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    ¿Para quién hace cine el cine chileno? O por qué “Parásitos” es la mejor película chilena en años (no hecha en Chile, claro)

    “Parásitos”, deBong Joon-ho.

    Por Ernesto Garratt

    Llevo décadas reporteando el cine chileno, como periodista de cine, como crítico de cine y soy el primero el aplaudir cada éxito internacional, cada premio en Festivales extranjeros como Cannes, Venecia, Toronto, Berlín, Sundance, en los Premios Oscar, en los Platino y en todo lugar que signifique reconocimiento internacional.

    Es toda una odisea y un reconocimiento a artistas chilenos que generalmente lo dan todo con muy poco. Lo aclaro, lo subrayo y lo repito: he sido, literalmente, el primero en aplaudir el éxito del cine chileno en Cannes, Berlín, Venecia porque he estado allí, en las butacas de esos festivales poniéndome de pie, como todo los demás, para ovacionar una buena historia.

    Pero en todos estos años de reporteo, de un muy justificado y feliz chauvinismo, creo que el cine chileno reciente ha olvidado (si es que alguna vez lo tuvo en cuenta como para no recordarlo) una pregunta de sumo relevante para la ecuación cuando se trata de forma y hacer crecer una industria creativa como la cinematográfica en particular y la audiovisual en general.

    ¿Para quién hace cine el cine chileno? ¿A quién le dedica todas esas horas de trabajo que literalmente valen millones de dólares al año (dinero que proviene muchas veces de nuestros fondos públicos)?

    Al momento de redactar estas líneas, está ocurriendo la edición 75 del Festival de Cannes y Chile tiene una presencia notable: Patricio Guzmán presenta su documental “Mi país imaginario” en selección oficial, Manuela Martelli seguro destacará en Quincena de Realizadores con su ópera prima “1976” y sin duda Diego Céspedes sacará aplausos con su nuevo cortometraje “Las criaturas que se derriten bajo el sol” en Semana de la Crítica.

    Son tres títulos de mirada autoral, personal, de cine arte. Brillarán afuera. Más bien, en los círculos de personas con alto capital cultural de Europa.  Pero… ¿podrán ser vistas y disfrutadas de manera convocante por los chilenos en Chile?

    Hace unos días el talentoso pintor, cineasta y artista Andrés Waissbluth explicaba como invitado a mi clase de la Escuela de Cine de Chile, entre otros temas, que los directores chilenos no tienen por qué pensar en el público chileno para hacer sus películas.

    “Yo hago películas para mí, para que me gusten a mí”, decía convencido mientras bromeábamos sobre ese estado mental que parece impregnar al cine chileno, una “Ñuñoa imaginaria”, progre, hermética para el resto de los chilenos pero de fronteras abiertas solo para los “iguales”, una casta con un capital cultura del mismo peso, dimensiones y medidas.

    “Yo vivo en Ñuñoa”, me decía riendo y me recordaba que yo mismo habito en la misma comuna.

    ÑUÑOA NO ES CHILE… PERO ¿PODRÍA SER COREA DEL SUR?

    Más en serio que en broma, sostengo que ese tipo de mentalidad y de abordar las industrias creativas es lo que nos tiene gastando fortunas públicas en piezas que sí, algunas son necesarias y claves para reflexionar sobre lo que somos y fuimos y seremos, pero que simplemente no conectan como quisiéramos con los chilenos que vivimos en Chile. Puede que haya buena prensa en Venecia, Berlín y en la “Ñuñoa imaginaria”.

    “Parásitos”.

    O sea, mi punto y lo que quiero decir es esto: poco más del uno por cierto de las personas que fueron al cine en 2019 vieron cine chileno.

    Poco más del uno por ciento.

    Así se desprende del documento “Análisis del cine en Chile y sus audiencias en 2019”, en la página del Ministerios de Culturas:

    https://www.cultura.gob.cl/wp-content/uploads/2020/09/analisis-del-cine-en-chile-y-sus-audiencias-2019.pdf.

    “En cuanto al tipo de películas exhibidas en espacios de cine durante el 2019, tenemos que se exhibió un total de 1.568 filmes, entre largometrajes y cortometrajes, de las cuales un 15,37% corresponden a cine chileno. Sin embargo, del total de espectadores registrados el 2019, 359.627 fue a ver películas de cine chileno, lo cual equivale a un 1,2% de las audiencias”.

    En este sentido, la coreana “Parásitos” es para mí “la mejor película chilena” que he visto en los últimos años (no hecha en Chile, claro) por varias razones. Aclaro, estoy forzando el juego de lo que busco visibilizar acá: que no existe un cine nacional que le hable a la nación chilena como sí lo puede llegar a hacer un filme coreano. Así de desconectados estamos entre lo que hacemos para ver en el cine y lo que somos en realidad. Entre el mapa mental del cineasta de la “Ñuñoa imaginaria” y el territorio real del Chile 2022.  Por eso digo entonces lo que digo, al afirmar que “Parásitos” es “la mejor película chilena” que he visto sin que sea chilena.

