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    Política y noches furiosas de Berlín a Hamburgo: Cine alemán en Arcadia Films

    La historia suele colarse por todos los poros del cine alemán y por eso no es extraño que el Festival de Cine de Berlín sea el más politizado de los tres grandes encuentros fílmicos de Europa (los otros son Cannes y Venecia). La Berlinale fue financiada en un principio por el gobierno estadounidense, que puso su bota sobre el país vencido en  la Segunda Guerra Mundial, y desde esa muestra llegan dos filmes de los cuatro incluidos en el llamado Menú Alemán que ofrece la plataforma de Arcadia Films por cuatro mil pesos, que pueden ver durante un plazo de 30 días desde el momento en que se compra la entrada.

    El mejor del grupo es también el más reciente: ‘Transit’ (2018), película de Christian Petzold acerca de un refugiado político alemán que en la Francia ocupada por los nazis asume la identidad de un escritor muerto. El filme se basa en la novela ‘Tránsito’ (1942) de la autora germana Anna Seghers y hay que decir que ya en 1991 el realizador francés René Allio había realizado su propia adaptación protagonizada por Sebastian Koch, conocido por ‘La Vida de Los Otros’ (2016), y Rüdiger Vogler, clásico actor de los primeros filmes de Wim Wenders.

    No he visto aquella película, pero sé que se ambientaba en 1940, en Marsella, la misma ciudad que enmarca la acción de nuestra “Transit” de Christian Petzold. El detalle de la época es fundamental para hablar de la propuesta del director germano, quien con habilidad decide asirse a la Francia de nuestros días, sin cambiar nada, como si el fantasma de la intransigencia y el oprobio nazi fueran totalmente contemporáneos. Pasa entonces algo extraordinario y espeluznante: se sabe que Europa cae ante la intolerancia, los personajes huyen de la policía secreta y se habla de campos de concentración, pero lo que vemos es una realidad tan actual como la que pueden traernos las noticias internacionales.

    Se trata de una propuesta arriesgada de suspensión de la credibilidad y básicamente el realizador debe tener talento narrativo de acero para convencer al espectador de que los nazis están a la vuelta de la esquina y que esta Europa multicultural es la misma de hace 81 años, cuando los “soldados arios” de Hitler pretendían dominar el mundo. Vaya si lo consigue. Podemos ser testigos del sentido de urgencia y desasosiego que consume a los personajes, liderados por Georg (Franz Rogowski), un ser más o menos anónimo que bajo la identidad del fallecido escritor Franz Weidel busca escapar a México.

    En esta trama de personalidades inexistentes y carnets falsos, Georg comienza a obsesionarse con Marie (Paula Beer), la esposa del autor muerto. De más está decir que un mundo de fatalidades y coincidencias penden sobre la trama de cada uno de los personajes. Es una gran película que en aquella Berlinale del 2018 se fue injustamente sin premio alguno.

    Corre Victoria Corre

    Diecisiete años después de que Berlín fuese el escenario diurno de las literales correrías de Lola por salvar a su novio de la muerte en ‘Corre Lola Corre’ (1998) nos llega otro prodigio de la técnica y del montaje a través de la película ‘Victoria’ (2015). La acción transcurre en dos horas y 20 minutos y en aparentemente una sola toma, con un trabajo de cámara extraordinario y en tiempo real.

    El dispositivo del director de fotografía noruego Sturla Brandth Grøvlen (el mismo de ‘Another Round’, reciente ganadora del Oscar a Mejor Película Extranjera) respira literalmente en la nuca o la cara de los personajes principales, siguiéndolos a todos lados y participando de todas sus excentricidades. Hay que decir que por este trabajo, Brandth Grøvlen ganó el Oso de Plata a la Mejor Contribución Artística y que en ese mismo 2015 ‘El Club’ de Pablo Larraín obtuvo el Gran Premio del Jurado y ‘El Botón de Nácar’ de Patricio Guzmán se llevó el premio al Mejor Guion.

    Pero más allá de estas disquisiciones técnicas y de documentación histórica, vayamos a la trama: Victoria (Laia Costa), una chica española que atiende un café en el día y que está algo frustrada con sus estudios de piano clásico en Berlín, pasa una buena noche solitaria en una discoteca de Berlín y de alguna manera desea seguir de juerga. En rigor la película parte con ella bailando en modo desenfrenado y con las luces estroboscópicas llenando toda la pantalla y será bastante más tarde que nos enteremos de su razón de ser en la ciudad.

