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    Marcela ‘Maliki’ Trujillo: “El dibujo es una manera de comunicarse con uno mismo”

    La autora de libros como ‘Diario íntimo de Maliki 4 ojos’ y ‘Quiero ser flaca y feliz’ habla sobre cómo se ha adaptado a las dificultades de los artistas en tiempos de Covid-19, la importancia de la inspiración, los orígenes de Maliki y lo que el cómic representa para ella.

    A Marcela Trujillo se le puede llamar de muchas maneras. Ilustradora, pintora, dibujante y la mitad del Podcast ‘La Polola‘ (que hace con la ilustradora Sol Díaz). Pero en el mundo del cómic, ella es ‘Maliki 4 Ojos’, la mujer que cuenta su vida en viñetas y que navega sobre las inseguridades, felicidades y reflexiones de su ser. 

    Si me preguntan, no se puede hablar de ‘Maliki’ sin hablar de su creadora. Desde su comienzos en la Revista Trauko, donde ella era una punk que había estudiado Arte en la Universidad de Chile, hasta su último libro ‘Diario Oscuro‘ que trata sobre una depresión que tuvo la autora hace dos años y que fue publicado en noviembre del año pasado.

    Ahora, en tiempos de cuarentena, Marcela Trujillo ha estado encerrada junto a sus dos hijas adolescentes en su departamento. Más específicamente, en su pieza que se ha transformado en un pequeño taller. 

    — ¿Cómo has estado con todo el tema del encierro? 

    —La verdad estoy bastante acostumbrada a estar encerrada trabajando. Para mí, mis horarios de trabajo podrían incluir estar encerrada en mi casa por un periodo largo de tiempo y todavía no tendría esa necesidad de salir. Soy muy de trabajar en mis proyectos que a veces son largos. Aunque extraño mucho pintar y estar en mi taller, como también extraño poder moverme.

    Marcela Trujillo cuenta que ha estado haciendo muchas cosas: clases online, haciendo encargos, avanzando en su próximo libro que está en etapa de guión. Y confiesa que el tema económico siempre ha sido complicado en su condición de artista y más ahora, en el curso de esta pandemia.

    “Estoy acostumbrada a la incertidumbre”, lanza al aire como si nada. “Para mí es bastante normal no saber qué va a pasar el próximo año. No tengo ninguna seguridad económica, yo estoy acostumbrada de que mi vida sea así (…) Y en este confinamiento hemos tenido la oportunidad de  conversar en familia temas que son realmente importantes. Esa parte de la pandemia ha sido súper positiva en el sentido que uno está obligado a mirar cosas que son fundamentales”. 

    Esa visión de Rayos X, surgida en cuarentena, para la dibujante chilena es parte además, del sello de las personas que, sin o con pandemia, “trabajamos en las artes”.

    Ella explica: “Es parte de nuestra pega tener esa mirada que va más allá de los logros, de los éxitos, de lo que está bien o mal. Sino ver como en rayos x emocionales y humanos (…) Es bacán conectarse con la gente a un nivel profundo y no superficial y exitista de como estábamos acostumbrados y eso lo he agradecido”. 

    —Estudiaste pintura en la Universidad de Chile, hiciste diplomados en animación en Nueva York  y haces un podcast junto a Sol Díaz  ¿Cómo te adaptas a estos formatos nuevos y qué es lo interesante de cada uno de estos? 

    —A la gente de mi generación nos enseñaron a ser muy enfocados en una meta: a tener una profesión y ser el mejor de esa profesión. Pero cuando volví de Estados Unidos y de Alemania con mis hijas luego de diez años, me encontré con las generaciones más jóvenes (que eran mis alumnos) y vi que ellos no tenía esa presión. De que tenían que aspirar a ser una sola cosa.

    Tenía alumnos que habían estudiado otras carreras, otros que estudiaban como diez cosas más.  Está internet que te entrega la posibilidad de estar en muchos lugares a la vez, de conocer gente de otros países sin tener que viajar. Yo vi eso en mis alumnos y me llamó mucho la atención que fueran capaces de hacerlo y de que yo tenía el rollo de no saber si ser pintora o dibujante de cómics. Como que no tenía en mi cabeza el permiso para hacer las dos cosas. 

