y luego de eso no hablamos, y hace tres semanas me escribió para preguntarme dónde podía ver la película, sabía que se venía el estreno. Entonces, le envié el link privado, y la vio. Se la envié a las 6 de la tarde, y a las 8 ya me estaba escribiendo que la había visto, y que le había gustado, etcétera. Y yo sabía que tenía que planificar un conversatorio para la película, cuando se viniera el estreno. Y pasaron unos días, le escribí de vuelta por WhatsApp, y le conté que estaba planificando un conversatorio, y que quizás podría ser lindo que participáramos las dos, pero yo entendía que ella tenía un tema con la exposición, así que, si no quería, daba lo mismo, pero que quería preguntarle. Y accedió enseguida. Esto fue hace poco, y yo sigo digiriendo la situación, porque siento que fue un cierre de círculo simbólico, en términos personales, más allá de lo que es la película, y de lo que significa.
Quiero preguntarte por la relación con tus padres. Como tú decías recién, no esperabas encontrarte con lo que te encontraste sobre tus padres, en este momento tan clave para Chile, ¿qué opinan ellos?, o como familia, ¿cómo se están posicionando, no políticamente, sino más bien, emocionalmente frente a lo que se nos viene con el Plebiscito de octubre?
Lo que dije en el conversatorio fue que, ambos van a votar. Mi mamá siempre ha votado, en todo caso, su voto ha sido siempre, desde los ’90 en adelante, por mantener un gobierno… que no vuelva la derecha. Ese ha sido el sentido de sus votos desde ahí en adelante. Mi papá ha sido más reacio, va y viene, depende de los candidatos. Incluso a veces iban a votar blanco o nulo, los dos. Pero este año yo creo que están contentos con lo que está pasando; contentos en el sentido de que no eran los únicos que pensaban que las cosas estaban mal. Entonces creo que es como que el tiempo da la razón al final.
Lo que no era legítimo en el ’88, se ha estado experimentando desde los ’90 hasta ahora, y es lo que estamos sufriendo todos en distintos niveles. Lo bonito de eso, y que, no ha sido sólo para ellos, sino que, para mucha gente, es que hay esperanza de poder construir un futuro en conjunto. Y eso creo que es importante, lo más importante que ha traído el estallido. Tal como dijo Karin en el conversatorio hay muchas cosas por las que pelear, porque está muy diversificado todo. Es un escenario súper distinto al de 30 años atrás.
En ese sentido ¿consideras que el miedo se acabó? ese miedo que sintieron tus padres y tantas otras personas al momento de ir a votar en el plebiscito del ’88. ¿Crees que la masificación de la información ha posibilitado que mucha más gente esté dispuesta votar?
Creo que sí. Es un fenómeno que está muy relacionado con lo generacional; si pensamos, desde el 2006, incluso antes, pero antes yo era más chica entonces no tengo recuerdos, pero la generación pingüina, luego los universitarios en 2011, y ahora el estallido, es como que se ha ido creando una masa crítica frente a lo que está pasando. Entonces, antes, nuestros papás, abuelos, tenían muy cerca lo que había pasado en dictadura y las repercusiones violentas que podía tener sobre las familias, sobre los individuos, reclamar. Y creo que hay una cosa, que tiene que ver con la generación, de decir basta. En algún minuto tenía que llegar el momento en que había que decir basta, y que ya no están los tiempos para poner la otra mejilla. En ese sentido, siento que hay un factor de unidad que se crea, porque, en el fondo, los jóvenes se han dado cuenta de todos los problemas que traía el sistema, y se hicieron parte, porque no queremos ese futuro. No queremos pensiones malas, no queremos tener problemas con la salud y la educación. Y creo que eso revitaliza la lucha que venían dando todas las personas que pelearon en los ’80. Hay un cruce de fuerzas, un cúmulo de fuerzas que están sintonía. No tiene que ver solamente con los jóvenes, para nada, pero es un apoyo, porque estos niños que fueron chicos en los ’80/’90, ahora son una fuerza de apoyo a estas demandas.
¿Cómo ha sido la recepción del público de este estreno en Red de Salas?, y también ¿qué piensas de que tu película esté en Ondamedia, que se ha vuelto tan masivo durante esta cuarentena?
Lo que me ha pasado, desde que la película estrenó en festivales es que cada cierto tiempo que tiene sus presentaciones, gente que no conozco, se toma el tiempo de escribirme para hablar de lo que les pasó con la película. Eso ha sido muy bonito, porque es gente de distintas partes, que no necesariamente son de Chile. Y cuando se estrenó en Red de salas me llegaron mensajes de gente que no conozco, para contarme lo que les había pasado con la película. Y eso es lindo, porque llega a diferentes niveles, tanto por la capa de los recuerdos, algunos se van por ahí, otros por sus viajes, otros porque tienen directa relación con la historia política, y así. Se van fundiendo las formas de verla, y llega a distintas capas personales.
Y sobre Ondamedia, y también en Red de salas, creo que está bien, porque a mí me ha permitido que llegue, al mismo tiempo, a un montón de gente. Más allá de los lugares donde hay salas, porque si hubiésemos estrenado, aunque sean alternativas, a principio de año como era el plan, nuestro público se hubiese reducido un poco. Y creo que lo bueno que ha traído la pandemia, dentro de todo, ha sido ser un poco más, no sé si es la palabra, pero democrático. Llegar a más gente simultáneamente.