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    Christopher Nolan: Un cubo de Rubik para entretener

    En su nueva película, ‘Tenet’, el realizador de Dunkerque cuenta la historia de un espía que debe impedir la Tercera Guerra Mundial. Muchos han dicho que es su filme más laberíntico, pero pocos que su manejo del espectáculo cinematográfico está mejor que nunca. Aquí se analizan algunas de sus cintas más ejemplares, incluyendo ‘Following’, un debut cuya huella se siente hasta hoy.

    Por Rodrigo González

    Una de las ventajas que ofrece la era del streaming y la descarga (legal o pirata) es la posibilidad de acceder al cine a bajo costo y con la posibilidad de ver una, dos o tres veces una película. También se puede disfrutar por secciones, por secuencias o por planos. Apuntar a pie de página lo que más atrajo, sacar conclusiones, irse a una enciclopedia y continuar donde se quedó. El sentido de la inexorabilidad del tiempo se puede revertir mediante estos mecanismos y si no se entendió siempre podemos retroceder. Como en los libros. Como en ‘Ulises‘, de James Joyce. O peor, como en ‘Finnegans wake‘, el imposible libro del irlandés que no se entiende ni a la primera ni a la segunda ni a la última.

    En este sentido, Tenet, la última y enredadísima película de Christopher Nolan se puede saborear como una novela para armar. Tenemos claridad de que se estrena en pantalla grande en Chile y de que las circunstancias sanitarias no están como para ir dos o tres veces a terminar de comprender la producción de Warner Bros. Sin embargo, siempre se puede llegar a casa y ver de nuevo Tenet en una copia blu-ray o, como lo hará la gran mayoría, en una versión extraída de las profundidades de la red.

    Pero aquí todas las experiencias ayudan: la de la sala y la del cine en el dormitorio. Da lo mismo si los recovecos de la trama despistaron al espectador, pues Nolan maneja tan bien el espectáculo cinematográfico que en el peor de los casos uno podrá salir del multicine con la extraña sensación de haber pasado un buen rato con un artefacto sin pies ni cabeza. Tal vez las tengamos que poner nosotros mismos.

    Pasa lo mismo con David Lynch: ‘Mulholland Drive‘ (2001) era muy buena, a pesar de ser un océano de cabos sueltos. La diferencia es que el realizador de ‘Terciopelo azul‘ (1986) noquea a un nivel, digamos, “artístico”. Nolan lo hace como un ejecutivo que hace películas. Eso sí, tiene un defecto: su persona cae mal y sus triquiñuelas en el guion parecen arrogantes a lado de los escapes surrealistas de Lynch, el genio loco por excelencia. El director de ‘Dunkerque‘ (2017) quiere que su libreto sea un reloj y el autor de ‘Twin Peaks‘ (1990) quiere que sea más bien una instalación artística. Por defecto, los amantes del cine tendemos a tolerar menos a los directores taquilleros que a los directores artistas.

    Escribo esto desde el punto de vista de quien entendió más o menos el 60 por ciento de Tenet, pero aún así pasó un buen rato y optó por no angustiarse ante los obstáculos del guion. En la PSU de conocimientos sobre la película tal vez sacaría menos de 500 puntos, pero seguiría contento pues me entretuve más de lo que me frustré.

    Del escritor al agente secreto

    Tras dos décadas de carrera en el negocio del largometraje (Nolan, como Hitchcock y Spielberg, no ve pecado en ser artista y ganar dinero) uno puede observar y tratar su obra como él mismo contempla y trata sus guiones una vez terminados. Podemos apreciar el entramado cronológicamente o de atrás hacia adelante, que es uno de sus métodos preferidos. Podemos, a la larga, armar este rompecabezas con el mismo sentido del juego que Nolan parece exhibir al escribir sus historias.

    Veamos. ‘Tenet‘, que en inglés significa principio o dogma, es una palabra palíndromo, que es como se denomina a las expresiones que se leen igual de izquierda a derecha o viceversa. La más conocida tal vez sea Ana. El título de la película alude a que buena parte de su historia se contará en sentido contrario o se nos hará creer que algunos segmentos decisivos son así

    Es un tipo de prestidigitación temporal que Nolan ya había utilizado en ‘Memento’ (2000), aquella tragedia del hombre que no podía recordar su rutinario pasado inmediato, pero sí el lamentable episodio de su esposa asesinada.

    SPOILERS A CONTINUACIÓN

    En la película ‘Tenet‘, el personaje principal nunca tiene nombre y simplemente es conocido como El Protagonista (John David Washington). El Protagonista es un agente ultra secreto que ha sido reclutado para impedir el fin del mundo debido a una guerra que se libra no ahora, sino que unos cuantos años después en el tiempo.