    La inspiración de Maliki

    La etiqueta entonces, de lo que se supone uno es, versus lo que uno podría llegar a ser, le llevó a una reflexión sobre la identidad artística. “Hice un una exposición individual en la Galería Gabriela Mistral, llamada ‘Maliki vs Trujillo’ y estaba siempre súper complicada con el tema de qué soy. ¿Qué hago? ¿Hago animaciones, pinturas, cómics? y después, cuando empecé a publicar mis cómics, me di cuenta que es bacán lo que hacían los jóvenes. De hacer varias cosas, de no tener un solo objetivo, sino de poder disfrutar los procesos”.

    Por eso—dice—, no teme a ingresar a un curso de escritura de cuentos sólo por el placer de hacerlo, sin tener la presión de “triunfar” en ese proceso. De ser la “ganadora”. Sin embargo, tres semanas más tarde confiesa que solo pudo hacer tres clases ya que el tiempo no le dio.

    —Has hecho una serie de cómics autobiográficos que tienen un estilo muy reconocible ¿Cuáles son tus inspiraciones? 

    —El tema de la inspiración ha sido un camino largo. De hecho, el personaje de ‘Maliki’ era como una ‘superheroína’ de la inspiración. Como artista y criada en las bellas artes, una de las cosas que por obligación debes tener, es la creatividad. Y te haces las preguntas de ¿Qué vas a crear para tu próxima exposición? ¿De qué vas a hablar? Si quieres postular a un fondo, tienes que inventar un proyecto para mandarlo al Fondart y tienes que saber cuáles son los objetivos y todo lo que te piden llenar. Entonces, el artista contemporáneo, que depende de los fondos del Estado, tiene que hacer un plan. Y es muy loco porque la inspiración funciona de una manera mucho más orgánica, no es tan racional, no es planificado. 

    Entonces—cuenta—, estando como una estudiante en Nueva York, llegó la inspiración sobre cómo escribir y narrar episodios sobre la falta de inspiración, y cómo solucionarlo. “Pensé de que sería bacán tener un especie de ángel de la guarda de la creatividad que te ayudará cuando no se te ocurren ideas. Se me ocurrió esta niñita que era como una especie de hada madrina, que tenía ampolletas en la cabeza y cambiaba las tuyas cuando te faltaba la inspiración. Había un cuento que inventé para eso y al final, nunca lo hice, pero quedó el nombre y la idea de este personaje que era yo con las ampolletas”.

    ¿Y de dónde proviene la inspiración en el día a día de Marcela Trujillo? “Viene de las cosas que elijo como mías; de los libros que leo; de las revistas que miro; de los temas que me importan; de las imágenes. No es que hay un hada que te ayude a que se ocurran cosas. Cada persona es distinta, pero en mi caso, el estímulo de afuera es súper importante”.

    La visión de una artista underground

    Marcela Trujillo abraza con fuerzas las ideas que dieron nacimiento al cómic under, hace décadas. Su trabajo ha remado por esas aguas desde que era una artista sin kilometraje aun en su ruta de vida profesional. Pero ella siempre supo que lo suyo estaba fuera de la corriente principal. De hecho, ella misma explica como si esto fuera una clase, las aguas que separan lo under del mainstream en materia de cómics. Dice:

    “El Cómic Undergroundnace en Estados Unidos en los años setenta y es una especie de respuesta a una ley que existía y que prohibió los cómics para los niños porque ‘eran muy violentos’” (específicamente, de la Comics Book Authority formada en 1954). 

    Entonces, de repente aparecen los políticos diciendo que “los cómics son una mala influencia para los niños porque los transforman en violentos” y fue por esos años que empieza el Cómic Underground, como una especie de protesta, pero también como una ironía al sistema y su cinismo, de querer culpar a los cómics de un tema que tiene que ver con la sociedad. La violencia y  la guerra es un tema político, los cómics no tienen nada que ver en eso”.

    Haciendo memoria, ‘Maliki‘ recuerda cuando trabajó en la legendaria revista chilena Trauko, pudo leer revistas europeas disponibles  en las oficinas de la publicación. “Fue la primera vez que leí cómics de adultos (…) Y cuando vi los cómics de Robert Crumb (Zap Comix) y los Freak Brothers y algunos españoles como Nazario o Max, me dio mucha risa. Yo era joven y encontré que esas historias eran muy chistosas y si alguien quería dibujar un cómic, que dibujaran eso, no los otros que eran fomes”. 