    Se trata de una cinta que busca ser convocante con sus audiencias y le habla, primero que nada, a su público nacional, esto es Corea del Sur con sus castas y brutales diferencias sociales de un modo masivo, amparado en los géneros cinematográficos y con una punzante y empática historia. Y su tema e historia enganchan con los chilenos, en una derivada insospechada e involuntaria, porque no hay productoras o cineastas locales que estén haciendo filmes así en Chile: que nos dibujen y hagan un retrato hablado sin necesidad de tomar un Red Bull para no quedarnos dormidos.

    “Parásitos” ganó la Palma de Oro en Cannes y luego arrasó en los Oscar y fue de las películas más vistas de su país, recaudando más de 54 millones de dólares solo en Corea del Sur. Cuando su director Bong Joon-ho llegó al aeropuerto de Seúl tras triunfar en Cannes, una multitud de fans y reporteros lo recibieron como si fuera un rock star.

    Bong Joon-ho en el aeropuerto de Seúl.

    Cuando el team de “Una mujer fantástica” llegó a Santiago tras ganar el Oscar, no recuerdo una reacción así de la prensa ni los fans chilenos.

    El director Bong Joon-ho -alguien que no proviene de la élite sino que todo lo contrario- viene hablando del brutal capitalismo y sus nefastos efectos en Corea del Sur desde casi sus primeras obras. De hecho, ha citado el “neoliberalismo” chileno en su filme “Okja” (Chile es el primer país donde aparecen “los super cerdos” de la cinta) y en “Parásitos” (los protagonistas compran “vino chileno”).

    La primera película de Bong Joon-ho que vi fue en Cannes 2006. Se trata de “The Host”: la historia de cómo un padre, abuelo y tíos de origen pobre tratan de rescatar a la niña de la familia, secuestrada por una brutal criatura surgida de un descuido experimental entre científicos de USA y Corea.

    Ese monstruo es el “capitalismo extremo”, podríamos metaforizar en el subtexto, pero lo que hay más que nada en este estupendo y emotivo thriller de ciencia ficción es la fortaleza del TEXTO (familia pobre luchando por sobrevivir) dialogando con su CONTEXTO (un país con tremendas inequidades) y subordinando el SUBTEXTO (su golpe al capitalismo) al lugar de la elegante insinuación.

    En la industria creativa de Corea del Sur comprenden que es necesario que existan estas piezas como “Parásitos”, “The Host” y más bajo el manto del esquivo balance entre masividad y calidad. Taquilla y arte.

    “The Host” de 2006.

    Es cierto que Corea del Sur tiene una ley de protección de pantallas, que hay más reglas para resguardar el cine coreano que la completa ausencia de leyes proteccionistas en Chile. Pero desde el punto de vista de la creación, de cómo guionistas y cineastas abordan un relato, me atrevo a afirmar que hay cineastas coreanos que no filman para ellos mismos. Para su ombliguismo. Me da la idea que muchos de ellos filman, dada la altísima calidad de TEXTOS que producen, para que éstos TEXTOS justamente encajen y dialoguen con sus CONTEXTOS nacionales.

    Siempre me he preguntado cómo se hubieran recibido en las grandes productoras chilenas de cine guiones como “The Host” o como “Parásitos” si los hubieran escrito guionistas chilenos.

    Apuesto mi paupérrima jubilación que los hubieran rechazado por “ser de nicho”, por “incluir muchos géneros en una sola película (comedia, drama, tragedia, suspenso e incluso ciencia ficción en ‘The Host’)” y por salirse de la caja de lo que espera la élite audiovisual chilena: una sola y eterna película dramática que no arriesga nada y que parece solo hecha para que la aprecien y financien en el Festival de Toulouse y para programadores de Cannes, Berlín, Venecia y Toronto.

    GUION DE PELÍCULA…TAN ESCASO COMO NECESARIO

    En estos años de pandemia, la asistencia al cine obviamente ha bajado y el reinado del streaming llegó para quedarse. Podemos excusar al cine chileno por estar con licencia médica. Pero creo pertinente señalar la necesidad urgente de tomar esta crisis en la industria chilena del cine como una oportunidad, como diría cualquier sagaz emprendedor de esta tierra de emprendedores sin emprendimientos.

    “Okja”
    Secuencia de “Okja” donde se cita a Chile
    Un campesino chileno en “Okja”

    Lo mejor que tenemos son actorazos, equipos técnicos y una cantera infinita de historias. Chile vive un proceso irrepetible social, política y culturalmente. ¿Por qué hablarle solo a la casta de las castas internacionales como los festivales y personas como Erick González (por años Director de programación de Cinélatino, Rencontres de Toulouse) y no democratizar con calidad y artesanía narrativa los contenidos para los chilenos y/o habitantes de Chile?

    Tenemos actorazos y tremendas historias qué tocar y abordar, pero tristemente lo peor que tenemos son los guiones que la élite de las productoras dejan pasar para finalmente convertirse en películas. Aclaro: tenemos notables guionistas. Notables. Pero los guiones que son filmados quizás no sean los más notables. O los más arriesgados. O los más chilenos. Cof, cof, pienso en “La Jauría 2”, como diría Cesarito de “Películas QLS”.