    Algo mareada y envalentonada tras un par de shots seguidos de vodka, se topa con cuatro muchachos buscavidas, sin demasiado dinero, también semi-borrachos y que se dicen llamar “berlineses de verdad”. Esto último quiere decir que en realidad se lo pasan en la calle. Victoria, amistosa como pocas y sin miedo a que su integridad vaya a sufrir daños, prosigue la diversión por las calles de la ciudad con los nuevos conocidos y en particular parece enganchar con uno, Sonne (Frederick Lau), el más “civilizado” del lote. Con ellos se comunica en inglés pues su alemán es malo y los tipos a su vez hablan entre sí en el idioma vernáculo. El más inestable de la pandilla es Boxer (Franz Rogowski en uno de sus primeros roles, antes de ser el protagonista de ‘Transit’), que viene saliendo de la cárcel y que perfectamente podría ponerlos a todos en problemas.

    Es sorprendente como el realizador Sebastian Schipper es capaz de otorgarle ritmo y dirección a una aventura en apariencia mínima y que va de 4 a 7 y media de la mañana.

    Regreso a la Intolerancia

    Lejos del virtuosismo y de las ambiciones técnicas de ‘Victoria’ se ubica ‘¡Por la Vida!’ (2014), un largometraje de Uwe Janson realizado un años ante y que no pasó por la prestigiosa Berlinale. La película es bastante clásica y tradicional y su gran mérito reside en la cálida relación que se teje entre los dos protagonistas, dos seres relativamente abandonados en la gran ciudad (otra vez Berlín) y que a primera vista no deberían tener demasiado en común aparte del pasaporte alemán: son la cantante Ruth Weintraub (Hannelore Elsner), retirada y ya sobre los 75 años, y el joven Jonas (Max Riemelt), un conductor de camiones de mudanzas.

    Ambos se conocen cuando la señora Weintraub es desalojada de su casa y llevada a un edificio algo más modesto en las afueras de la ciudad. En medio la infortunada diligencia, Jonas siente cierta empatía por Ruth, que a su vez cree reconocer en él a alguien que conoció, pero, hace al menos 45 años, en su época de gloria como cantante. La película incluye una serie de revelaciones, flashbacks y giros, pero hablar demasiado al respecto sería incurrir en los nunca bien recibidos spoilers. Sólo diré que Max Riemelt interpreta a dos personajes y que Ruth es encarnada además por Sharon Brauner, una actriz 30 años más joven que Hannelore Elsner.

    A propósito de Elsner. Se trataba de una de las actrices más reconocidas del cine alemán y ésta fue una de sus últimas películas antes de morir hace un par de años. Tal vez algunos la recuerden como la esposa que moría tempranamente en ‘Cherry Blossoms’ (2008), de Doris Dörrie. Y tal vez más de alguien incluso sepa que por esa misma época, estuvo filmando en Chile un drama para la televisión alemana que se llamó ‘Mein Herz in Chile’, junto a Franco Nero.

    Aquella producción no era particularmente buena (más bien lo contrario), pero nos da una idea que la industria del cine y la televisión alemana es grande, con sus propias estrellas y astros, todos dentro de un sistema solar completamente distinto a Hollywood.

    ‘En Pedazos’, la última de las películas del Menú Alemán de Arcadia Films, tiene a una de las pocas auténticas figuras internacionales del cine germano: Diane Kruger. Curiosamente se trata de la única cinta en la carrera de Kruger en que habla su propia lengua y está dirigida además por Fatih Akin, uno de los mejores realizadores de ese país y especial cronista de la experiencia de los descendientes de inmigrantes turcos. Inspirada lejanamente en hechos reales, la historia gira en torno a los avatares de Katja (Diane Kruger), una mujer de Hamburgo que está casada con Nuri Sekerci (Numan Acar), alemán de origen turco que busca salir de las redes que alguna vez lo ligaron a la mafia local.

    El fantasma de los neonazis y la intolerancia comienza a asomarse en el horizonte de la película desde las primeras imágenes y la tragedia se adivina en cualquier momento. Vigorosa y sostenida casi enteramente por la actuación de Kruger en el que debe ser su mejor rol a la fecha, ‘En Pedazos’ enlaza entonces perfectamente con ‘Transit’, el filme del que hablábamos al inicio y cuyos villanos pueden ser con facilidad los antecesores de los esbirros que atormentaran a Katja.

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