    Y “los otros” cómics eran esas “historias muy filosóficas y tenían que ver con la psicología masculina. Con relatos del héroe y con mujeres tetonas que eran muñecas inflables o brujas. Yo nunca me identifique y nunca me gustaron”.

    Tampoco le llaman la atención demasiado los superhéroes. “Yo leía Pato Donald, La pequeña Lulú. Y después, de grande, leí los cómics Underground de la Trauko y cuando me fui a Nueva York, lo único que consumí fue cómic independiente, que es el siguiente paso del Underground: Revista Raw, Art Spiegelman (‘Maus’), Chris Ware (‘Rusty Brown’), Julie Doucet (‘My New York Diary’) , Phoebe Gloeckner (‘Diario de una adolescente’), Aline Kominsky-Crumb (‘Love that bunch’) y Debbie Drechsler (‘La muñequita de papá’), todos los autores que vienen después del Underground y que son considerados del cómic independiente, ese es el cómic que leo, hago y enseño”.

    —Tú mencionaste el cómic como herramienta política. Considerando el estallido social y la pandemia ¿Cuál es el rol que toma el cómic en un momento como este? 

    —Creo que la palabra ‘Política’ es mucho más amplia de lo que se asume. Creo que todo es político. Hablar de tu vida es político, porque las personas somos parte de la comunidad y hablar de los cuerpos también, porque las leyes también nos tocan. Cuando hablas de tu vida,de tu cuerpo,  de tus relaciones, también estas hablando de política porque las mujeres estamos en desventaja en muchos aspectos. 

    No es necesario hablar de política a través una historieta sobre un presidente o las leyes. Yo creo que con hacer un cómic sobre tu vida y dar tu opinión de lo que tu piensas y de lo que te está pasando, eso ya es político. Y eso es lo que trato de que mis alumnos hagan y de lo que hablo con Sol (Díaz) en ‘La Polola’ o en la Revista Brígida, donde las autoras puedan tener un espacio para poder poner en dibujo sus voces y eso ya es político.

    —Me habías mencionado de que este tiempo para los artistas ha sido complicado ¿Cómo crees que van a ser los cómics post-pandemia?

    —Cuando volvamos a salir a la calle y a trabajar, eso se va a ver. Se verán las consecuencias de todos esos problemas económicos, sociales y mentales. La gente va a tener caleta de angustia y ansiedad (…) En algún momento eso va a colapsar. Tienen que reconocer que cuando es difícil o no funciona, se debe pedir ayuda. Y a nosotras, las mujeres, nos cuesta mucho pedir ayuda. Nos educan para que tengamos que ayudar. Somos las buenas, las que ayudamos al hombre, si tenemos un pololo chanta ‘No, pero pobrecito, porque debe tener un problema’ y lo aceptas igual, al gallo que te pega también porque ‘Pobrecito, la mamá le pegaba cuando chico’. 

    Y creo que nos cuesta decir que hay cosas que nos superan, que ya no aguantamos más ¿Cuántas familias ahora tienen a la mujer que está cuidando a los hijos, está trabajando y lavando la ropa? Está haciendo todo en la casa y se deben ver esas inequidades en términos de pareja. 

    —Para ti ¿cuál es la importancia del cómic como medio? 

    —El cómic nació como un elemento de entretención. Siempre eran los monitos que salían en el diario y tiene una cosa muy popular. El dibujo representa un lenguaje infantil y tiene una cualidad liviana, la puedes llevar al baño y leer en cualquier lado. Es una cosa como el agua, llega a cualquier parte. Es barato además. Hay excepciones como la novela gráfica, pero puedes hacer cómics y publicarlos en internet.

    ¿Se va acabar el cómic por falta de plata? No creo. Porque en Japón nació como una manera de subirle el ánimo a la gente de una manera muy económica, que era hacer dibujos y publicarlos en los diarios y revistas. El manga nació de esa manera, cuando Japón estaba en el suelo y no había nada para subir los ánimos. Y para mí, dibujar es la manera que tengo para poder comunicarme conmigo misma.

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