    En el futuro, la humanidad ha desarrollado la llamada “entropía inversa”, una tecnología que permite retroceder en el calendario y en cada acción de los hombres. Se puede devolver la bala de un revólver a su culata y también se puede evitar la Tercera Guerra Mundial. A nuestro héroe no le toma mucho tiempo darse cuenta de que él mismo tal vez venga desde ese futuro.

    La cinta plantea una serie de viajes en el tiempo, pero también los multiplica: a veces hay varias travesías de muchas personas en idéntico momento y en sentidos opuestos. Leer esto en el papel (o, en estos tiempos, en la pantalla) puede parecer un mamotreto y un ladrillo, pero verlo es otra cosa. He ahí la capacidad virtuosa de Christopher Nolan para hacernos pasar un buen rato con sus laberintos espacio-temporales.

    En una película como ‘El origen‘ (2010) los viajes también eran desorientadores, pero se producían a nivel de los sueños (y pesadillas) de los cerebros de los personajes. En ‘Interestelar‘ (2014)la cuestión era bastante más cuántica y el personaje principal (Matthew McConaughey) se trasladaba a través de agujeros de gusano por el espacio interestelar. Y, claro, también debía salvar a la humanidad. En ‘El origen’, Cobb (Leonardo DiCaprio) no es tan heroico, pero si más empresarial: un ladrón que trabaja para las grandes corporaciones al que le ofrecen limpiarle el historial criminal a cambio de plantar una idea en la cabeza de un magnate.

    Todo esto nos lleva al primer largometraje de Christopher Nolan, el notable ‘Following‘ (1998), una pieza de 60 minutos en blanco y negro hecha durante los fines de semana, entre amigos, en su propia casa y en la de conocidos. Su protagonista es Bill (Jeremy Theobald), un joven aspirante a escritor que dice seguir a las personas por las calles de Londres para alimentar sus historias. Ni él mismo se cree esa patraña, pues en realidad se la pasa todo el tiempo con la página en blanco en su deplorable y mal iluminado departamento.

    Uno de sus “seguidos” le da a beber de su propia medicina: lo confronta en un café, le pregunta porque lo persigue a todas partes y le propone que en vez de continuar con su patético hobby mejor aprenda de él. Se presenta como Cobb (el mismo nombre del criminal de cuello y corbata de ‘El origen‘), se expresa con claridad, tiene buenos modales y se dedica a robar en las casas. En poco tiempo transformará a Bill en su alumno y cómplice de atracos.

    Cobb es un auténtico ganador y Bill es un pobre diablo. La película intercala escenas de Bill con corbata y cara afeitada con otras en tiempo presente, desprolijo y de pelo largo. Es el Bill del futuro, evidentemente pasándola mal, en contraste con el de ahora, levemente mejor. Los juegos de tiempo ya estaban presentes en el ADN de esta primera película, pero también era evidente el clásico esquema “nolaniano” del personaje a la deriva en un laberinto del que puede salir mal parado. O tal vez no salir.

    A medida que se desarrolla Following sentimos piedad por el ingenuo escritor y admiramos la astucia de Cobb, su embaucador. Es parecida a la pena que se experimentaba en ‘Memento‘ por el desmemoriado Leonard Shelby (Guy Pearce), que también escribía, pero a la fuerza y en sus brazos: es ahí donde anotaba todo para no perder la pista de su propia existencia.

    La verdad de las cosas es que, en este esquema de rompecabezas y cubos de Rubik, el mundo algo arquetípico y lineal de los justicieros parecería no ser el más apto para las búsquedas de Nolan. A menos que se tratara del único superhéroe sin superpoderes, capaz de vencer al peor villano sólo con su cerebro y su dinero, justamente las dos cuestiones más valoradas por el realizador.

    Su trilogía de Batman fue la que le dio al director el aura de “rey del blockbuster inteligente”. Fueron ‘Batman inicia‘ (2005), ‘El caballero oscuro’ (2008) y ‘El caballero de la noche asciende‘ (2012). Continuó por esa senda con ‘El origen’, ‘Interestelar‘ y ‘Tenet‘. En ‘Dunkerque‘ apostó al género bélico, pero fiel a su naturaleza, no quiso contar una batalla cualquiera. Más bien optó por la anti-contienda, una especie de “entropía invertida” en plena Segunda Guerra Mundial, esta vez a través de un ejército que no va hacia adelante y que no lucha. Por el contrario, sus héroes se repliegan brillantemente y vuelven a casa.

    A estas alturas, creo que Nolan ha ganado la partida. Podrá ser presuntuoso y pisarse la cola en sus argumentos, pero el espíritu del narrador está ahí y se sale por todos los poros. Contra eso no valen las entropías invertidas ni los puzles temporales. Es simplemente buen cine.

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