El cine y la televisión están llenos de romances icónicos, historias de amor memorables, amores que traspasan la pantalla. Y muchos, me incluyo, hemos sostenido nuestras habilidades afectivas en lo que hemos aprendido de esos romances de película. Lo triste llega cuando nos damos cuenta de que la realidad no es así. Y con esto, no quiero que crean que haré un manifiesto de cómo el amor es una mentira que solo se puede vivir en la ficción, que no existe y que si creen lo contrario son unos ilusos, porque no es así. La verdad sí creo en el amor, lo que no creo es que sea como se pinta en el cine, y vaya que me costó sacarme esa idea de la cabeza.
Disney nos plasmó la idea del príncipe azul, que llegaría mágicamente es su corcel en el momento preciso para vivir un felices para siempre. Ya nos hemos dado cuenta de que esto no es así. La vida tiene sus momentos, y estos no siempre, de hecho, casi nunca son como los esperamos.
Entonces, ¿qué pasa cuando la ficción se da el tiempo de contar las historias tal cual son, tal y como podrían ocurrirnos a nosotros, las personas comunes? ¿Qué pasa cuando el amor no es suficiente, cuando la pasión no alcanza para sostener una relación, cuando la nostalgia y el cariño no logran mantener a dos personas unidas? Ahí es cuando se crean obras de culto, y tal vez ahora no lo parezca, pero tengo fe que estas dos producciones de las que pretendo convencerlos de que vean, son piezas que traspasan la pantalla por la cruda realidad que retratan.
Partamos con Run, una serie creada por Vicky Jones, amiga y colaboradora de una favorita de NerdNews, Phoebe Waller-Bridge, quien además produce y actúa en la serie. De hecho, la relación entre ambas es tan estrecha, que Jones ayudó a escribir el primer sketch de Fleabag, que serviría como borrador para la serie de la BBC.
Pero, volviendo a Run, que se estrenó en abril de este año por HBO, esta serie de tan solo siete capítulos cuenta la historia de dos ex amantes de la juventud, Ruby, interpretada por Merrit Weaver (Inconcebible y Godless) y Billy, interpretado el irlandés Domhall Glesson (Cuestión de tiempo y Star Wars), que luego de 15 años concretan el pacto que hicieron cuando aún estaban en la universidad. Si en algún momento de sus vidas necesitan huir de sus vidas, enviarán RUN en un mensaje de texto al otro. Sin hacer ninguna pregunta, y si están dispuestos a huir, el receptor del mensaje responderá RUN, y se encontrarán en el Central Station de Nueva York para tomar el tren de dicha ciudad a Los Angeles.
Esta es de esas historias que te entregan información a goteo. No sabemos nada de los personajes hasta que la historia ya ha avanzado unos tres o cuatro capítulos, solo sabemos sobre su pacto, y que se está cumpliendo a pesar de que los dos llevaban vidas aparentemente buenas y felices. Pero no todo es lo que parece, porque Billy y Ruby son personas comunes, que se equivocan, ya se han equivocado antes. Eso lo sabemos. Porque en el pasado estuvieron juntos, pero en 15 años la comunicación fue casi nula.
No quiero hacer spoilers, porque mi idea es que la trama les sea lo más sorpresiva, pero hay que decirlo, a veces el amor no es suficiente. Ni siquiera la pasión y la nostalgia. Y eso es lo lindo de esta serie. El amor se acaba, la vida sigue. Y muchas veces, las mentiras lo entierran todo.
En esa misma línea está Normal People, una coproducción entre BBC Three y Hulu, y basada en la exitosa novela del mismo nombre de la autora irlandesa Sally Rooney. Normal People, a diferencia de Run que narra la historia de los protagonistas en un tiempo de una semana, se extiende por más de cuatro años. Que parten en el último año de colegio, hasta ya entrada la época universitaria de Marianne (Daisy Edgar-Jones) y Connell (Paul Mescal).
Marianne y Connell son compañeros de colegio, viven en un pequeño pueblo en Sligo, Irlanda, pero sus vidas se limitan a trato cordial entre conocidos. A diferencia del resto de sus compañeros, quienes tratan a Marianne como un bicho raro, Connell, quien además es hijo de la empleada de la mansión de la familia de Marianne, siempre tuvo una mirada agradable para la chica, que en apariencia es dura, pero cuya vida esconde más que una simple familia rica en un pueblo chico.
La relación entre ambos se estrecha cuando una pasión que jamás podrán comparar se inicia entre ellos, aún siendo adolescentes. Pero su relación no logra traspasar las paredes de la habitación, porque a pesar de sentir amor, no logran profesarlo.
Cuando ambos viajan a Dublín para empezar la universidad, todo debería arreglarse. Ya no hay conocidos que los puedan juzgar, no hay familia cerca para rechazar su relación, pero aún así, una y otra vez, la vida, ellos mismos, las circunstancias, la inhabilidad de sostener relaciones duraderas, se encargan de separarlos. Porque son gente normal, normal people, lidiando con la vida día tras día. Y una vez más, el amor no es suficiente.
Y repito, como mi intención principal es que puedan ver estas series, no haré spoilers, pero sí les diré que cuando terminé de maratonear en una sola sentada Normal People quedé con un vacío que me fue difícil traspasar a palabras. No fue esa tristeza que puede provocar el fin de algo (de una vida, de una relación), sino esa soledad que solo hace sentir la realidad. Caí en cuenta que no todo puede terminar en un and lived happily ever after, porque no es así. Y está bien querer que acabe así, está bien querer tomarse ese tecito calientito que significa un final feliz. Pero, a veces también es necesario tomarse un té amargo de realidad, la vida no es siempre como la queremos. Y eso también está bien.
Ambas series retratan muy bien lo que es aceptar la soledad. Lo desgarrador que puede ser el adiós, pero dejando en claro siempre por ahí puede haber una ventanita abierta que dice, este no es final, sino, tal vez, otro capítulo en esta historia. Son historias llenas de realidad, llenas de alegrías y de dolor, como la vida misma.