    Los coreanos no están pensando en Chile cuando hacen “Parásitos”. Piensan en Corea. ¿Por qué entonces no pensamos más en Chile cuando filmamos en vez de querer altiro llegar a Cannes o al circuito “indie” de NY?

    Recuerdo una reunión en una casa productora grande donde yo presenté alguna vez mi idea de adaptar al audiovisual mi novela “Allegados”, una historia publicada hace cinco años sobre una madre y su hijo adolescente “allegados” en Santiago de Chile en 1988. Yo fui allegado 20 años y aún hay millones de chilenos sin casa y en esa condición. La saga “Allegados” lleva seis ediciones y se ha ganado dos premios: Marta Brunet y el Premio Municipal de Santiago.

    La señora, una productora chilena, me miraba como si yo fuera transparente y finalmente comprendí que empatizaba poco y nada con lo que  yo le estaba diciendo cuando comparó a los “allegados” (según la RAE “Dicho de una persona: Que vive transitoriamente en casa ajena, por lo común sin ser pariente del dueño”) con los “desplazados” (según la RAE: “Persona nacional de un país no miembro de la Unión Europea o apátrida que haya debido abandonar su país o región de origen, o que haya sido evacuada, en particular: a) Persona que haya huido de zonas de conflicto armado o de violencia permanente. b) Persona que haya estado o esté en peligro grave de verse expuesta a una violación sistemática generalizada de los derechos humanos”).

    El “desplazado” es entonces un fenómeno súper “internacional”. El “allegado”, súper “chileno”, pero esta señora parecía solo tener ojos para afuera. No para el Chile real. No para lo que tenía, tiene y tendrá en frente. La señora miraba a sus propios referentes, que no son los mismos referentes de su público nacional objetivo.

    Y lo mismo pasa cuando la élite audiovisual escribe guiones. Muchos consultan a una eminencia cubana como Eliseo Altunaga en vez de poner oído en la calle. En vez de escuchar y mostrar lo que pasa en el territorio real. Así se explica que muchos resultados de estos filmes tengan menos calle que Venecia.

    Eso también quizás llegue a explicar  el miedo al uso de géneros fílmicos, como la comedia, el terror, el thriller, el noir, la ciencia ficción o el fantástico. Una aversión finalmente de una clase alta del cine, dueña de una gramática y narrativa audiovisual y que ve con malos ojos el uso de la cultura pop porque “qué rasca, wn”.

    ¡Qué hacer entonces! ¿Cómo lograr que la industria creativa del cine crezca hacia otros lados y no solo siga operando con éxito entre una pequeña élite que imprime una y otra vez la misma lata ignorando por completo a su público? Es como si una banda de rock o música pop tocara sobre el escenario de espaldas a su audiencia haciendo sonar su música solo entre ellos y, los que pagaron su entrada, pues que se jodan. “Esto es como yo quiero, no es para ustedes”, pareciera ser el mensaje.

    ¿Cómo democratizar entonces una industria que es activada en muchos sentidos por fondos públicos y dejar entrar de esta manera a nuevos participantes que sean reales “game changers” a la hora de convocar a los chilenos a las salas de cine o en el nuevo consumo del streaming?

    ¿Es el éxito del cine chileno la acumulación de trofeos y los millones de excelentes negocios para una élite? ¿O abrir la compuerta de este exclusivo y club VIP a los espectadores a través de una cultura pop bien entendida (sin caer en caricaturas de mala calidad como Sobras, claro).

    Es hora de que entren nuevos protagonistas a escribir el guion de esta historia: la nueva y chilena cara del audiovisual nacional que quizás ya está tomando nueva forma con nombres como David Albala (“Pacto de Fuga”), Guillermo Helo (“Las niñas araña”) y Claudia Huaquimilla (“42 días de oscuridad”). De otra forma, futuras películas coreanas como “Parásitos” seguirán siendo lo mejor que veremos del “cine chileno”.

    Ernesto Garratt
    Ernesto Garratthttp://www.nerdnews.cl
    Guionista, escritor, periodista y crítico de cine. Ganó el Premio Marta Brunet a la Mejor Novela para Jóvenes del Ministerio de Cultura con Allegados (Editorial Hueders, 2017). Es autor del libro Tardes de cine (Ediciones B, 2012) y de Casa Propia (Hueders, 2019), esta última novela ganadora de los Premios Literarios de la Municipalidad de Santiago. En el año 2011 recibió el premio del Santiago Festival Internacional de Cine por su apoyo a la difusión periodística y crítica del cine chileno. Fue Editor del Área de Documentales de La Red. En la actualidad es Director de Nerdnews.cl y ejerce la crítica de cine en medios como radio ADN y NerdNews.cl. Sus últimas novelas son Error de Continuidad (Áurea Ediciones, 2020) y Educación Universitaria (Hueders, 2023).

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